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—¿Qué demonios estás haciendo aquí y a esta hora?— le pregunté al verlo salir de la piscina.

Su camisa manga larga estaba empapada, se alcanzaba a notar su abdomen marcado.

Le ayude dándole una toalla, no tenía más ropa, no tenemos hermanos aquí y menos, papá es la doble talla de Mario.

—Lo siento.

Fue lo único que dijo, sólo se inmutó a decir eso.

Lo invite a pasar, rogaba que mis padres no salieran por hay. No quería que pensaran que ando con él, no después de lo que he pasado en el instituto.

—Por favor, haz silencio. No quiero problemas, bueno?— lo mire.

Mis ojos sólo iban en los suyos. Pues se había quitado la blusa y el pantalón. Mejor dicho, todo. Sólo estaba en boxers.

Le dije que subiera primero, tenía una gran espalda. El gym le venía bien.

—¿Irían, estás hay?— pregunto papá.

Le dije a Mario que subiera rápido a mi habitación. Papá iba saliendo de su oficina y se dirigió hacia mí.

—Baje por un vaso de leche, no me quiere agarrar el sueño. Perdón si hice ruido.— le respondí rápido.

Sabía mentir y mis agitación era la mejor para cada situación. Lo peor, era que no tenía el vaso de leche, ha de imaginar que la tome en la cocina.

Me miró raro, luego miro hacia la habitación de mamá y a la de las niñas. Pues estaba enfrente de la mía.

—Esta bien, descansa.— respondió con una medio sonrisa.

Asentí y subí.

Iba tan bien, todo tan sorprendente cuando abrí la puerta.

Tres caras me estaban mirando, dos conocidas y la otra de Mario. Mis ojos lo decían todo.

Zoe y Zack estaban en mi habitación junto con Mario.

—¿Pero que mierda?— susurré, cerrando la puerta.

Mario aún seguía desnudo y ellos solo me veían a mí.

—Hey hermano, tengo una camisa y quizás un pantalón que te ayude.— ayudo Zack.

Zoe y yo nos miramos, ella me hacía caras de perversión al ver a Mario. Les debía una explicación.

••

Después de todo lo que pasó, eran las 11:00 de la noche. Ninguno tenía sueño y ni Zoe y mucho menos Zack se querían dormir. Mario estaba a mi lado y ellos al frente de nosotros.

—Bien. Tendrás que contarnos que son, ningún chico en la situación de él llega a tu cuarto, no después de Zack.

Mario Bautista.

Irían me miró en seguida. El chico le sonrió a Irían mientras que la chica hacia preguntas para nada del tema.

—No somos nada, ni amigos ni nada, sólo nos cruzamos pero no quiso decir que seríamos algo. Ella está sola, y yo tengo novia.— respondí sin pelos.

Irían me volteó a mirar, luego la chica y por último él.

—Si no fueran nada, porque coño estás en el cuarto de Iri?— pregunto él.

Su mirada me tiraba odio y a la vez me veía con ganas de matarme.

—Mira, Zack.— hablo Irían.— Mario, vino a pedirme ayuda y me ví en el deber de ayudarlo. Es un estúpido cuando le preguntas cosas como estas.  Lo siento bebé.— rieron.

Me levanté de allí, ninguno salió detrás de mí. Lo esperaba de Irían, menos de ellos. Pero no, baje las escaleras. Sin hacer ruido, hasta que sentí que una voz femenina hablo. Era la mamá de Irían. Mierda.

Volví a subir y me entre en la habitación de nuevo, los chicos me veían confundido.

—Es...es la mamá de Irían. Joder, ella me ve y le da un paro.— dije de una.

Irían abrió los ojos, hizo que me metiera detrás del mueble de su ropa. Era pequeño o mejor dicho era justo de mi cuerpo. Cabía y salía sin problema.

Pasaron unos minutos y ya no había ruido, sólo era silencio. Sólo unos pasos eran el ruido que formaban ahora.

Intente salir, agradecía que irían era de esas chicas que tiene miles de cosas en su habitación y cubre todo.

—¿Irían?— pregunté susurrando.

—¡Mario!, dios pensé que te me habías ido.— respondió al unisono.

Nos quedamos viendo, siento que fui muy duro hace unos minutos pero era la verdad por un lado.

—Mmm, ya no hay nadie. Zoe y Zack se fueron, solo quedaríamos nosotros. Papá y mamá salieron a una de sus reuniones y las niñas se quedaron aquí.— pauso, iba a decir algo pero ella prosiguió— pero, están durmiendo.

Se acercó a su cama, se acostó en ella. Su cuerpo estaba bocarriba, sus pechos estaban casi a la vista y su abdomen era más que sexy. Me quedé viéndola.

Se levantó, apoyo sus codos para verme mejor y hablo, de nuevo.

—¿Por qué fuiste así?— pregunto casi mal.— Sí, sé que no somos nada, pero cada vez que quieres sexo siempre estoy aquí. Desde ese primer beso, no dejo de pensar en ti maldita sea. No quiero pensar en ti, no quiero llegar a saber que me estoy enamorando de ti de esa manera.— suspiro.

Había llegado mi momento.

—Mira, no lo sé, sí? Isabela jamás, a ella jamás la ví como te veo a ti. A ti te veo natural, tu sonrisa no está acompañada de un kilo de labial, tus ojos o pestañas menos. Eres natural, tus curvas son naturales aún sin ir al GYM. No te preocupas por si engordas o enflacas, tus gestos, todo de ti eso muy contrario a ella.— mi miraba atenta.

Hacia que la quisiera besar, pero algo en mí decía que sentiría algo y no quería tampoco que fuera así.

—Cre..creo que lo mejor, será.... Qué lo dejemos así. Nos dejemos de llamar cuando nos querramos ver, nos dejemos de besar cuando queramos sentir esas ganas. Todo, no nos hagamos daño de esta manera tan estúpida. No seamos algo sin ser nada para el mundo. Olvidemos lo que ha pasado, olvidemos que nos conocimos. Por favor, no me hagas más daño.— bajo su linda cara.

No quería que se terminará esto que aún no sabíamos que era. Era lo que nos mantenía unidos, no quiero perderla. Pero si esto nos está haciendo daño poco a poco, es mejor dejarlo ir. Pensar en que podemos hacer después y dejar que se aclare ahora.

P R O H I B I D O. ‹Mario Bautista›Donde viven las historias. Descúbrelo ahora