Capítulo IV

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Volví muy tarde al apartamento, cerca de las 00:03am y previo a ello, el ascensor quería recordarme a Samuel, veía su reflejo en la vitrina detrás de mí varias veces. Parece que no dejaba de sonreírme.

Lo que no salió de mi vista fue una caja misteriosa sobre la mesa, por suerte, tenía una nota: "Para Catalina Bloom, llévese al cuarto 206 de Arial Hotel Budapest, Tennessee". Pero todavía no me enteraba quien era el que envió este presente.

Me llenó de alegría lo que había en su interior. Era la foto que nos había tomado de camino al trabajo; los veía felices a ambos. Y más adelante, material como portafolios, fichas, libretas, entre otros; cosas que necesitaba mucho para las noticias de la empresa.

Otra nota me sorprendió, en este caso, fue una carta suya:

"Catalina, espero que todo esto te sea de mucho apoyo. No te preocupes por los gastos, es un placer ayudar a mi nueva amiga. Quiero que sepas el aprecio que te tengo y que tienes aquí a un buen amigo y colega. Si necesitas que alguien te escuche, ahí estaré. Mucha suerte y que la vida nos traiga más coincidencias, ¿no crees?"

Samuel.

Mi lágrima empapó la carta. Lloraba con intensidad y entusiasmo por lo que decía acerca de mí, fue glorioso. Dormí soñando con nuestro primer beso, en serio, no quise despertar.

En otra parte de Nashville...

- Hola amor, ¿Qué tal el trabajo?

- Muy bien, Penélope. Un poco agotado, pero todo estuvo bien. Le obsequié un presente a nuestra amiga Catalina, la que conocimos en el tren.

- Aguarda, ¿Qué hiciste?

- Fue con buena intención, para ayudarla con su trabajo. ¿Qué tiene de malo?

- Ahora le das regalos a tus amigas, sin consultarme nada. ¿Qué sucede contigo?

- Ese no es tu problema. No puedes malinterpretar algo que estoy haciendo de buena manera, porque si es así, entonces no te reconozco. No puedo imaginarme contigo discutiendo por aquello.

- Lo siento Samuel, pero acabo de regresar para vivir juntos y de repente, me hablas de que hay otra persona en tu vida. ¿Acaso te parece bonito? Porque no encuentro otra explicación para... ¿Adónde vas? Aún no he terminado.

- Saldré a caminar. No me sigas, quédate aquí. Luego conversamos.

El sonido de la puerta retumbó su corazón. Ella no tuvo conciencia de lo que claramente era un reclamo.

Samuel partió sin rumbo por calles distintas, hasta que sin darse cuenta, entró a los suburbios más lejanos, hacia frío, un frío devorador. Inmediatamente, se topó con cuatro hombres que lo dejaron sin pertenencias y con el cuerpo herido. Trató de pedir auxilio, pero apenas se oía el suspiro de desesperación.

Yo decidí caminar también, aunque haya sido de madrugada, no hay reglas sobre el tiempo indicado. Algunos locales tenían las luces encendidas, así que perdí cuidado de la iluminación. Sin embargo, lo que presencie, detuvo mis pasos. Nadie lograba escucharlo, y sin dudarlo me aproximé a él:

-Señor, déjeme ayudarlo, ¿Qué le pasó?

No podía distinguirlo, pero él a mí sí.

- Catalina, ¿Qué haces aquí?

- No puedo creer que seas tú, tratare levantarte. Tranquilo Samuel, vas a estar bien.

- Gracias.

Los siguientes minutos, veía como lo llevaron en camilla hasta la ambulancia, pero les suplicaba a los demás que lo acompañara y no lo dejara solo. En mi mente, ya había accedido a su pedido, de ninguna forma podía abandonarlo, me necesitaba. Y mientras íbamos al hospital, recordaba la carta que me había dejado, y a la vez, acariciando su rostro. Sus heridas las sentía, ellas escrutaron mi espíritu.

El tomó mi mano, y no la soltó ni un solo segundo, porque nos mirábamos fijamente; sus ojos plenamente revelaron la mayor dulzura de su ser.

Prohibido No Enamorarse (Cuento)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora