Drama.

210 27 2
                                    

VERGÜENZA

Somos grandes idiotas por naturaleza, pero hay días en los que nos volvemos muy estúpidos. En mi caso no debería haber más razones justificadas para que mi pierna acabe hundida en cualquier hoyo. Asemeja a que soy quien abusa de mi propia torpeza.

¿Que qué fue lo que hice? Veamos... ¡TODO!

Elenha me había encontrado destruido a la mitad de la escuela. No pude decirle mucho. Era extraño. Mi boca pesaba, la voz era de otro sonido, mi saliva se convirtió en nudos de agujas. Nunca sentí nada igual. Era como si... te rompieran el corazón.

Añicos, pedazos, hecho polvo.

Mi corazón ya no existía dentro de mí. Lo robaron. No estaba en su puesto.

Y me dolía. Dolía como nada en este mundo. Les juro que dolía.

Un dolor profundamente vacío.

Y de todos modos no intenté remediarlo.

Mi celular fue almacenando las llamadas y mensajes de mi n... de Bryan. El timbre que elegí para sus llamadas se oía hasta la mitad, luego callaban. Los mensajes eran sonidos pequeños, secos y una duración de menos de medio segundo. Cada que enviaba mensajes, casi podía imaginar una melodía de tres minutos. Uno tras otro, uno tras otro. Bryan no desistía. Pero yo sí desistí.

No quiero saber de mi novio. No quiero nada de él. No quiero a Bryan. Ya no...

—Freddy, por favor.

—No, Elenha.

—Pero Bryan está...

Me incorporé de la cama y la vi de frente.

—Te lo suplicó. Habla con él. —me pidió, casi de cuclillas.

—No hay nada de qué hablar. —dije, aturdido de mis propias palabras pero firme con ellas.

—Le preocupas. ¡A todos nos preocupas! Papá quiere...

—¡Papá no puede resolver esto, Elenha! ¡Entiéndelo! ¡No quiero estar con Bryan! —Ella me observó, anonadada. Absorbí por la nariz, luego pase mi brazo y con la muñeca limpie unas lágrimas que empezaban a caer—. Déjame solo.

Elenha se levantó de la cama y salió por la puerta. No cerró con brusquedad, ni con fuerza, fue casi un soplido. Tal vez lo entendía. O quizás también se le partía el corazón como a mí. No la vi llorar, pero su mirada era distinta: lejana, incrédula, triste, rota. Se parecía mucho a la mía.

Me volví a recostar, puse unas cuantas mantas sobre mi cuerpo y cerré los ojos. Necesité abrazarme, con todas las fuerzas que me quedaban, sentir un calor mucho más intenso que el de mi propio cuerpo.

Necesitaba otro cuerpo a mi lado. Otro calor. Otro ser.

—¿Por qué?

Soy un cobarde. Bryan no merece a un cobarde como yo. Le fallé. Bryan no merece que yo le fallé. No pude. Bryan lo hubiese logrado. Me siento como un idiota. Bryan se siente como un ángel. Soy un idiota. Bryan es perfecto.

Idiota...

A-M-I-G-O-S (Breddy Meyva) | #BreddyWeek |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora