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En definitiva, la vida me odiaba, quería verme sufrir cada vez que se le daba la gana y había decidido que hoy sería una de esas veces.

JungKook había alcanzado a subir al autobús en el momento exacto en que éste se disponía a partir. HanNa y yo habíamos decidido irnos hasta la parte trasera del transporte —como siempre— para poder salir sin tener que pasar entre todas las personas.

— Ya vi el porqué de tu distracción de hace rato —dijo mi amiga con burla viendo discretamente al castaño que estaba cerca de la entrada de adelante.

La distancia entre él y nosotras era de por lo menos seis personas, aun así, podía ver a la perfección como revisaba su celular mientras sonreía. Tuve que desviar la mirada cuando él levantaba su cabeza para ver hacía la sección en la nos encontrábamos.

Ni loca iba a dejar que me descubriera observándolo porque de seguro pensaría que soy una acosadora o algo por el estilo y me niego rotundamente a que pase eso. Así que recurrí a la solución más efectiva pero infantil de todas; voltear a otro lado fingiendo que nada pasó. Lo sé, soy todo un caso.

HanNa bajó un par de paradas antes que yo, no sin antes hacer un comentario burlesco acerca de la suerte que tenía al ver de cerca a JungKook.

Pensé que después de eso las cosas serían más tranquilas para mí, pero me equivoqué. Cuando llegó el momento de abandonar el autobús Jeon también lo hizo, incluso tomó el mismo camino que yo tomaba para ir a mi casa. Decidí ir detrás de él para que no pudiera notar mi presencia pues, aunque sonara bastante ridículo no sabría qué hacer si eso sucedía. Al llegar a la calle en la que se encontraba mi casa me detuve para poder ver como él seguía caminando, supuse que vivía unas calles después de la mía.

Tuve que desviar la mirada de su espalda al escuchar el tono que me indicaba que había recibido un mensaje. Era mi dulce hermano mayor diciéndome que dejará de espiar a los chicos, seguramente estaba espiándome desde la ventana que daba a la calle principal. Lo malo de vivir en el edificio que se encontraba hasta el final de aquella calle. Alcé la cabeza para saber a dónde se dirigiría el castaño, pero para mí mala fortuna él ya no estaba.

Suspiré resignada y me giré para seguir el camino rumbo a mi casa. Algo me decía que hoy no iba a dormir.

(...)

— ¡Yangmi!

Abrí mis ojos de golpe al escuchar el grito de una voz gruesa, me acomodé de manera correcta en mi asiento para ver a la persona que me llamó. Dentro del salón ya se encontraba el profesor de química. Un hombre bajito y cincuentón, pero muy buena persona con los que se esforzaban en su clase. Yo no era una de sus favoritas.

Recordatorio: No volver a dormir cuando faltaban pocos minutos para que comience la siguiente clase.

— Al parecer ya todos me están prestando atención —me observó por poco tiempo antes de apartar su mirada—. Bien, como les había informado hace un par de días tendrán que entregarme un trabajo final para poder aprobar el semestre conmigo.

Las quejas por parte de mis compañeros no se hicieron esperar. Muchos pedían escoger sus grupos de trabajo o intentaban exigirle al profesor que evaluara de diferente manera.

Entre tanto bullicio mi mirada se encontró con el rostro de JungKook, él se encontraba al lado de JiMin —uno de sus mejores amigos— formando parte de todas las quejas del grupo.

De un momento a otro el castaño volteó hacía donde yo estaba. Se podría decir que nuestras miradas se conectaron en ese momento —por muy ridículo que sonara—, me sorprendí en el momento en que me sonrió ampliamente mientras me saludaba haciendo un leve movimiento con la mano. Torpemente respondí a su saludo, solo que sin sonreírle.

No soy ella  |J. Jungkook|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora