09. Alma

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...

Mérida y Rapunzel intercambiaron miradas, se colocaron sus capuchas y se retiraron del local.

—Ve por el escolta —ordenó Mérida.

—¿Qué?... No. ¿Qué piensas hacer?

—El guardia necesita ayuda.

Con disimulo le recordó que llevaba una espada en su cinturón —, ahora vete, confía en mí.

Colocó sus manos en los hombros de la castaña y la miró fijamente.

—Por favor cuidate —suplicó Rapunzel.

Mérida deslizó sus manos hasta llegar a las de Rapunzel, las tomó firmemente y asintió.

Se quitó la capucha de la cabeza y se dirigió al establecimiento.

Un par de pasos adentro y le ordenaron que levantara las manos y que no se moviera.

La situación era peor de lo que pensaba. Habían cerca de cuatro bandidos. Dos de ellos tenían sometidos con navajas apuntando al cuello a una joven y a un muchacho mientras otro parecía encargarse de buscar el motín detrás de la barra y el último quitaba las pertenencias valiosas a los clientes en el inmueble de comida y cervezas.

El guardia que había entrado estaba en el suelo inconsciente, Mérida sintió pena por el pobre muchacho, ni siquiera tuvo tiempo de desenfundar su espada.

—Muy bien preciosa.

El sujeto se acercó a ella.

—Qué bella pelirroja... ¿De dónde vienes?

El hombre mostró su desagradable dentadura en una sonrisa sombría. Dientes amarillos y encimados con restos de comida acumulada, todo eso acompañado por un asqueroso aliento... gracias a los dioses Mérida tenía un estómago fuerte capaz de aguantar aquello.

Él quiso oler su rostro pero ella retrocedió

—Parece que te estás dando a desear —volvió a sonreír—. Vale, seré gentil contigo mi Lady, te daré la oportunidad de que pongas todo aquí —señaló un costal en el que llevaba ya algunos monederos y otras pertenencias—. Y después puedes ser mía.

—¿Sí? —Mérida elevó una ceja de forma desafiante y él asintió con una ligera risa —. Pues me temo que no.

Golpeó su cabeza hábilmente contra la del hombre logrando que éste cayera inconsciente y desenfundó su espada. Los hombres la miraron con suma molestia las personas intentaron escapar pero el que buscaba el dinero en la barra ordenó que se quedaran quietos.

—Maldita perra. ¿Quién demonios eres? —habló él, quien estaba a cargo.

—Lo has dicho, una perra. Largo de aquí —dijo seria tomando la posición de defensa con espada.

—Yo estoy en mis tierras. Lárgate tú, zorra —sus aliados rieron al unisono a excepción del que había quedado inconsciente.

—No sabes con quien te estás metiendo —respondió desafiante.

—Matenla —ordenó con el semblante molesto.

Soltaron a los muchachos con la amenaza de que si hacían algo serían los siguientes.

El primero tomó la espada del guardia inconsciente.
Comenzaron a luchar por todo el lugar, Mérida estaba divirtiéndose, realmente no se estaba esforzando, era como practicar con los niños. El sujeto no tenía idea de cómo usar una espada.

De pronto alguien la atacó por la espalda, era el otro bandido quien la tomó por el cuello con su brazo tratando de inmovilizarla, sin embargo aquello inclinó la balanza de su lado, pues le sirvió para impulsarse y patear al otro pero eso ocasionó que el tipo que la retenía  perdiera el equilibrio hacia atrás y ambos  cayeran sobre una mesa, el peso de los dos fue mas que suficiente para que el mueble se hiciera pedazos y desafortunadamente aquel movimiento le costó la espada.

El oso y El sol [Meripunzel] #EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora