22. Cadáveres

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Tuvieron que esperar a que la tina se enfriara para que pudieran sacarla de ahí, el agua casi se había consumido y la piel de Mérida había enrojecido por el calor. Un humano normal no habría soportado algo como eso.

Elinor no podía tranquilizarse, habían pasado toda la noche esperando a que Mérida despertara pero ésta se mantuvo inconsciente. Elena intentaba no perder la cabeza y trataba de mantener a la reina de DumBroch bajo calma. La bruja por su parte estaba sentada a un lado de la cama donde la pelirroja descansaba, parecía pensativa y ausente; no apartaba su vista de Mérida y a ellas parecía ignorarlas completamente.

-¿No piensas decirnos que ha pasado?

-Quiero ahorrarme las palabras majestad... Y aún lo estoy asimilando. Tenemos qué esperar a que ella despierte -suspiró un poco resignada-, sé que está desesperada, después de todo es su madre.

-Por supuesto -espetó la mujer.

-Esté tranquila, su hija estará bien.

-Es que no puedo estar tranquila, estoy cansada de todo ésto, de la magia y el dolor; del misterio que la rodea y de no saber nada -dijo suplicante acercándose a ella.

La mujer de ojos violetas apartó la mirada de la princesa y por fin miró a la reina.

-Su hija tiene un destino muy especial... Es por eso que su vida se ha visto envuelta de sucesos poco ordinarios. Sin embargo, ella no debería estar aquí, algo modificó el camino de su destino y por eso vive tantas complicaciones. Un error en el telar de su destino.

Ni Elena ni Elinor pudieron entender lo que la mujer decía. La miraron con extrañeza y sin poder decir nada al respecto.

-Nuestro destino ya está decidido desde antes de nacer y el de su hija no es la excepción, a Mérida le espera algo grande en su futuro.

-¿Y dice que estar aquí es un error? -preguntó Elinor.

-Puede ser, mi hermana me lo ha dicho, Mérida debería esperar el invierno en DumBroch para contenerlo y llevarlo al norte. Esas son las palabras de mi hermana, ni ella ni yo sabemos lo que significa.

-¿Y de dónde las han sacado?

La mujer sonrío calmadamente y respondió.

-La naturaleza nos cuenta algunos secretos relevantes, eso es todo.

Dicho eso volvió a mirar a Mérida y se quedó en silencio. Ya no iba a hablar más.

-¿Puede decirnos su nombre? -preguntó Elena.

-Pueden llamarme Sepphora.

...

Mientras caminaban alejándose de la celda, el corazón de Jord se llenaba más y más de miedo, lo único que aquel hombre deseaba era poder ver a su familia.

Al salir del calabozo le pusieron un saco sobre su cabeza para llevarlo a su destino.

Subieron algunas escaleras y caminaron una larga distancia hasta que se detuvieron.

Sus manos estaban atadas en su espalda y el saco cubriendo su cara no le dejaba respirar bien.

-Muy bien, es momento de que decidas qué destino quieres escoger.

Aquella era la voz de Robert.

-Quiero ver a mi familia -masculló Jord, el pobre hombre se sentía muy inquieto.

-Y la verás -respondió el hombre. -No les hice nada tal y como te prometí, sin embargo... Tu esposa no quiso esperarte y... Bueno intentó escapar junto a su hijo, desafortunadamente para ellos los perros los siguieron, ya te imaginarás lo que pasó.

El oso y El sol [Meripunzel] #EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora