08. Bandidos

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—¿De verdad no podrás ir? —preguntó una vez más a su madre esperando que esta vez la respuesta fuera otra. Sin embargo fue la misma.

—No puedo cariño —continuó con el gesto apenado—. Tengo que arreglar todo para mi regreso a casa...

Mérida asintió con desánimo y abrazó a su madre.
Pronto regresaría a poniente para que junto a su padre supervisaran la extracción de metales para el comercio con Corona y después volverían cuando el invierno hubiera pasado.

...

Bajó a donde la reina Elena y Rapunzel la esperaban.

—Diviértanse y vayan con cuidado —sonrió la reina al despedirse una vez más.

Llegaron al pueblo de Corona en un carruaje del castillo acompañadas por un escolta y el jinete.

—Herr, desde aquí iremos solas —informó la castaña.

—Alteza mi deber es cuidarla —negó el hombre.

—Puedo cuidarme sola.

El hombre no parecía convencido en cambio el jinete se veía muy despreocupado ignorando la conversación.

Seguro era cuestión de honor y cargos. Si algo le ocurría a la princesa mientras él estaba a cargo el reino le haría pagar duramente a él y a sus generaciones futuras, su descendencia cargaría con su falta.

La reina Elena llevaba en sus venas la misma sangre que el difunto rey Adgar y que los antiguos reyes del norte. Se sabía que podían ser tan sanguinarios e inhumanos cuando de deudas o faltas se trataba.

Mérida sintió pena por el hombre, debía estar tan preocupado por su pellejo y el de los hijos de sus hijos.

—Además la princesa Mérida viene conmigo.

Mérida quedó boquiabierta mientras la castaña se enganchaba a su brazo.

—Ha vencido al príncipe Alrik, al mismo rey Fergus y por ahí he escuchado que ha peleado contra osos enormes —añadió.

Los hombres intercambiaron miradas al tiempo que Mérida no cabía en su vergüenza. Claro que se sabía fuerte y capacitada para defenderlas pero no era necesario alardear y es que tampoco había combatido contra osos. Y lo de su padre solo habían sido juegos.

El jinete llamado Finn, se encogió de hombros y después asintió con la cabeza.

Rapunzel sonrió —Usted sabe a lo que me refiero —despues miró al escolta —Herr... es una orden.

El hombre se resignó y esperó con buenos deseos a que nada le pasara a su princesa.

Caminaron por el pueblo juntas.
Era toda una experiencia y una explosión de armonía.
La música folclórica resonaba por las calles mientras las personas iban y venían por doquier.

La gente les saludaba amablemente mientras se paseaban queriendo acaparar todo en un sólo día.

Pasaron por puestos donde les ofrecieron bocadillos y en su camino a la academia del sol disfrutaron en primera fila las canciones tradicionales por violinistas y pandederos.

En la academia tuvieron acceso a la biblioteca y desde allí miraron el pueblo.

Un cosquilleo le recorrió el cuerpo con tan hermosa vista, Corona era sin duda un lugar magnífico en la suma de sus personas, su arquitectura, su flora, la música y los olores... estaba segura de que aún se le estaban escapando detalles por mencionar pero se debía a que apenas lo estaba conociendo.

Se alejó de la ventana al sentir la mirada de Rapunzel.

Les esperaba otra parada.

...

El oso y El sol [Meripunzel] #EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora