18. Encuentro

1K 122 38
                                    


Cruzaba el patio del templo con sus libros bajo el brazo, cuando alguien la llamó a lo lejos.

—Maestro, ¿en qué puedo servirle? —inclinó la cabeza levemente cuando el anciano estuvo frente a ella.

—Es la Reina, ha venido por usted. Quiere arreglar unos asuntos y desea que la acompañe.

Marina frunció el ceño luego de oír eso. Debía ser un error.

—Maestro... ¿Ha dicho “la Reina”?

—Así es, venga de prisa señorita Molan, no hagamos esperar a su majestad.

...

Al llegar a la oficina del Superior, la joven académica se quedó estupefacta. De verdad que esa era la cara de la reina...

—Marina, te necesito, ven conmigo —dijo la mujer.

La muchacha​ cuestionó al Superior con la mirada. No era posible.

—Tranquila... Puedes ir —dijo el anciano.

Y luego de una charla entre el superior y la mujer, las dos salieron del templo dirigiéndose a caballo.

Marina esperó a que se alejaran lo suficiente para enfrentarla.
No podía creer que ni el maestro ni en el Superior se dieran cuenta.

—¿Quién es usted? —preguntó al mismo tiempo que detenía la marcha del caballo.

La mujer se detuvo un par de pasos más adelante.

Aquella mujer bajo aquella túnica, no era la reina.

—Necesito tu ayuda, señorita Molan.

—Eres una bruja, ¿por qué iba a ayudarte?

—Y tú no eres una académica ejemplar. En mis tiempos, los aprendices eran más respetuosos y pulcros... Respetaban el manto. Sin embargo, no he venido a hablar de eso.

Marina chasqueó la lengua ante el comentario de la bruja.

—¿Qué quieres de mí?

—Estoy segura que sabes que la princesa Mérida está en Corona...

—Sí.

—Está en problemas.

—¿Qué le ocurre a Mérida? —inquirió con urgencia.

—Por favor acompáñame y te contaré todo.

...

Se adentraron al bosque hasta llegar a una choza que tenía pinta de abandonada.

Bajaron de los caballos y entraron. No se lo había imaginado, pero la vista por dentro era más agradable y acogedora.

Habían figuras de madera por doquier e incluso olía a galletas.

—¿Usted hace esto?

—No puedes vivir de hechizos toda la vida —contestó con simpleza mientras se sentaba detrás de una mesita—. Bueno sí puedes —sonrió.

—Su técnica es muy buena —dijo ignorando lo último.

—Oh, gracias querida. Por favor, toma asiento.

Estuvieron un rato en silencio hasta que Marina habló.

—Podría dejar de fingir que es la Reina. Es... Incómodo.

—El hechizo dura todo un día, me temo que tendrás que aguantarte.

—Tiene que ser una broma.

El oso y El sol [Meripunzel] #EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora