14. Deseos

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Deseos: El cielo está lleno de ellos

...

Iban en silencio, sólo se escuchaban los cascos de los caballos.
Mérida iba mirando el paisaje y no se dió cuenta que Angus había disminuido la velocidad de su andar quedado atrás de Maximus.

Rapunzel miró hacia atrás encontrándose con la distraída pelirroja.

—¿Pasa algo?

Mérida le devolvió la mirada y sonrió.

—Me recuerda a DumBroch... Vamos Angus —cabalgó a su lado.

—¿Quieres descansar? —su voz sonó dulce y protectora—, podemos detenernos un rato.

Mérida lo pensó pero rechazó la idea. Pronto anochecería y era mejor estar en el castillo antes de eso.

Siguieron avanzado en silencio hasta llegar a las construcciones del pueblo.

Rapunzel no estaba segura de prometerle algo así... Pero era buena idea.

—Oye, despues de la boda debemos ir a DumBroch —decirlo en voz alta llenó de entusiasmo a la misma castaña—. Tómalo como un regalo de bodas.

La sonrisa de Mérida se extendió lentamente y su ojos centellaron maravillados.

—¿Hablas en serio?

Rapunzel asintió.

Su sonrisa vaciló al igual que su mirada.

—Tus padres...

—¿Quieres que vayan? —Rapunzel inclinó la cabeza de lado ante el comentario de Mérida.

—¿Qué? Oh... No, no... Me refería a que si ellos lo van a permitir.

La castaña rodó los ojos.

—Creo que estamos intentando que nuestra boda sea algo agradable... Mérida no eres una prisionera... Pensé que lo entendías —hincó espuelas y el andaluz aceleró su paso.

Mérida maldijo para sus adentros, tenía que ser tan tonta para arruinar un momento así.

Avanzó hasta ella pidiéndole que se detuviera pero la castaña hizo caso omiso.

—Rapunzel... ¿Qué tengo que hacer para que me disculpes? Soy una tonta de verdad lo siento... Por lo menos voltea a verme —decía suplicante a la princesa de Corona que iba con un porte indiferente y por alguna razón el caballo parecía imitarlo.

Pero si algo sabía hacer Mérida, era ser insistente y terca hasta lograr su cometido. Y así después de varios intentos por fin le respondió.

—Tienes que besarme para que pueda disculparte —su voz tajante y ojos indiferentes le parecieron familiares.
Marina solía hacerlo cuando ella hacía cosas estúpidas.

Sus mejillas se volvieron igual de rojas que su cabello al pensar en lo atractivo que eso resultaba.

Rapunzel detuvo el paso y la miró a los ojos.

—¿Puedes hacerlo, Mérida DumBroch?

La pelirroja asintió mansamente.

Rapunzel se inclinó hacia ella con los ojos cerrados, asegurándose con las piernas al asiento del caballo.

Casi de inmediato sintió los delgados y suaves labios de su prometida en un beso que duró varios segundos.

—¿Me disculpas?

Rapunzel le respondió que lo haría con otro beso.

Después de eso continuaron hasta llegar al castillo, donde fueron gratamente recibidas por los monarcas. Cenaron y se despidieron para irse a dormir.

El oso y El sol [Meripunzel] #EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora