Capítulo 3. El Bosque GreenRock

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Pero entonces, cuando intenté pasar el puente, vi que estaba levantado, por alguna extraña razón. Me quedé paralizada. ¿Cómo saldría de la fortaleza? La única opción era saltar, pero Carbón no estaba entrenado para una hazaña de estas dimensiones. Había como una fosa de agua de unos dos metros o tres de ancho. Pero debía correr ese riesgo.

Aceleré el ritmo de mi corcel como una brisa se acelera y se forma un huracán. Ahora sí que ya no me podía echar atrás. Entonces le di la orden de saltar a Carbón, y él... saltó. Los segundos que pasé suspendida en el aire me parecieron horas.

Pero, mi caballo tocó el suelo y rápidamente emprendió el viaje de nuevo. Eché una media sonrisa:

 -Bien hecho, Carbón.

Seguí a caballo por las afueras del pueblo, dónde los campesinos tenían sus cultivos. Están trabajando muy duro para que el año que viene tener algo que llevarse a la boca. Lo que es difícil, ya que eso depende totalmente del clima.

Estaba llegando a los lindes del bosque cuando me paré. Bajé de Carbón y caminé un poco. Aún era media mañana y el sol todavía estaba perezoso, porque no hacía calor. Debía pensar dónde me alojaría ahora: en el bosque, lleno de alimañas pero del que podría comer (eso sí, no tendría un techo para resguardarme del frío y de la lluvia). Por otro lado, tenía una casa de campesinos, pero había un problema. Podrían entregarme a mi hermana por una triste barra de pan.

Las dos eran unas ideas pésimas. Pero dentro de lo malo, siempre escoges la mejor. En este caso las dos parecían ser igual de malas.

Miré a las casas de los aldeanos, que estaban trabajando, humildemente y llenos de pobreza, y sentí que ese no era mi sitio. No pertenecía allí. Luego, dirigí la mirada al bosque, pero sólo veía espesa vegetación.

Algo me llamaba del bosque. Por instinto, algo me decía que me debía esconder allí. Pero no tenía refugio. Allí sólo tenía comida (si conseguía cazar algo, evidentemente) e intimidad. No creo que mi hermana piense que estoy en el bosque, cree que duraría menos que nada.

Entonces vi como una mariposa se posaba frágilmente en una rama. Era delicada y en cambio, provenía de los densos árboles.  Me di cuenta que no todos los animales tienen que ser voraces para sobrevivir. Basta con no romper la armonía del bosque.

Me bajé del caballo, saqué el cuchillo, lo levanté y me dispuse a cortar unas hojas que me impedían el paso, adentrándome en lo escuro y desconocido del pueblo: el Bosque de GreenRock.

Empecé a caminar. Me resultó difícil al llevar el caballo casi a rastras.

Caminamos durante horas y decidí parar y comer algo. Saqué de la mochila un panecillo, ya que no quería agotar mis cortas reservas ya el primer día. Intenté buscar algo por los alrededores, como algún fruto seco, un vegetal o cosas por el estilo. Pero no encontré nada excepto una seta, una seta venenosa. ¿Cómo lo sabía? Los libros son la clave. La clave para todo, ya que no sólo sirven para entretenerse, sino que también amplían tus conocimientos. Si no supiese leer, habría muerto al instante. La sabiduría te hace más fuerte.

Ahora debía irme de allí, y empecé a caminar un poco más rápido, ya que debía encontrar un claro antes de que anocheciese y levantar un campamento.

 Durante todo el camino, tuve la extraña sensación de que alguien me seguía. Me paraba y el bosque estaba calmado. Continuaba y parecía una casa de locos.

 -¿Quién me sigue?- pregunté, con voz firme y serena. Nadie contestó.- Seas quien seas no eres un animal- dije esta vez más bajo- ya me habrías intentado matar.- no hubo respuesta, y seguí mi camino. Pero esta vez ya nadie me seguía. Debí de espantar a quienquiera que fuese.

Horas pasaban y yo estaba agotadísima por la huida, ya que no había dormido nada. Vislumbré un claro a lo lejos,  tapado en parte por las copas de los árboles. El lugar perfecto. Allí decidí asentar mi “campamento”, que es lo que se convertiría un rato en una hoguera (que me costó mucho hacer, con una cuerda y un palo. Pensaba apagarla por la noche ya que delataría mi posición), una estaca para sujetar al caballo y cuatro palos largos en el suelo, para poder construir una cabaña. Me pondría a hacer eso mañana. Salí a “cazar”, consiguiendo un conejo despistado que cacé con una trampa mientas recogía bayas. En mi anterior vida, que una princesa comiese eso habría sido un ultraje, ya que es una décima parte del banquete que nos solíamos dar y no se podría considerar alta cocina. Cuándo quería volver al claro, sentí otra vez que alguien me seguía. Esta vez me giré rápidamente y con el arco cargado. Mirando agresivamente a lo que me encontraría. Pero mi expresión cambió radicalmente. No me podía creer a quien tenía delante de mis ojos.

North Warriors (Guerreros del Norte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora