Capítulo 13. Un charco de dos sangres.

177 19 4
                                    

Un hombre de mediana edad se acercó a mí de inmediato y me dijo:

 - Vayámonos, majestad, no hay tiempo que perder.- asentí y me guio entre la maleza del bosque.

 ***

Caminado ya medio kilómetro más o menos, el hombre se paró:

 - De esta roca- me indicó señalando una enorme piedra plantada en medio del bosque.- a ese riachuelo de allá podéis cazar. Dudo que Sanso se alegre mucho si os pasa algo. Mi consejo es que no salgáis de este perímetro o se enfadará.- me empezaba a gustar este señor.- Confío a que vendrá a ver qué tal estáis con el nuevo muchacho. Mucha suerte, mi señora.

 - Gracias.- agradecí la información bastante. Debía aprovechar el momento para cazar y darle a Sanso con la comida en las narices.- Por cierto, ¿Cómo te llamas?

 - Ennis.- sonrió. Esa sonrisa me resultaba muy familiar pero no sé porque. Se dio media vuelta y avanzó hasta su zona. Lo seguí con la mirada hasta que se perdió por los árboles.

 -Bueno, bueno, ¿qué tenemos por aquí?- susurré. No veía más que helechos y un par de árboles repartidos por ahí.

Decidí aproximarme al riachuelo, a lo mejor algún despistado animal se había decidido a beber. De camino puse alguna que otra trampa muy sencilla (no tenía materiales como para hacer una trampa más complicada y eficaz) en la boca de algunas madrigueras. Algunas parecían abandonadas, pero valía la pena probar.

Cuando llegué vi que no me equivocaba. Un pequeño corzo agachaba tímidamente la cabeza para beber. Debió oírme y giró la cabeza. No huyó, sentía curiosidad a pesar de que le estaba apuntando a poca distancia.

 -Lo siento amiguito, eres tú o yo.- y le lancé una flecha a la cabeza.

Me apenó mucho lo del animalito pero había unas sesenta personas en el campamento que necesitaban comer. Me acerqué al arroyo y vi mi reflejo. Había cambiado. Bueno, no considerablemente pero se notaba que desde aquella última vez que me vi a mi misma tenía algo distinto.

La piel, estaba curtida, y se podían apreciar cicatrices en algunas partes de mi cara o brazos. El pelo, estaba más  largo y ondulado. A veces me molestaba, pero no quería cortármelo. Existían métodos para que no me molestase. Me hice un moño a la altura de la coronilla y en marcha. Pero antes de levantar la vista de mi reflejo, vi algo que me dejó helada. Alguien estaba de pie detrás de mí.

El terror me recorrió la espina dorsal porque no lo reconocía, el agua estaba ahora turbia. Reaccioné rápidamente, dándome la vuelta de manera muy brusca cogiendo mi cuchillo. Apunté a la persona detrás de mí.

- Estás alerta, princesa.- dijo con voz socarrona Sanso, que se encontraba detrás de mí.

 - Me has dado un susto de muerte, Sanso.- bajé el cuchillo, pero no de inmediato. Y es que, todavía desconfío de él.

 - ¿Qué tienes?- gruñó.

 - Míralo tú mismo.- y señalé con la cabeza al pequeño ciervo que había cazado. Sanso me miró incrédulo después de echar un ojo a la pieza.

 - Has heredado todo de tu padre.- dijo, y por una vez, me pareció que no había rabia o acusación en sus palabras.- No sólo las riquezas y la arrogancia, je.- intentó bromear.- Él se lo montaba bien con un arco y unas flechas.

 - Lo echo de menos.- me sorprendió hacer una confesión tan profunda a alguien al que no soportaba. Él esbozó una sonrisa triste y miró abajo.

 - Será mejor que llevemos el corzo al campamento.- cambió de tema radicalmente, es un tema incómodo. Cogimos la presa y la examinamos mejor.

Apenas le habían salido los preciosos cuernos de terciopelo. Su pelaje era precioso, y suave. Ahora sí que me daba lástima haber matado a una criatura tan hermosa.

 - Vaya, con esto Sazan podrá hacer un buen potaje.

 - Sí, comerán todos. Oye, voy a comprobar las trampas antes de irme. Puedes ir yendo, ya me sé el camino.-dije.

 - Pues adiós.- dicho esto giró sobre sus talones y se alejó por el bosque caminando con mi primera caza al hombro.

Empecé a recordar dónde había puesto las trampas y las localicé todas. Conté seis madrigueras y dos trampas en el suelo. De las madrigueras, la mitad estaba vacía, y en las otras había presa. Más tres conejos para Eva. En las del suelo encontré una disparada pero sin nada (me la habían jugado) y una ardilla.

Tres conejos, una ardilla y un ciervo. No está nada mal.

Comencé a caminar por entre los árboles. Sentí un ruido detrás de mí. No dude en sacar el cuchillo.

Vi unos helechos moverse y al principio pensé que era un animal. Sólo al principio.

Después vi quien realmente era y eché a correr en dirección contraria al campamento. ¿Qué podía hacer? ¿Ir al campamento, dónde descubrirían todo el pastel y matarían a todos o irme a otro lugar y que me matase igualmente? Sacrificarme por el bien común era lo más acertado.

Dalibor el terrible me seguía. Corrí atemorizada como si me fuese la vida en ello, y así era. Ya había sobrepasado el perímetro de caza, por lo que no había vuelta atrás; si me mataba o me dejaba herida nadie me acudiría. Una cuesta abajo. Ya empezaba a jadear por el cansancio pero no me detuve.

Un dolor terrible me recorrió el cuerpo. Tenía una flecha clavada en el trasero (por muy cómico que suene, la situación no es de risa). Tropecé y me caí cuesta abajo rodando.

La cuesta se acabó y me paré, casi mareada por el dolor. Solté un grito grave, para que Dalibor supiera que ya no era la misma niñita débil. Que ahora era una guerrera y lucharía por mi vida.

Me alcanzó y me dijo:

 - Vaya, vaya. Te he estropeado el bonito culo que tienes, ¿verdad reina?- no respondí. Sonreí con odio.- Te he hecho una pregunta.- se enfureció y me dio una bofetada. Le respondí.

 - Seguiré teniendo el culo bonito después de esto, aunque tú no puedas disfrutarlo.- le rebatí. Se abalanzó sobre mí y me agarró el cuello.

 - Has madurado.- se burló.- te has olvidado de los vestiditos. Oh mira, tu primera cicatriz.- me quedaba sin aire y noté como me mareaba aún más. Pero no me desesperé. Tanteé mi cadera y alcance el cuchillo clavándoselo en un ojo. En seguida se soltó y se echó para atrás.

Aproveché para escabullirme rápidamente y ponerme en posición de ataque reptando.

 - ¡AHHHHH!- gritaba, soltando todo tipo de palabrotas por su asquerosa boca. Le clavé el cuchillo en la pierna, obligándolo a bajarse. Funcionó pero me llevé un puñetazo en la cara.

Alcé mi brazo derecho con potencia y el cuchillo le rajó el cuello.

Cayó encima de mí inmóvil, con los ojos abiertos, pero aún respiraba. Esta vez me aseguré de que estaba muerto y le acuchillé en el pecho. Me lo aparté de encima y esta vez ya se había ido. Que se vaya al infierno.

Dejé escapar un grito de dolor y auxilio, y me desmayé en el charco de dos sangres; la del bien y la del mal.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------

Quería agradecer a todos los lectores que aún siguen mi novela y han llegado a este punto. Muchas gracias de todo corazón <3

North Warriors (Guerreros del Norte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora