Capítulo 7. Heridas.

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Mi madrina parecía en estado de shock por lo que le acababa de preguntar.

 - ¿Cómo dices, mi niña?- respondió con un hilillo de voz.

 - Madrina, necesito que te subas a un caballo, lo lleves a la mayor velocidad posible hasta la salida. Allí…

 -¿Pero cómo piensas abrir la puerta? Apenas dos buenos mozos pueden levantarla.- me interrumpió Leonor sobresaltada.

-Tengo un plan. Escúchame, necesito toda tu atención. Va a ser peligroso, y no nos podemos permitir ni un solo error.-dije atropelladamente- Tenemos poco tiempo. En seguida se darán cuenta de tu huida y sabrán que he estado aquí. Bien, no abriremos la puerta, haremos que nos la abran. Tengo una piña, la encenderé, la tiraré por encima del portón. Yo estaré escondida en el arbusto de al lado. En el momento que empiece a abrirse vendrás hacia mí, me subiré al caballo y seguirás a galope hasta la entrada y saltarás el foso.-vi que abrió la boca y seguí hablando.- Necesito que hagas esto por mí, saldremos la dos impunes. Confía en mí.

 Me vi corriendo, piña en mano por el jardín. Me escondí, y cuando vi a lo lejos en los establos a Leonor con el caballo, preparada para salir no pude reprimir una sonrisa, y sentí como empezaba el revuelo.

Empezaron a tirar las cuerdas al otro lado de la fortaleza. Giré la cabeza y vi cómo Leonor venía galopando en el Pura Sangre de mi padre.

Cuando paró el caballo para poder subirme. Ya casi podían vernos, ya que estaba levantada ya un metro y medio más o menos.

Arco en mano, y carcaj a la espalda dije:

 - ¡GALOPA!

 - Aún no está del todo levantada…-intentó decir.

 -¡VAMOS!-interrumpí y le di un golpe fuertísimo al caballo con una flecha. Leonor lo dirigió y fuimos a velocidad de vértigo hacia la salida para poder saltar el foso. Esta sería la segunda vez que lo haría. El portón dejaba ahora al descubierto a los guardias, y disparé como si no hubiese mañana, acertando en casi todos los blancos.

Entonces llegó el momento de saltar. El caballo se elevó por los aires y como si el tiempo se detuviera sobrepasamos el agua fangosa que rodeaba el castillo. De repente, sentí como un dolor agudo e insoportable me recorría el brazo. Solté un berrido y el tiempo volvió a su curso. El caballo puso sus patas delanteras en tierra y siguió avanzando sin pausa.

Delante de mí, Leonor estaba a punto de caerse del caballo. Un corte le había atravesado el omóplato, tan profundo que me pareció distinguir el hueso. No me paré a examinarla porque nuestra vida dependía de llegar al bosque.

Tomé las riendas del caballo a pesar de que el brazo me dolía horrores, como si un rosal me penetrara el brazo y las espinas me arrancasen la carne, pero seguí galopando. Íbamos por las afueras del pueblo. Me giré, pero no había nadie siguiéndonos. A pesar de ello no me paré. No me podía parar.

En las lindes del bosque no se veía nada. Únicamente la vegetación que era normal ver. Adentrándonos, ya disminuyendo la velocidad por las ramas que chocaban a menudo contra nosotros.

Cuando consideré que estábamos bastante alejados ya de la entrada a Greenrock, bajé con prisa del caballo y también baje a Leonor que se estaba desangrando. La senté en el suelo, apoyada del hombro sano en una gran roca. El caballo seguía allí. Le di un azote y se perdió por la espesura.

Me acerqué a mi madrina, y le comprobé la herida y era demasiado profunda. No correría riesgo de infectarse si no le cambiaba la ropa sucia por una limpia. La sangre seguía brotando y le puse mi camisa de repuesto de venda. Se le empaparía de sangre en seguida pero por lo menos perdería menos sangre. Le puse la chaqueta para que no cogiese frío y la dejé allí. Estaba inconsciente pero aún respiraba. En el momento en el que me aseguré que no le faltaba de nada, me senté en el suelo, y solté un suspiro. Ahora me tocaba a mí examinarme el brazo.

Me saqué la camisa, chorreando sangre, y vi un agujero. No llegaba al hueso y tampoco era demasiado hondo. Eso sí, necesitaría puntos. ¿De dónde sacaba yo algo punzante, para poder coserme el brazo?

De momento no podría, me haría un torniquete. Ahora lavaría la ropa para tener qué vestir.

Me acerqué al río y lavé la ropa. La dejé secar en la rama debajo del árbol en el que me senté antes y justo cuando la estaba poniendo, oí un grito a lo lejos:

 -¡EVA! ¡EVA!-gritaban. Reconocí la voz del hombre que llamaba, era Alfredo.

 -¡EVA!-la voz se acercaba, y acabaría por encontrarme. Pero no me importaba. Lo ignoré y regresé a junto Leonor.

Seguía inconsciente, y a pesar de que la “venda” estaba manchada, no estaba empapada, lo que significa que la hemorragia estaba remitiendo.

Oí unos pasos detrás de mí, y supuse quien era. Por si acaso, lo esperé, con un cuchillo, lista para atacar si me equivocaba.

Sin embargo no me equivocaba. El inofensivo Fredy había venido a buscarme.

 - Oh, Eva gracias a Dios que…- avanzaba para abrazarme, pero levanté el cuchillo, por lo que si me abrazaba, la daga se clavaría en su pecho.

 - Oh vaya, vienes ahora, en el momento más oportuno para salvarte el culo, ¿no?- le espeté.

 - Por el amor de Dios, Eva, no vengo por mí, vengo por ti…- empezó a ponerse nervioso.

 - ¡Cállate! Eres rastrero, cobarde y ojalá no existieras. No tienes derecho a…- me acercaba enfurecida cuando él alzó la voz por encima de la mía.

 - ¡No entiendes nada, Eva! ¡No sabes nada sobre mí!- sus ojos echaban chispas- ¡¿NO ENTIENDES QUE ESTOY AQUÍ PARA PROTEGERTE?! Los guardias que habían vigilado el castillo… ¿Te crees que fuiste capaz de matar a todos solo con seis flechas? Que, sí, que es cierto que mataste por lo menos a seis guardias, pero había como diez o quince. ¿Quién acabó de liquidar al resto?- ahora sus ojos dejaban escapar alguna lágrima de conmoción. - ¿Te das cuenta ya de verdad de lo mucho que te quiero o sigues pensando que soy un cobarde?- no respondí. Miré a Leonor, como ignorando todo lo que acababa de decir. Pero estaba muy confundida.

Me giré pero me agarró el brazo.

 -Déjame examinar tu herida. 

North Warriors (Guerreros del Norte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora