Una cosa era segura. Habría una guerra tarde o temprano.
Yo no la quería pero Diana se lo ha buscado. No me quedaré de brazos cruzados mientras ella me lo arrebata todo.
Intento localizar a Sanso para hablar con él. Al fin lo encuentro charlando con otros hombres que no conozco del campamento.
- Sanso.- digo seria, sin mostrar ninguna emoción, aunque el nerviosismo me invadía.- Necesito hablar contigo. ¿Nos disculpáis caballeros?
- ¿Qué quieres?- gruñó mientras los demás se alejaban con una reverencia. Me pareció excesivo, pero al ser la recién llegada y ser la parte por la que luchan les habrá causado impresión.
- Quiero unirme a la caza.- espeté.
- ¡JA, JA, JA!-se rio con una sonora carcajada, muy falsa.- ¿Bromeas?
- Oh, por el amor de Dios, casi todos tus hombres están muy mayores, ni siquiera pueden cazar entre todos una ardilla.-lo que dije era cierto, aunque la cara del paleto de Sanso adoptó un color rojo y se le veía enfurecido. Resultaba muy cómico.
- ¿Cómo te atreves a hablar así de mis hombres cuando tú eres una niñata malcriada que no sabe ni usar un cuchillo?- aquello me enfadó pero me controlé. Localicé un cuchillo en el suelo. Había niños por ahí, ¿y si se lo clavaban en un pie o algo? Pero aquello era mi oportunidad; cogí el cuchillo hice que girara un poco sobre mi mano y lo lancé con una puntería asombrosa a un árbol a unos 7 metros de mí. En seguida cayó una manzana redondita y roja rodando por el suelo. El cuchillo se clavó en la rama de detrás.
- ¿Cómo te atreves a hablar así de tu reina?- me burlé. No me gustaba fardar por pertenecer a la realeza, pero él se lo había buscado. Casi pude oír como chirriaban sus dientes de rabia.- Sería muy injusto que no me incluyeses, y sabes que perderías mucho sin mí.
-¿Qué más sabes hacer?- masculló.
- Te hago mil maravillas con un arco y un carcaj de flechas, y mi manejo de la espada es impecable.- me regodeé.
- Mañana es tu primer día.- confirmó a regañadientes.- Como no traigas nada…
- Haré que te tragues tus palabras Sanso.-dicho esto se alejó lleno de furia.
***
Después de esto, le expliqué a Alfredo cómo había logrado “convencer” al cruel Sanso.
-Eres valiente, no todos son capaces de plantarle cara.- respondió asombrado.
- Ese imbécil necesitaba a alguien le parase los pies, Freddie.
- ¡No me llames Freddie!-exclamó.- No me gusta y lo sabes.
- ¡Tranquilo!- entonces me empecé a reír. Ya no consideraba a Alfredo un enemigo sino un amigo. Pero otros sentimientos empezaban a brotar. Será confusión, aún me acabo de incorporar aquí.
Pasaron las horas, y llegó la hora de cenar, a pesar de que no tenía apetito. Cenamos a base de hierbas y algún que otro conejo. Una cena muy pobre.
La oscuridad invadía el campamento y todos se iban a sus respectivas cabañas. A mí me habían cambiado a una pequeña para mí sola. La verdad, mejor así, sería incómodo compartir cabaña con gente que cree que soy superior.
Justo cuando me iba a sacar la ropa para acostarme se oyeron gritos fuera. No dudé en salir a ver qué pasaba, con el arco de mi padre.
Salí, y había una familia de campesinos corriendo a la luz de las antorchas. Localicé a Odes , que iba corriendo a acudirlos. Yo también me acerqué:
- Señor, hemos salido del pueblo porque nos enteramos que había un campamento en contra de la reina Diana.-afirmó el padre.- Rurtesio nos lo contó.
- No os preocupéis, buen hombre, hay cobijo para todos, ahora…-pero el campesino le interrumpió.
- No entendéis, hay mucha vigilancia. No quieren que salgamos del pueblo para reunirnos a la revolución. Un guardia nos sigue.- el rostro de Odes palideció.
- Odes, iré yo, debemos matar al guardia.- atajé.
- Eres demasiado valiosa, y…- empezó.
- Sabes que soy más ágil y más resbaladiza, a parte que soy más pequeña y me escondo mejor.
- Pero…- dudó.
- Confía en mí.- y salí corriendo al bosque y desaparecí entre los arbustos. Unos cien metros más apartado del campamento había un caballo atado. Y al lado, de pie un guardia que se había parado a inspeccionar algo en el suelo. Supuse que serían las huellas de los campesinos.
Me levanté cuando él se levantó, y como un demonio del bosque surgí de los arbustos apuntándole con una flecha a la cabeza. Miró para mí impresionado. No le di tiempo a reaccionar, lancé la flecha, que le dio en la cabeza y cayó con un estruendo.
Le tomé el pulso y me aseguré de que estaba muerto, lo subí al caballo y me subí yo, cosa que no fue fácil y fijo que si estuviese alguien allí lo tomaría como algo cómico.
- Vamos.- susurré, dándole con las riendas al caballo. Y el caballo fue más rápido de lo que quería.
Llegué en seguida a junto Odes, que ahora estaba acompañado con Sanso, Alfredo y otros generales, a la expectativa por si debían intervenir.
-¡Alguien debería borrar las huellas!-exclamé desde el caballo.- Y traigo un caballo y al guardia. Muerto.
-Odes, eres un insensato.- bramó Sanso.- Debería haber sido yo.
- Estoy más que capacitada, Sanso.- gruñí.- No necesitaba ningún tipo de ayuda. Lo he traído muerto, y a su caballo. No se ha enterado de nada. ¿Qué más quieres, eh?- Sanso se alejó hablando por lo bajo, mientras los del campamento estallaban en vítores y yo me sonrojaba.
ESTÁS LEYENDO
North Warriors (Guerreros del Norte)
AventuraPara Eva, la muerte de su padre ha sido un golpe muy duro, para cuanto más tener que pensar que su hermana menor, Diana, la está traicionando y va en su busca para matarla por una simple razón: la corona. Eva tendrá que aprender a vivir en el bosque...