Capítulo 10. Presentación en el comedor.

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Al día siguiente me encontré mejor y salí a tomar el aire. Estaba charlando con Alfredo:

 - O sea, esto es un campamento rebelde en contra de mi hermana, ¿no?- resumí.

 - No nos gusta llamarlo rebelde- frunció el ceño.- Digamos que… no estamos de acuerdo con tu hermana.

 - Odes no ha sido demasiado claro que digamos.- titubeé antes de pronunciar las siguientes palabras.- Oye, gracias por… ya sabes…

 - ¿Salvarte la vida? De nada, princesa.- esbozó una sonrisa burlona. Puse los ojos en blanco.

 A la hora del almuerzo Alfredo me dirigió a una tienda de campaña. Era la más grande de todo el Campamento. De camino pude ver la distribución de éste.

El Campamento estaba en un claro en el bosque (aún no sabía de qué bosque de Urtia se trataba). Estaba compuesto por unas veinte refugios, en el que mujeres (a algunas las reconocía, criadas del castillo), niños y hombres convivían.

Algunos hombres salían del bosque con conejos atados al cinturón. Había un grupo que traía un corzo entre todos.

 -¡Odes! ¡Traemos festín para la cena!- exclamaba uno de los que cargaba la caza.

 -Vaya…- le susurré a Alfredo.- No suelen traer grandes piezas. Si eso es un festín…

 - No, la verdad. La mayoría son guardias retirados o simples campesinos.- me contestó.- A pesar de eso, hacen buena labor trayendo comida y son valientes arriesgándose a ser vistos.

 - Sí, eso sin duda. Agradezco su valor.- una “reina” tiene que demostrar afecto por el pueblo, ¿no?

Pensé en unirme a la cacería. ¿Por qué no?  Sabía tácticas y trampas, podríamos comer bien todos los días. Además, nadie entra en un bosque tan espeso. Sería una misión suicida si eres campesino, y los guardias piensan que no he ido lejos del castillo y me alojo en Armia. Se lo comentaría a Odes después del almuerzo.

Entramos en el comedor, un olor a guiso me entraba por las fosas nasales. Hacía semanas que no olía comida caliente cocinada con especias y eso. Todo se limitó a conejos asados y alguna que otra baya.

Observé la enorme tienda. Me sorprendió lo bien montada que estaba. Una mujer de pelo canoso y regordeta removía el estofado que había en una gran olla. Los cazadores descargaban las presas detrás de ella, supongo que para que las limpiase y cocinase para la cena. Piedras y troncos estaban situados a disposición de sillas y mesa, y todos estaban, o bien sentados o en la fila que había hasta la olla. Al fondo de la estancia, una mesa más grande destacaba entre las demás. Presentía que me pondrían allí para presentarme y todo eso, pero la verdad, lo único que quería era pasar desapercibida. Aunque ya no era posible.

Todos los que se encontraban allí se quedaron perplejos mirando para mí con expresión de sorpresa y murmurando entre sí cosas como << ¡Es ella!>>  << ¡Está viva, gracias al cielo!>>.

Odes apareció detrás de mí y me dijo:

 - Oh, no os molestéis en hacer cola, majestad. Tenéis ya la comida en la mesa del fondo.

 - Euh… Sí, lo sé… - tartamudeé.-Pero querría sentirme como todos los que están aquí, si no os importa… No creo que por ser la… reina…-pensé antes de decir esta palabra, ya que realmente no era la reina.- tenga que tener más privilegios que ellos…- dije amablemente como sí no importase.

 - ¡Oh mi señora!- exclamó. Noté que se le iluminaban los ojos.- Sois muy leal y generosa. ¡Una gran líder, como vuestro padre!

 - Odes, puedes tutearme, por favor.- dije, porque tenía mucha más confianza con él que con cualquiera del campamento (exceptuando a Alfredo).- Y si hoy te complace, me sentaré allí, pero no de manera perpetua.

- Como deseéis, euh, quiero decir como desees.- esbozó una sonrisa y me guio hasta la mesa.

Sentada ya a la mesa, y muerta de hambre abrí la boca para comer. Se me caía la baba al ver ese estofado de conejo delante de mí. Pero la comida tuvo que esperar para las palabras del recibimiento de Odes:

 - ¡La reina ha llegado al campamento!- exclamó, y la mayoría contestó con vítores. Me sentí avergonzada, no tenían por qué- Ya está recuperada de su caída y se encuentra en perfectas condiciones. ¿Algo que añadir, mi señora?

 - Sí.- musité.- ¡Quiero agradeceros a todos vosotros la labor que estáis haciendo, sois todos muy valientes! Disfrutad de la comida que nos han dado.-zanjé.

Todos aplaudieron y me sentí abrumada. Alfredo estaba delante de mí en la mesa y no me quitaba los ojos de encima.

 - ¿Tengo monos en la cara? - le espeté medio riendo. Él se río.

 - ¡El pueblo te adora! - sonreí y me puse manos a la obra con la comida. Alfredo no tardó en volver a hablar.- Lo que más me gusta de ti es como comes. Parece que te ha enseñado un hombre de las cavernas a sujetar los cubiertos.

 - Ja, ja, ja.- reí sarcástica.- y a ti te enseñó a hacer chistes Eudes el Juglar.-Eudes hacía chistes de los que te dan ganas de matarlo. Dicen que en su tierra natal el rey estuvo a punto de decapitarlo por no satisfacer sus necesidades humorísticas.

 -¡Oye!- se hizo el ofendido.- ¡Eso es pasarse!

 Acabamos de comer y me quedé esperando a Odes.

 - Odes.- le llamé.- Quería hablar contigo. Verás yo… Quiero unirme a la caza. Sé que soy una mujer pero te aseguro que puedo llegar a ser más hábil que cualquiera de los hombres.

 - No va a ser posible.- dijo tristemente.- Verás, alteza, yo no gestiono el tema de la caza. Me temo que vas a tener que convencer a Sanso. 

 - Está bien, hablaré con Sanso.- no estaba muy segura de que me dejase pero por intentarlo… Es detestable. Se cree el rey del campamento y es muy prepotente. Además, aún le guardo rencor por lo que dijo cuando acababa de despertar.

 - Ah, y otra cosa, mi señora. Somos muy pocos, pero comprenderá que debemos reunir las fuerzas suficientes para tomar el reino.

North Warriors (Guerreros del Norte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora