Capítulo 4. Alfredo.

232 23 0
                                    

Ante mí, de pie, se encontraba Alfredo.

Alfredo estaría en mi lista de prometidos si no me hubiese fugado de casa. Era guapo, alto, musculoso, el chico que cualquiera chica hubiese querido. Tenía el pelo corto, y unos ojos avellana, y aunque no era exactamente moreno de piel, tampoco era un blancucho.

Además, era el hijo del Duque de Altorroble, todo un fichaje. Pero yo lo odiaba. Era engreído, un cerdo y sólo se preocupaba de sí mismo. Habíamos coincidido un par de veces en castillo, y no paraba de molestarme. Que si Eva esto, que si Eva lo otro, que si lanzo tres sacos de 50 kilos, que si di en la diana 3 veces con el arco… Me daban ganas de estamparlo contra la pared.

Y ahora estaba allí, apuntándolo con un arco y mirándonos a los ojos. Abrió la boca para decir algo pero entonces me giré y corrí tan rápido como me permitiesen mis piernas.

Llegué al “campamento” y estuve pensando en recoger todo e irme pitando, ya que el cabeza de chorlito podría contar perfectamente a mi hermana dónde estaba. Además me había seguido todo el camino, sabría perfectamente guiar al ejército hasta aquí. Pero entonces pensé que qué hacía él en el bosque. Y por qué me seguía. Él parecía tan aturdido como yo.

Unos ruidos detrás de mí alertaron que Alfredo se acercaba. No hice nada, sólo cargué mi arco. Apareció en seguida.

 -¡¿Qué es lo que quieres!?-exclamé con furia.

 - Eva yo…-dijo- sólo he venido a protegerte.

- ¿Ah sí? Claro, tú siempre fardando de todo lo que haces. Que si le di a la diana, que si tiro 50 kilos… - más bien mi tono era de reproche ahora.

 - Oh, por el amor de Dios, baja el arco, no sabes disparar, y aún te harás daño.- No debería haber dicho eso. Apunté y disparé, cortándole un poco la oreja.

 - No sé disparar, es cierto. Te habría dado en la cara.- dije seria sin apartar la mirada de su expresión.- ¿Qué es lo que quieres realmente?

 - Ya te lo he dicho, protegerte.- sonaba casual, como si estuviésemos hablando normal.

 - ¿Por qué? Mi hermana me reclama de una pieza, ¿no es eso?- dije con sarcasmo.

- ¿Durante todos estos años y no te has dado cuenta?- dijo.

 - ¿De qué?- dije, medio indignada.

 - ¡De que te quiero!- me quedé asombrada. Yo no quería que me quisiera, no quería romperle el corazón.- Eva, todos estos años, te hablaba y te escribía cartas porque estoy enamorado de ti, y no pararé hasta que te vea sana y salva.

 - ¿Qué me estás diciendo? Yo no necesito que alguien me quiera y menos en estos momentos.- suspiré- Alfredo, vete a casa, vive feliz y olvídame. Yo viviré aquí, y estaré bien.- solté- No puedo volver.

 -No puedo.- este tío empezaba a ser pesado.

 - Vete Alfredo. ¡VETE!- grité.

 - No te dejaría ni por todo el oro del mundo.- dijo mirándome fijamente a los ojos.

 - Serías un estorbo, me molestarías.

 - Haré lo que me pidas, siempre que esté a tu lado.- no entiende el concepto de “vete estaba mejor sin ti gracias”.

 -Dame tiempo para pensarlo. Vete un rato, necesito descansar. No te vayas muy lejos.- dije al fin. Estaba cansada.

 - Vale, pero te vigilaré.- soltó.

 - Si no hay remedio…

Este chico es peor que una lapa. Me senté en el fuego respirando hondamente. Y así me hallo, decidiendo si el pelma se queda o no.

 - Ven.

 -¿Sí?

 - Te puedes quedar. Pero tendré tiempo para estar sola y para cazar.- accedí- ¿Traes comida?- negó con la cabeza. Genial, suspiro. Una boca más que alimentar.- Bien… Cocinaré el conejo.

 - ¿Lo has cazado tú? Yo una vez cacé un venado y…- empezaba a contar sus historietas.

 - Cállate. Me da igual, eres un poco creído.- me arrepentí de ser tan borde.

 -Y tú un poco borde, ¿no princesa?- dijo echando una sonrisa.

 - No tiene gracia. Si sabes cazar tan bien, mañana cazamos cada uno por su cuenta, a ver quién gana.- dije sin gracia.

 - No sé por qué vine a buscarte.

- Lo mismo digo.- dije.- ¿Cómo me has descubierto?

 - Leonor me ha dicho que estabas escondida. Y si mal no recuerdo, te ayudé a herrar a tu caballo, y seguí las pistas.- soltó.

 - Ponme al corriente.- exigí.

 - Bueno- adoptó una expresión triste- Tu hermana ha puesto una recompensa de 200 dinares por ti. Se ha proclamado reina. Y- titubeó- Han encarcelado a Leonor.

Mi cara palideció de repente.

A Leonor no, a ella no.

Creo que mi hermana buscaba un reclamo. Y lo ha conseguido, porque sé que ejecutará a Leonor.

Ya no sé siquiera a qué tipo de torturas la han sometido para averiguar mi paradero.

Leonor sufriendo, por mi culpa.

North Warriors (Guerreros del Norte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora