Capítulo 7
Había algo con lo que Yuri Nikiforov no contaba cuando llegó la mañana del sábado, el día en que su hermano y Yuuri viajarían y era una precipitación inesperada que comenzaba a formar pequeños charcos en frente de la acera.
—Estúpida lluvia— murmuró sentado en el sofá mientras Yuuri se movía de un lado a otro asegurando sus pertenencias en pequeñas bolsas de plástico, Viktor revisaba una y otra vez su móvil en espera del Uber que había pedido hace ya más de diez minutos.
El sonido de un auto estacionarse le hizo apurarse a la puerta, pero al reconocer la moto del guardaespaldas de Yuri volvió a su móvil, Yuuri se paró para abrirle la puerta.
—Eres un idiota pie por venir en moto... Sacúdete antes de entrar a la casa—dijo el más joven volviendo al sofá, Otabek rodó los ojos pero no le contestó, entonces Yuuri se aproximó al canadiense extendiéndose una toalla.
—Pezcaras un resfriado, Otabek.
—Estaré bien, señor Katsuki, tengo altas defensas.
—¿Porque no trajiste el auto?
—Mi compañero tiene que ocuparlo durante un par de horas, deberá traerlo alrededor de las dos de la tarde—. Y es que Jean y Guang Hong seguían con la idea de la fiesta, a pesar del mal tiempo, no parecía importarles el pequeño detalle de que el patio de la casa de Jean estaba a la intemperie dejando el asador completamente inútil.
—¡Por fin llegó!— exclamó Viktor, llamando la atención de todos—. Bueno, será mejor marcharnos ya, el aeropuerto será un completo caos, espero que no tengamos que hacer escala.
—Nos vemos el martes, Yuri, por favor, llámanos por cualquier cosa y si es necesario vendremos de inmediato—. El ruso rodó los ojos con hastío y les despidió en la puerta, diciendo que ya era mayor y que dejarán de tratarlo como un bebé.
Viktor le explicó las últimas recomendaciones a Otabek, puesto que le habían pedido que se quedase en la casa para mayor seguridad de Yuri, cosa que el rubio apelo hasta que se quedó sin voz, aún asi ya no podía hacer nada al respecto, pero se consolaba con el pensamiento de que haría a Viktor un hombre con una deuda muy alta en la tarjeta platino que pensaba gastarse en un futuro.
Finalmente salieron a tomar el auto que ya se había estacionado en la entrada.
El ruso y el canadiense se quedaron en silencio un par de segundos hasta que el rubio se levantó del sillón mirándolo expectante.
—Entonces... ¿tú compañero está usando el auto?
—Es lo que dije.
-Hum...
Yuri clavo su dedo índice en el pecho húmedo de Otabek.
—Toma una ducha, te enfermaras si sigues empapado, no quiero cuidar a quien se supone es mi niñera los próximos tres días—. El canadiense asintió y fue a la que, sería su habitación temporal durante ese tiempo.
El rubio paso el rato cambiando los canales de televisión hasta que se tipo con la imagen de un pastel con forma de tigre que se le hizo demasiado cool y ya pensaba en mándalo a preparar para su próximo cumpleaños.
Sin embargo, al guardar la foto, recordó la breve conversación que el canadiense y el vendedor del sistema de seguridad habían tenido hace unos días.
Hoy era el cumpleaños del tal Leo, al parecer un amigo y compañero de su guardaespaldas y este no parecía muy apurado por ir puesto que estaba ahí.
Miró una vez más hacia la incesante lluvia de afuera ¿Se habrá cancelado? Era lo más probable. Lo mejor sería preguntar.
—¿Hola?— Yuri reconoció la voz del joven tendero y saludo, mirando de vez en cuando hacía el pasillo que daba al baño para vigilar que Otabek no lo sorprendiera.
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MI GUARDAESPALDAS
FanfictionOtabek Altin, un agente federal de la Policía Montada de Canadá se encuentra con el caso más difícil de su corta trayectoria: Proteger al rebelde hermano menor del embajador de la paz de origen ruso, Viktor Nikiforov durante su estadía en la ciudad...