Recorrí todo el campus entero, en busca de alguna señal de vida de Thom, pero no hubo ni una sola. Era como si Thom hubiera desaparecido.
Había empezado a recorrer cada una de las clases que le tocaban hoy, con su horario en mis manos, y me sentía una completa acosadora.
—Disculpe, Señora Horner. ¿Thomas Wilson se ha presentado con usted a la clase de hoy?—preguntó, aliviada de que esta sea la última clase del día.
—No. —dijo verificando en su folder de asistencia. —No lo ha hecho, nos vemos.
Se retiró del aula, dejándome sola.
Me acerqué a la ventana, para estar segura si lo que estaba viendo era verdad. Había una pelea en medio del campus. Dos chicos estaban dando lo peor de uno al otro. Y ese chico era Thom.
Bajé las escaleras del edificio corriendo, llegando al jardín lateral. Habían miles de personas alrededor de donde estaban ellos, algunos alentándolos y otros tratando se separarlos. Me acerqué a Thom, colocando mi mano en su pecho y la otra en su cuello, mirándolo directamente a los ojos.
—Vámonos, Thom, tú no eres esto. —susurré en su oído.
Su pecho subía y bajaba rápidamente, probablemente por la adrenalina. Varias gotas de sudor caían de su frente, cerró los ojos e intentó tranquilizarse a sí mismo.
— ¿Cuál es tu problema, hombre? Te dije que fue un accidente joder. —se quejó el moreno que había recibido la golpiza.
Jaleé a Thom de la mano alejándolo de todas esas personas. Él solo me seguía, mientras yo hacía camino hacia la salida principal de la Universidad de Columbia.
{…}
Thom se tomó la botella de agua de un solo sorbo, tomó la otra de la mesa e hizo lo mismo con ella.
Su cara estaba hecha un total desastre, llena de hematomas por todos lados. Había sido un error iniciar una pelea con un hombre que doblaba tu peso, literalmente. Su pelo estaba todo desordenado y despeinado.
De momento a otro, lágrimas comenzaron a caer por las mejillas de Thom, lágrimas de dolor.
Me agaché a su lado, colocando mi brazo sobre sus hombros. Thom no paró de llorar, y las personas que pasaban por la cabina del restaurante se quedaban viéndolo. ¿No tenían algo más interesante que hacer?
—Está bien, Thom. Todo está bien. —susurré solo para él.
—No está bien, todos son unos idiotas, ¿de acuerdo? Los odio, los odio con mi vida entera—siguió sollozando.
Era raro verlo así, a Thom quien siempre tenía una sonrisa para el mundo entero. Él siempre había estado ahí para subirme el ánimo, y ahora yo no era muy buena subiendo ánimos y me sentía una completa mierda.
— ¿Qué paso? ¿Me quieres contar?
—Estaba a punto de entrar a clase, cuando el abogado de la familia de mi padre me vino a ver. Sí, bueno. Su familia era rica, al casarse con mi madre perdió todo vínculo con ellos. Su abogado dijo mierda como que si queríamos conocerlo primero tendríamos que dar una prueba de ADN, y obviamente no presentarnos simplemente como nosotros. Ya que esa familia tenía mucha clase y que no se rebaja con personas que no tienen el mismo nivel. Me enfurecí mucho. Acabé golpeándolo. Cuando terminé con él, regresé a la universidad. Ese hombre se chocó conmigo y exploté.
Thom sollozó, abrazándome.
—No soy así, y yo lo sé. Solo que cada vez que escuchó su nombre, recuerdo todo el daño que nos ha hecho y simplemente…no puedo con eso.
—Te entiendo—dije, acomodando su rebelde cabellera rubia. —Lo hago Thom, realmente lo hago.
— ¿Por qué no pude tener un padre normal que me llevara a jugar futbol todos los días, que me amara a mí y a toda mi familia? ¿Por qué no lo tuve, __________?
—No lo sé, Thom—las lágrimas ahora comenzaban a caer de mi rostro. —Nadie elige a sus padres, yo recién he conocido al mío hace poco. Sabes por todo la mierda que he pasado. ¿Pero sabes qué? Yo lo superé. Dejé de pensar en ese hombre que hizo mi vida un infierno. Y cuando lo olvidé, y no tuve más rencor, me vida se hizo más sencilla, ¿sabes?
—Estoy comenzándome a preguntar si de verdad eres un ángel y no me estás diciendo nada, porque lo siento de esa manera. Tú me estas salvando.
—Lo mismo. Te amo, Thom.
—No sabes cuánto te amo, ___________. Gracias por estar aquí.
Limpió sus húmedas mejillas por las lágrimas y medió una media sonrisa. Pasé mi pulgar por sus ojos, recogiendo las lágrimas que se habían quedado atrapadas ahí.
Cuando terminé, lo volví a abrazar. Como si este fuera el último abrazo en todo el mundo, como si lo que estuviera sosteniendo fuera mi mundo entero, y casi lo era.
—Nunca te vayas de mi lado—murmuró en mi oído.
—Nunca lo haré.