Se agrieta la crisalida

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Ya a pasado una semana y no puedo dejar de pensar en lo ocurrido.
Si tan solo hubiera sido más valiente podría haber hecho algo, podría haberlo evitado.
Desde aquel día no e vuelto a ver a la señora, necesito saber si está bien, ya que cuando yo me baje esos maleantes aún la rodeaban...
Lo siento tanto ¿Por que no pude ayudarla? ¿Por que siempre me quejo pero nunca hago nada para cambiar las cosas? ¿Soy un cobarde? ¿Acaso tendré siempre tanto miedo?
Cada una de estas preguntas me estremecen el alma, un escalofrío que recorre cada milímetro de mi cuerpo me recuerda ese suceso. No puedo simplemente olvidarlo, necesito redimirme de esa humillante situación.
Creo que a partir de ahora la mejor forma de cambiar este sentimiento es empezar a cambiar yo mismo. Pero me conozco, no puedo simplemente decirlo, comenzaré con cosas pequeñas para mejorar esta región.

Al día siguiente me levante con decisión y salí por primera vez con una sonrisa a la calle, me sentía muy bien, impaciente por comenzar a ayudar. Lo primero que voy a hacer es ayudar a mi vecino, el señor Baro, un anciano que vive encima de nuestro piso, esta en silla de ruedas y no puede bajar las escaleras para pasear por la calle. Cuando pide ayuda para bajar todos los vecinos le ignoran y nadie le ayuda pero hoy, lo haré yo.

Subí las escalera y llegue a su rellano, tenía una puerta enorme de madera de un color muy oscuro, me daba un poquito de miedo pero me decidí a llamar a la puerta con decisión.
-Hola ¿Señor Baro? Soy su vecino de abajo, Silvio.
-¡No pienso callarme! Hasta que alguien me ayude a bajar no dejare de pedir ayuda a gritos.
- No e venido para pedirle que se calle, quiero ayudarlo a bajar.
-¿Enserio? No me lo puedo creer, chico pasa!
La gran puerta de manera se abrió y delante mía apareció el señor Baro aunque un poco mas viejo de lo que recordaba. Le había cambiado el color de pelo y ya solo le quedaba un cristal en sus gafas pero su sonrisa era inconfundible.
-¡Vamos chico! A que esperas, ayuda a este anciano a bajar estás engorrosas escaleras.
-¡De acuerdo! ¿Donde esta su silla de ruedas?
-¿Acaso estas ciego? Estoy sentado en ella, pero no pierdas el objetivo principal, vayamos a pasear.
Antes de que digáis nada os diré que no era muy corriente ver una silla de ruedas, en mi caso, nunca había visto una.
Ayude a el señor Baro a bajar las escaleras, y luego lo acompañe en su paseo. Le mostre las cosas las cuáles habían cambiado desde que el no podía bajar.
Después comenzó a contarme historias de su vida, el había sido uno de los pocos viajeros de esta región y por lo tanto mis ganas de querer preguntarle sobre otras regiones no menguaban, así que lo hice, le pregunte sobre otras regiones ¿Como vivían? ¿Eran como nosotros? ¿Que peculiaridades tenían a diferencia de nuestra región?
Estaba eufórico! Tantas preguntas y todas tenían su contestación que me dejaban estupefacto. Había tantas diferencias entre mi región y las de más que me parecía irreal.
A pesar de que casi todas tenían un mayor nivel social que Vetra, también había muchas en nuestra misma situación e incluso una peor.

AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora