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Los gemidos que resonaban en aquella oficina eran graves pero poco disimulados. Fuertes estocadas que se compenetraban en golpes secos de piel con piel. El olor a sexo y lujuria podía incluso percibirse con apenas abrir la puerta, lo suficiente para que el aroma de alfa y omega saliese en libertad por los resquicios de aire. Ni siquiera sus perfumes neutralizadores podrían ser capaces de calmar las feromonas enloquecidas.

Y es se trataba simple y llanamente de una prolongada rutina, forjada entre un superior y su subordinado. Kim Taehyung era el jefe que todos podían desear, un alfa atractivo, firme, misterioso pero aún así con un aura agradable que le permitía transmitir confianza en sus trabajadores y hacer de la convivencia laboral un entorno ameno.

Y vaya confianza.

Min Yoongi había sido un año atrás un omega soñador y ambicioso, con ansias de comerse al mundo y llegar lejos con sus diseños. Era de los mejores arquitectos de aquella firma, un omega quizás muy malhumorado y sin mucha disposición a primera vista, pero aún así pasional por lo que le interesaba.

Y tanto como diseñar y Taehyung le interesaban por igual.

El matrimonio de Taehyung podía decirse que era perfecto. Estaba unido a un omega, Jimin, precioso, envidiado por todo alfa que obtuviese un vistazo de este. Sí, en un inicio había sido un lazo obligatorio por acuerdos entre padres amigos, pero había terminado teniendo una joya entre sus manos.

Jimin era el prototipo de omega perfecto. Dócil, cariñoso, con un aura paternal tan atrayente, y un aroma dulce que era capaz de atraer a cualquier alfa que se le acercara, tan fuerte que la ingesta de supresores era obligatoriamente necesaria por su seguridad.

¿Qué podía fallar en su matrimonio? Realmente, nada. Jimin se caracterizaba por ser un omega que siempre se quedaba en casa, no hacía muchas preguntas, siempre le esperaba con la cena hecha y dispuesto a recibirle con cariño, abrazos y besos.

En pocas palabras, Taehyung podía pedirle la luna, y Jimin le aullaría hasta hacerla bajar.

Sin embargo, estaba la existencia de su reciente subordinado, Min Yoongi. Un omega nada ordinario, un omega con un carácter rival, un omega desafiante, lo cual lograba excitar a su lobo de formas que su propio omega no podía ni jamás lo haría.

Yoongi no era dócil, tampoco un omega al cual mantener con lujos y cosas hasta banales y básicas. Yoongi luchaba por sus creencias y era capaz de levantarsele a cualquier alfa. No lo suficiente como para romper la voz de mando, pero sí para sacar a cualquiera de sus casillas. Yoongi no esperaba ordenes, él mismo sugería cosas nuevas.

Para Yoongi, también podía decirse que estaba en un matrimonio idílico, envidiable, perfecto. Todo tomó forma e inicio hacia ya cinco años, cuando comenzó a ser cortejado por un alfa cinco años menor que él. Un crío insistente y competitivo, decidido a conquistar al mejor amigo de su hermano mayor.

No le había tomado muy en serio, resultándole hasta gracioso, todo cambiando el día en que el niño le salvó el trasero al ser perseguido por dos alfas insistentes. El alfa se había cargado a dos alfas mayores y más fuertes con sólo diecisiete años, ganándose el corazón de su lobo y, con el tiempo, el suyo.

No podía quejarse. Jungkook amaba controlar, pero había aceptado su naturaleza desafiante con la cabeza gacha y rosas todos los viernes. El alfa era una dulzura de persona, y luego de que cumpliera los veinte, se unieron el uno al otro en un matrimonio inolvidable.

HOUSE OF CARDS | kookmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora