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No le sorprendió que al decidir salir de la casa de sus padres nadie se inmutara, brevemente despidiéndose de su hermano y su pareja con pequeñas y falsas sonrisas adornando su hinchado rostro. Podía sentir la culpa desprenderse de Chanyeol, el amargo aroma inundándose a su alrededor. Pero, honestamente, era lo que menos quería en ese momento. No había nada en esa casa que pudiese hacerle sentir mejor, ni un poco.

Prontamente un auto de tonalidades plateadas arribó cerca de la acera, dos cuadras lejos de la casa donde Jimin lo esperaba. El alfa observó tras la ventana del copiloto al rubio enfundado en una camisa de vestir blanca y un saco blanco también, igual que sus pantalones y zapatillas. Parecía un muñeco de pastel de boda, lo cual lo hizo sonreír, enternecido de cierta forma.

Abrió la puerta, recibiendo al omega que temblaba con ligereza, pero era lo suficientemente perceptible para él. Atajó las manos ajenas una vez la puerta estuvo cerrada, cesando el movimiento en estas que con rapidez se trasladó a las piernas del rubio que comenzaron a mecerse. —Tranquilo, estoy aquí.

Las feromonas llenas de alfa, aquella mezcla a hierbabuena y césped que tras unos segundos fueron tranquilizando al alterado omega eran un deleite aunque no fuese a admitirlo. Jungkook podía observar el enrojecimiento en su aspecto, la fragilidad en su perfil, el surco de lágrimas en sus pómulos que caían hasta su barbilla temblorosa. Aquellos orbes oscuros se encontraban delineados por un tono rojizo, hinchados y fijos en sus manos. Tal semblante formaba un fino mohín en su labio inferior.

—No quería molestarte, no tienes idea de cuánto lo siento —un sollozo se ahogó en la garganta del omega, buscando nerviosamente encontrar su mirada levemente iluminados por la lamparilla en el techo del auto.

—Shh, no me molestaste, nada de ti me molesta. Significa mucho para mí que me hayas llamado. Siempre que me necesites estaré para ti... —sostuvo la mano ajena, observando la delicadeza en sus regordetes y pálidos dedos enfundados en tiernos anillos de oro blanco. Besó sus nudillos, un aroma a hierbabuena y el cítrico y vainilla de Jimin haciéndose uno solo en el artificial del aire acondicionado—. Además, solo estaba viendo realities de televisión horribles. Estar contigo es mucho mejor.

Jimin soltó una pequeña risa, sus labios rosáceos algo hinchados debido al llanto que debió perecer antes dándole un aspecto llamativo y mucho más amplio de lo que de por sí poseían. —Me hacía... mucha falta contar con alguien —se soltó de su agarre, apretando ambas manos en su regazo con una expresión indescifrable. A Jungkook le frustraba no saber del todo qué pasaba por aquella cabecilla—. No quiero hablar de eso, pero fue un día horrible.

El alfa asintió con serenidad, sus labios apretados en una fina línea. No quería entrometerse, ni tampoco lo haría. —Cuando quieras hablarlo estaré acá. Voy a llevarte a tu casa, deberías dormir mientras —dio una palmada en la rodilla de Jimin, centrándose luego en arrancar el auto—. Te hace mucha falta.

—Primero lo de la foto en lencería, luego mi borrachera, ahora esto. Yo que tú ya estaría harto de mí —bromeó el omega, encogido en su asiento hasta parecer algo muy chiquito y tierno. Jungkook rodó sus ojos, una sonrisa formándose en sus labios.

—Tienes suerte de ser tan lindo, Park Jimin.

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Se estremeció por el frío, sintiendo una tela suave cubriéndole de igual forma. Era como... una chaqueta, una acolchada y cálida que trataba de mantenerle en calor. Entreabrió sus ojos con dificultad, su vista borrosa centrándose en el alfa a su lado que había dejado de conducir y lo estaba observando.

—Por fin logré que despertaras —se rió, apagando el auto y haciendo que el frío del aire acondicionado desapareciera—. Me daba cosa hacerlo, te veías muy cómodo.

HOUSE OF CARDS | kookmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora