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Jimin nunca había logrado lidiar correctamente con estar solo. Desde muy temprana edad se halló aferrándose a la presencia de las demás personas, hundido hasta el fondo y buscando alcanzar cualquier roca para mantenerse a flote. Era normal en los niños que se presentaban como omegas más adelante en sus vidas, pero lamentablemente esa etapa no fue pasajera en él. Seguía ahí, duradera y resiliente, afectando toda relación que pretendiese tener.

Por eso le estaba costando lidiar con esa situación. Se sentía abandonado y temeroso de cualquier parte de su entorno, mientras caminaba con su bolso aferrado en su mano y trataba de pasar desapercibido entre la gran multitud de personas que se trasladaban a pie hacia las estaciones de bus.

Quería llegar a un café y poder ingerir algo, dar energía a su hambriento cuerpo que no probaba bocado desde la mañana. Luego tomaría un bus o un taxi hacia las residencias donde vivía. La opción más sensata era volver con sus padres, alejarse de Taehyung y esperar la llegada de su celo como un buen y tranquilo omega. Pero devolverse al hueco donde recibiría las humillaciones de su madre no le resultaba tentador. Podía escucharla a la perfección, quejándose de cómo era un inútil y no podía siquiera mantener un alfa a su lado.

(¿Jungkook no contaba? ¿Aquel alfa de linda sonrisa realmente desearía quedarse a su lado cuando todo se arreglara? Jimin tenía la pequeña y molesta duda comiendo su cabeza.)

Su estómago no paraba de rugir mientras que con su teléfono ubicaba un café que llegó a frecuentar con Jungkook. La calle era algo solitaria, más a esa hora, pero era un lugar simple y eso era lo que más necesitaba. Nada que pudiera relacionar a su esposo.

Se encontraba cansado de eso, de ser siempre la segunda opción del alfa a quien se había unido. Ningún matrimonio debía ser así. Nadie merecía pasar por una relación fría y sin amor. Rememoraba a un pequeño Jimin, deseoso de una relación idílica, y aunque en la actualidad supiera que era imposible tener una relación perfecta, sabía que tenía la posibilidad de hallar cualquiera mejor que eso.

En su interior, su omega estaba pidiendo por Jungkook. Y la forma en que su pecho se apretaba era más que suficiente prueba. Podía sentir cómo rasgaba y casi aullaba por la presencia del alfa con olor a hierbabuena, aquel que nunca fallaba en hacerlo sentir mejor en momentos como ese.

Pero Jimin temía en convertirse en una molestia. Y con eso en mente, guardó su teléfono en el bolsillo y siguió caminando. A dos cuadras de distancia podría decirse que faltaba poco, aún si sus piernas no dejaban de doler junto con su vientre.

Jimin podía recordar su primer celo, cuando se presentó como omega a los catorce años. Fue tardío a comparación de otros omegas que se presentaban incluso a los once años. Aquel día lo dedicó a sus clases de idiomas, de danza y a cenar diligentemente con su familia.

Pero antes de que pudiera llegar a la mesa, un calor horripilante escaló desde su vientre, tornando su visión fogosa en débiles gimoteos de dolor y disconformidad.

Se trató una fuerte experiencia cuando entre su madre y una de las encargadas de la cocina lo llevaron a su cuarto. De los pocos momentos en que su madre fue genuinamente cálida hacia él, repitiendo en su oído que todo estaría bien.

¿Pero realmente lo estaba? Por supuesto que no. Ser un omega era tener que vivir según las decisiones de otros. Y ahora debía lidiar con la forma en que sus piernas se debilitaban aún más y su aroma se desprendía sin cuidado, mareandolo por la intensidad.

Tal vez llamar a Jungkook fue la mejor opción, una desperdiciada por su propio orgullo. El alfa lo habría sostenido a pesar de que sus feromonas lo afectaran tanto, arrastrándolo hacia la seguridad y la comodidad de cobijas y almohadas que Jimin habría acomodado en un nido dónde esperar su celo.

HOUSE OF CARDS | kookmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora