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No, definitivamente no era capaz de aquello.

No podía dejar de sonrojarse en aquella tienda mientras Taehyung se perdía en las tiendas de ropa de marca tal como siempre hasta el punto de olvidarse de su presencia; no lo culpaba, la moda era la pasión de su esposo y él sabía cómo era perderse entre lo que te gustaba.

Aún así, quizás su compañía en ese momento hubiese aliviado su vergüenza, aunque bien sabía que era una sorpresa.

—Esta es para mujer, pero es de tu talla y creo que el rosa te quedaría muy bien —era una mujer tailandesa quien le estaba atendiendo, una beta de casi nulo aroma y ojos saltones junto a un lindo cabello rubio anaranjado. Desde un inicio había sido más que amable con él, y eso se lo agradecía.

—¿Eso crees? No quiero que se burle —musitó, tomando la tela que la chica le ofrecía. Era de un rosa suave y pálido, semi transparente en la parte superior y terminaba en una parte baja de encajes y volados del mismo color.

Terminó midiéndose la misma, y... extrañamente se sentía bien en eso. No era muy ajustado, tampoco mostraba demasiado y en sí era encantador y seductor como quería. Si eso no funcionaba, nada lo haría.

Terminó pagando ese en especial y otros más, de todas formas jamás había recibido quejas o reclamos por parte de Taehyung por sus gastos. De hecho, usualmente le alentaba a distraerse con cosas materiales, lo cual no sabía si era bueno o malo.

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El plan había sido llegar, darse una ducha y vestirse con una de sus compras, sorprender a Tae y tener una linda noche. Pero al parecer el destino estaba en su contra, ya que al llegar el castaño se había encerrado en su despacho, dejándole casi en blanco.

Pensó en llamar a uno de sus mejores amigos, de hecho el único que tenía. Namjoon era un poco mayor que él, amable, honesto y sabio en sus consejos, un alfa que no parecía un alfa pero olía como uno y su presencia era reconfortante. Pero en los últimos meses había sido padre de una hermosa niña junto a su esposa, Chaeyoung, y de verdad no tenía el corazón de molestarlo si necesidad.

Por eso se resignó a esperar, vestido en su sosa pijama, envuelto en mantas y cambiando los canales sin fijarse en ninguno en particular. Elevó su mirada a un costado, fijándose en la ventana cerrada mientras un suspiro dejaba sus labios. Nuevamente se hallaba sumido en la rutina, y empezaba a desesperarse más de la cuenta. Con el pasar de los minutos, la decisión de levantarse y él mismo ir a buscar a Taehyung del despacho. Eran las diez de la noche, imposible que siguiera trabajando o lo que fuese que hiciera allá encerrado.

Abrió la puerta silenciosamente, fijándose en la figura encorvada de Taehyung mientras escribía en su laptop con ahínco. Lo que estaba haciendo debía ser importante, pero eso no le detuvo de acercarse por su espalda y pasar sus brazos por sus hombros. El tacto lo hizo sobresaltarse, girando levemente su rostro. —¿Qué haces acá, huh?

—Te extrañaba, ¿No quieres venir conmigo? —sus labios se fijaron en la piel de su cuello, besando la piel algo bronceada con cierto ahínco pero dulzura. Nada que no pudiese esperarse de él.

—Estoy ocupado, Jimin —suspiró el alfa, y aunque el aroma del mencionado le absorbió, no se retractó de ninguna forma y tampoco respondió a sus estímulos.

—Siempre lo estás, déjame cuidarte por hoy —musitó contra su cuello, un mohín adornando sus labios.

—Te dije que no, Dios, no puede ser que tenga que repetirte las cosas una y otra vez —como si su tacto lo quemara, Taehyung se levantó del escritorio, tumbando así todo rastro del roce de su esposo—. ¿No te he dicho que no me molestes mientras trabajo?

HOUSE OF CARDS | kookmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora