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Cuando pudo observar por completo a Jungkook fue que notó que tenía dos bolsos enormes cargados en sus hombros, ambos de color negro e inflados por ropa o cobijas. El alfa estaba sonriendo al descifrar su mirada tan intensa y llena de una profunda curiosidad. Porque Jimin parecía un niño curioso que había avistado algo que llamaba su atención.

Jungkook dejó los bolsos sobre la mesilla, soltando los cierres de ambos antes de sacar un par de mantas acolchadas de animal print. —Estuve hablando con mi hermana, Sujin, y me dijo que un omega en celo necesitaba cosas con olor que les gustara. Así que traje estas mantas... —Jungkook las observó por un segundo, claramente dudando de si había sobrepasado sus límites. No debía estar viendo la sonriente expresión de Jimin—. Tienen mi aroma.

Jimin se levantó para acercársele, quizás con cautela, antes de tomar las mantas entre sus brazos. Eran excesivamente suaves, calientes y repletas del aroma del alfa. Inhalarlas era una experiencia increíble, una que debilitaba su cuerpo y le hacía sentirse a gusto. Nadie había hecho algo así por él, generalmente sus nidos estaban hechos de su propia ropa.

Y ahí estaba Jungkook, tendiéndole algo propio y especial solo para él. Sonrió tras la tela, sus mejillas sonrojadas y ya no tenía idea de si se debía al celo o a los efectos que Jeon Jungkook lograba tener en él. Desde su cabello desordenado y más largo que cuando lo conoció, sus labios delineados por un suave color rosáceo y la firmeza con la que sus manos llegaba a sostenerlo. Todo en él lo llevaba a punto de quiebre, del cual no había retorno.

—Me encantan. Lucen como mantas que tú usarías, Jungkookie —ladeó una sonrisa, el brillo en sus orbes siendo dirigido hacia el causante de toda alegría actual. Era reciproco, puesto que pronto el alfa también se halló sonriendo de oreja a oreja, mostrando sus dientes frontales que enternecían a quien lo viera.

—Soy muy sensible, me gusta que sean suaves —el alfa se apresuró a buscar nuevamente en su bolso, dejándolo tratando de observar qué tanto había en ellos. Supuso que las mantas ocuparon uno, y la ropa y demás ocuparían el otro. Pero del bolso lo que Jungkook sacó no era nada más y nada menos que un conejo de peluche. Rosado, y demasiado lindo—. Esto... es mi peluche favorito. Me lo dio mamá Seohee cuando era pequeño- ¡No te burles! Es especial, y quiero que lo tengas.

Pero su sonrisa, aquella que tenía sus ojos casi cerrados por completo, no era una sonrisa burlona. Lo enternecido que estaba podía más que cualquier cosa, tanto por el hecho de la vulnerabilidad de Jungkook como por ser considerado alguien especial para él. Por eso se lanzó a tomar el peluche con cariño y cuidado, atesorándolo en su pecho antes de jalar al menor desde su cuello. Impactó sus labios en un beso firme y necesitado, grabando en estos el amor que podía sentir por un ser tan hermoso como lo era él.

Jungkook acarició sus muslos, dejando escapar un suspiro en medio de su beso antes de obligarlo a ser alzado por él. Con sus piernas estiradas a los lados de sus caderas, Jimin se dejó llevar directo hacia el sofá, impactando su espalda al caer con Jungkook sobre él, las mantas, y el peluche. —¿Cómo se llama? —preguntó en un jadeo.

Jungkook lo observó con sus ojos entrecerrados y una ladina sonrisa decorando su perlada piel. —Cooky, y no te burles, omega —se rió al acercarse a morder una de sus mejillas—. Espero que lo cuides.

—Lo trataré con gentileza —alzó a Cooky hacia sus labios, depositando un beso en la felpa rosa bajo la atenta mirada del alfa.

—Hm, desearía poder decir lo mismo sobre ti —Jungkook se hundió a besar su cuello, complacido ante la caricia que recibió de sus manos al colarse bajo su camisa. La calidez que su cuerpo emanaba hacía juego con el calor de Jimin, al igual que su fría lengua que hacía camino en la piel de su cuello lograba contrastar y hacerlo temblar ligeramente.

HOUSE OF CARDS | kookmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora