PRÓLOGO
"Así que llévame de vuelta. Gira hacia el sur desde ese lugar, y cierra mis ojos de mi reciente desgracia. Porque conoces mi llamado, compartiremos mi todo.
Ahora nuestros hijos vienen y me oirán rugir.
Así que dame esperanza en la oscuridad para que vea la luz. Porque... oh, eso me dio tanto miedo.
Pero aguantaré todo el tiempo que quieras.
Sólo prométeme que estaremos bien."
Apoyó las manos sobre la superficie plana del escritorio en su Sala de Logística. Forzó aire dentro de los pulmones para apaciguar la opresión que sentía en el pecho. Había cavilado esa decisión durante toda la tarde y ahora el sol se encontraba tiñendo con sus últimas fuerzas el cielo de franjas naranjas. Los guardias esperaban por sus órdenes, ambos en cada extremo del umbral de su estudio. Aguardaban por él para escoltarlo hasta sus aposentos, donde tomaría la cena junto a su esposo y así daría por culminado el día.
Pero Louis sentía que le era imposible sentarse a una mesa y fingir que tenía la necesidad de ingerir alimentos y mantenerlos en su estómago. No creía poder engañar a Harry y resistir hasta el momento que se encontrara bajo el manto del sueño.
Y no sentía que a esas alturas fuese prudente mentirle, ni siquiera para protegerlo; ya no.
Tomó el libro que estaba sobre el escritorio, el envejecido cuero cediendo un poco a la presión de sus dedos. El desgastado relieve de las letras que habían sido plasmadas allí apenas se percibía al tacto.
—Guardias —llamó, escuchando enseguida el efímero golpeteo de las botas contra las baldosas. Ser Michelle apareció en su campo de visión. La mujer le dirigió una ligera inclinación de cabeza.
—Majestad —respondió con su usual diligencia y determinación—. ¿Cómo puedo servirle?
Louis le entregó el libro y suspiró, dejando caer los hombros con la esperanza de conseguir librarse de la tensión en sus músculos.
—Estoy listo para volver a mis aposentos, terminé todos mis pendientes aquí. Aunque quisiera, no hay nada más que pueda hacer por el momento.
Cruzó la habitación, pasando junto al mesón donde varios pergaminos se encontraban desperdigados y algunas figuras marcaban territorios aliados, neutrales y enemigos en el mapa. Había ordenado a los sirvientes y consejeros que no tocaran nada de ello sin su autorización, pues al día siguiente tendría que retornar para estudiar todas las variantes que había formulado durante la mañana. Al día siguiente tendría que sentarse nuevamente a la cabeza del mesón, evaluar cada posible escenario y la estrategia a ejecutar. Porque cuando el momento llegara, si es que llegaba, necesitaba estar listo y con una respuesta.
Dejó la Sala de Logística a su espalda y permitió que sus guardias junto a Ser Michelle lo escoltaran por los pasillos del palacio. A ese momento de la tarde, cuando la noche se abría paso, los nobles de la corte solían ocupar los comedores y salones de estar, las salas de té. Abandonaban los jardines y fuentes para agasajarse entre sí tras la protección de las paredes del hogar de las tres coronas y abastecerse de la fantasiosa tranquilidad que ofrecía el lujo.
Louis agradeció que la rutina no le fallara en esa ocasión. Apenas tuvo que devolver un par de saludos, fingir alguna sonrisa ante la reverencia de una joven dama que frecuentaba las meriendas de su madre. No cruzó caminos con ningún consejero, pues todos debían encontrarse glorificando a los nobles que los apadrinaban. No podía juzgarlos por ello.

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Heredero » l.s
FanfictionEl príncipe Tomlinson de Aurea contempló los designios de su porvenir, con el corazón abatido por la angustia y la postura firme de un líder. La carga de responsabilidad en sus hombros no era tan terrible como la pena y el temor. Pensar en volver al...