10. Una noche sin sueños -Parte III-

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UNA NOCHE SIN SUEÑOS -PARTE III-

Nos reunimos aquí, nos alineamos, llorando en una habitación iluminada por el sol.

Y si estoy en llamas, tú también estarás hecho cenizas.

Incluso en mi peor día, ¿me lo merecía, cariño, todo el infierno que me diste?

Porque te amé, juro que te amé.

Hasta el día de mi muerte.


-Me cuesta creer que tuvieran la osadía de encerrarte aquí.

Louis alzó la mirada de sus manos enguantadas. Aún no amanecía, y hasta que el sol no comenzara a calentar los adoquines de la Ciudad del Sol, el frío seguiría reinando entre las celdas. Letal, capaz de colarse bajo las prendas y la piel, hasta helar los huesos.

Había bajado con uno de sus guardias un poco después de la mitad de la madrugada, cuando ya todas las velas de su habitación se consumieron y decidió que no soportaría estar solo con sus pensamientos en la oscuridad.

-En ese entonces, también les mencioné que las cadenas eran una precaución innecesaria -acotó Louis desde su asiento.

Al otro lado de los barrotes de la celda, Liam lo observaba de pie, con las cadenas pesando sobre sus muñecas y tobillos, mordiendo su piel con la crueldad del hierro. El hierro debía estar helado al tacto, pero una gruesa capa cubría los hombros del anterior Lord Comandante. Le alegraba haber recordado tomar la prenda antes de salir de su alcoba y llevarla consigo hasta las celdas.

Liam descartó su nuevo intento de recorrer la pequeña celda. Se acercó a la puerta de barrotes hasta donde las cadenas se lo permitieron y tomó asiento. Louis podía ver la angustia en su rostro, y es que lograba entender perfectamente lo que era sufrir la incertidumbre cuando se solía tener el total control. Esperar y observar con apremiante anhelo el techo mientras otros movían las piezas del tablero en la superficie.

-No respondí una sola de las misivas de mis padres -confesó Liam, frotándose la frente con cansancio-. Si me ejecutan, ¿podrías escribirles por mí?

Algo se apretó en el pecho de Louis, tuvo que tragar el nudo que se formó en su garganta. Respiró profundo y asintió.

-Si algún día tú partes con los dioses antes que yo, por supuesto que lo haré -aceptó, con cuidado. Luego, lo señaló, acusador-. Pero hoy no será ese día, Liam.

-Eso no lo sabes -achacó con pesimismo, observando con pesar ahora que estaban casi a la misma altura. Louis sobre una silla que los guardias bajaron para él, y Liam en el piso.

-Tú tampoco -insistió, apoyando el bastón, que tuvo que utilizar para caminar esa madrugada, entre sus talones. Apoyó ambas manos en el mango-. Tenemos dos buenos negociadores, el favor de tres jueces... Vamos a conciliar, sin importar cómo, volveremos todos a la capital.

El beta lo observó con la mirada empañada. Quería creer en él, en sus palabras y el poder de su voluntad. Pero Liam se percibía a sí mismo desamparado sin su título, sus armas y la seguridad que solía tener sobre el príncipe que le hizo tantas promesas.

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