Un alma santa no nace de un paraíso; nace de un infierno.
—Antonio Porchia, "Voces"
La salida de Gabriel ocasionó en el la jerarquía angelical un gran revuelo y los murmullos no se hicieron esperar. Algunos decían que solo era un joven que se había descarriado por falta de contacto con su lado divino, otros le echaban la culpa a la educación de sus padres pero todos estaban de acuerdo en una cosa, se estaba volviendo una amenaza.
—Gabriel, detente. — La voz de Gabbe se hizo escuchar por sobre la creciente muchedumbre mientras luchaba por alcanzar a su hijo. —No puedes cruzar las salvaguardas. Tienes mi apoyo, hijo pero una guerra se cierne sobre nuestras cabezas y si quieres sobrevivir, si quieres que ambos sobrevivan, debes ser cauteloso.— Se inclinó ligeramente hacia el mayor de sus hijos, un gesto que denotó cautela y ansiedad. — He visto lo que la jerarquía hace con quienes consideran desertores...
— Entiendo madre, pero si me quedo de este lado cuando la pelea tome lugar creerán que apoyo a la jerarquía.
— Jerarquía y monarquía... son solo palabras, el valor que recae en las palabras es el poder que nosotros les damos. — La voz de Raphael se escuchó aproximándose. — Y para ti ninguna tiene valor, lo veo en tus ojos, lo único que te importa es esa joven pero debes tener cuidado. Debes saber hasta qué punto estás dispuesto a llegar por su perdón.
— No es por ella. — Gabriel apartó la vista de sus padres para dar cara a ejército de paganos que empezaba a aglomerarse. — Es por ellos, la jerarquía ha abusado de...
— Promete que te cuidarás. —Gabbe no pudo esperar a que su hijo terminara de hablar y se abalanzó sobre él, abrazándolo. El joven algo desconcertado por el sentimentalismo de su madre la rodeo con sus brazos. La rubia acercó los labios al oído de Gabriel y con voz rota murmuró. — No tengo la fuerza para perder un hijo.
— Solo queremos que estés consciente del peso de tus acciones.– Raphael posó una mano en el hombro de su hijo y por un momento deseo poder brindarle paz a su corazón.
— No deben temer que pierda mi gracia. — Posó la vista en su madre, quien en ese momento ostentaba el puesto del Arcángel Gabriel, el mensajero de los cielos. — Algún día portaré el manto que ahora recae en tus hombros, madre, no debes preocuparte que me lance en picada al fuego del infierno.
Sin decir mas Gabriel depositó un beso en la frente de su madre y abrazó a su padre. En el fondo el esperaba volver a verlos y hasta entonces guardaría ese momento como uno de los mas nostálgicos y agridulces. Dio la espalda a sus padres y siguió con su camino. Desde que tenía uso de razón había cargado con el deber de ser el siguiente Arcángel Gabriel, era consciente de lo que pasaría si él no aceptaba su legado y en ningún momento pensó en dejarlo. Estaba orgulloso de lo que era, lo que representaba. Por eso, cuando entendió la oscuridad de la jerarquía supo que debía hacer todo lo que estuviera en sus manos para recuperar el favor de los cielos.
Gabbe cruzó los brazos contra su pecho mientras observaba a su primogénito alejarse. Sus ojos verdes se cuajaron en lágrimas y sus labios se desfiguraron en una mueca de dolor. Un dolor causado por tener de dejar ir a quien ante sus ojos siempre sería su pequeño. Sus años entrenando en el ejercito angelical, todas las batallas libradas, nada podía prepararla para aquello. No había sentimiento más terrenal, más humano, que la sensación de perdida.
— Se que lo que menos te preocupa es si él toma o no tu lugar como susesor.— Nuevamente la voz de Raphael se escuchó como susurro reconfortante. El arcángel pasó un brazo por los brazos de su esposa y la estrechó fuertemente contra su costado. — Pero es algo que debe entender por si solo.
— Lo sé.— Murmuró apesadumbrada .— Es tiempo que la jerarquía deje de esconderse entre salvaguardas y milenios de engendrar miedo en todo lo diferente. — Gabbe suspiró, un gesto que la hizo parecer mucho mayor, por primera vez pareció que el remolino que habitaba dentro de ella se ponía en pausa por un breve instante. — Pero ¿Por qué dejamos que esto recaiga en el hombro de nuestros hijos?
— Acontecimientos igual de apremiantes estuvieron en nuestros hombros ¿recuerdas? y nosotros decidimos hacernos cargo. Ahora ha llegado su tiempo.
***
Asali se alejaba de la sombra de Notre Dame con paso apremiante. Trataba de alcanzar a los D'lorme, quería hablar con Gabriel antes que saliera de Loskyd. La cuidad se sentía pesada, algo en sus calles no parecía encajar por completo. Quizá era el frío de la estación o el ruido de los coches pero no terminaba de gustarle al principado. Podía sentir algo cortante en el ambiente y sus eones de vida le habían enseñado lo suficiente como para ignorar todas aquellas señales.
La mujer de cabellos canos disminuyó el paso al comprender que no podría alcanzar a la familia de Arcángeles y suspiró. Ya no tengo el mismo garbo de antes, pensó mientras deslizaba ambas palmas de las manos sobre la tela de su falda, alisándola.
Paseó la vista a su alrededor con detenimiento. En la periferia de la cuidad se empezaba a formar un tumulto de personas, no cualquiera, craturis. Su rostro de crispó en una mueca mezcla de incredulidad y confusión. No hubiera imaginado qué tantos paganos se aglomerarán en las calles aledañas. Tal parecía que se encontraban con energías renovadas, lucían más fuertes, más orgullosos, más imponentes. Su reina había vuelto después de todo y el principado supo que ese cambio se debía a que volvían a sentir esperanza.
—No nos dejaremos engañar por criaturas infernales
Asali reconoció al dueño de aquella voz y entrecerró los ojos buscándolo. Solo media calle abajo, cerca al puente, se encontraba la imponente figura del arcángel. — Camael. — Intervino la mujer, elevando la voz una octava para poder ser oída aún a la distancia. — No puedes condenarlos solo por su apariencia.
— Esto no es de tu incumbencia Asaliah, su apariencia monstruosa es un aviso para sus planes.—La imponente figura del arcángel lucía casi inamovible en comparación al frágil cuerpo de Asali. Su ancha espalda parecía devorar a la diminuta principado a su lado. — Dadas las nuevas circunstancias en que encuentra la jerarquía no podemos exponernos.
— Camael, mi amigo.— Su voz escuchó cansada, en ella recaía el peso de eones vividos. Un suspiro brotó de sus finos labios mientras alzaba el brazo para depositar una mano sobre el hombro del arcángel.— Debes dejar tu naturaleza despiadada de lado, estas criaturas no albergan esencia demoníaca, su físico no es aviso de algo.
La figura de Camael era imponente, alto, fuerte y musculoso. A los ojos de otras personas hasta resultaba ser intimidarte .Subió una mano hasta su mentón afilado y pensó en el comentario de la anciana pero prefería ser despiadado a ser débil. —Toda criatura no angelical que se acerque demasiado a la ciudadela deberá ser purificada.
—Son apenas unos niños— La voz brotó ligeramente quebradiza, exaltada tras oír las palabras provenientes del hombre moreno.— No puedes condenar almas inocentes.
—No son almas inocentes, simplemente ellos no tienen alma.
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Sombra de Zafiro: La última gema
FantasyEn el desenlace de una amarga batalla, un ángel le juró amor a una chica marcada por las sombras. Ambos sabían que ella era un libro donde ya se había escrito un final. Trágico final, el que acaba de iniciar. Ángeles y paganos mezclan su sangre...