Las cenizas.

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Persona 1

 TARA


    Seco las lágrimas con el dorso de mi mano y continúo sirviendo un poco de agua caliente en la taza de té para mama, respiro profundamente varias veces para tratar de calmarme pero haga lo que haga el dolor de mi pecho no desaparece. Tomo la taza y aunque me quema la mano no me importa, de hecho se siente un poco relajante el ardor que me causa, o al menos solo me mantiene un poco distraída, no lo suficiente pero si ayuda.

    Me alejo de la cocina y camino hasta la recamara que algún día fue de mis padres, pensar en ellos me hace sentir culpable, dolorosamente culpable aunque bien sé que no tengo nada que ver en ello, toco la puerta dos veces y sin esperar respuesta entro, inmediatamente el olor a alcohol se hace presente causándome náuseas, camino por su habitación totalmente desordenada entre su ropa, zapatos, bolsas y sabanas.

    Me acerco lentamente a su cama, me siento junto a ella quien se encuentra profundamente dormida casi inconsciente diría yo.

    —Mama... Mama —La llamo con un tono de voz monótona mientras la muevo ligeramente para tratar de despertarla pero no hay respuesta, checo su pulso en el cuello por si las dudas y dejo la taza en su mesita de noche junto a sus tranquilizantes.

    Salgo de la habitación con náuseas y un ligero dolor de cabeza, respiro... trato de hacerlo lento pero no puedo evitar que mi respiración se acelere y comience a sollozar sin control, quiero tirarme al suelo y llorar como una niña, gritar, gritar tan fuerte hasta que me quede sin voz decirle a mama que me duele perder a Viola pero la necesito, yo necesito a mi madre pero no puedo, no puedo...

No sé cómo, pero tomo mi mochila, las llaves y salgo de la casa para subirme al coche y manejar hacia quien sabe dónde (Tal vez mi trabajo), sintiéndome completamente vacía, las lágrimas vuelven a caer mientras manejo trato de tragármelas, no arreglo nada con llorar, no puedo seguir llorando.

. . .

    Coloco los popotes en los licuados de fresa y me dirijo a la mesa seis en el segundo piso esquivando a todas las personas que se encuentran en la cafetería, la cabeza todavía me duele además siento un dolor en el pecho que no me deja respirar bien, dejo los vasos en la mesa, trato de sonreír y agudizar un poco mi voz para que suene amable, y normal.

    —¿Desean algo más? —pregunto fingiendo un tono alegre, aunque trato de evitar las miradas de la parejita de igual forma termino mirándolos y recibiendo esas miradas de lastima de siempre. Ellos niegan con la cabeza y camino de regreso a la cocina.

    Meto las manos en las bolsas de mi mandil y camino rápido entre las personas con la cabeza abajo, no quiero mirar a nadie, no quiero que nadie me mire, que nadie mi siga mirando con lastima, que nadie pregunte. O más bien solo quiero ser invisible. Entro a la cocina y tomo los dos capuchinos en la barra que tienen el número seis — ¿Tara podrías...? —me llama Alex causándome un sobresalto y ambas tazas con el café hirviendo caen al suelo.

    —Lo siento mucho, de verdad no era mi intención —Me disculpo nerviosa recogiendo los pedazos de cristal roto, las manos me tiemblan y siento demasiado calor en las mejillas.

    —Tara, déjalo así no te preocupes —me dice Alex tomándome de las manos y quitando los vidrios que ya había recogido, me vuelvo hacia él y lo miro a los ojos por un momento pero retiro la mirada enseguida y me enfoco en las tacitas de cristal rotas —Pero debo limpiar, no puedo dejar así.

    —No te preocupes ve por otro pedido —Yo asiento y me levanto del suelo sin fuerzas.

    —¿Oye Tara? —Me vuelvo hacia Alex de inmediato.

    —Sí, dime...

    —¿Está todo bien?, ¿No necesitas algo, cualquier cosa? —mis ojos se cristalizan y lo único que puedo hacer es negar con la cabeza y sonreírle, sonreírle de una forma que ni siquiera yo me creo.

. . .

    Abro el grifo, tomo agua entre mis manos y me lavo la cara, el agua esta helada y me quema la cara pero me hace sentir un poco despierta aunque no más viva, me quito el mandil y seco mi cara con este —Vamos Tara solo hay que cerrar y abras terminado la hornada por hoy— salgo del baño y veo a Lucas y Amy saliendo de la tienda riendo a carcajadas, y a Alex y su novia platicando en el mostrador.

    —Tara podrías venir un momento —me vuelvo hacia Alex, asiento y me dirijo hacia ellos.

    —Adelántate, tengo que hablar con ella un momento —se despide el con un pequeño beso en los labios de su novia, ella me sonríe y se despide de mi, yo solo susurro un simple 'Adiós'

    —¿Qué sucede, es por lo de las tazas? —el niega con la cabeza y sonríe.

    —No Tara, obviamente no —su expresión se vuelve seria y amble. —Solo quiero saber que pasa y si hay algo en lo que te pueda ayudar. —Un nudo se forma en mi garganta y me corta la respiración, cierro los ojos con fuerza y trato de pensar en alguna excusa lo suficiente buena para que nunca vuelva a tocar el tema pero de mi boca sale un simple no.

    —De acuerdo no insistiré más, pero quiero que sepas que si necesitas algo yo estoy aquí —asiento sin mirarle a los ojos, él se acerca para darme un abrazo pero yo lo esquivo dando dos pasos hacia delante y tomo las llaves del mostrador.

    —¿Está bien si hoy yo cierro la tienda? —el asiente extrañado, me sonríe con tristeza y se despide.

    Espero a que Alex salga y lo pierda de vista, respiro profundamente, y aprieto las llaves en mi mano con tanta fuerza que me duele, trato de avanzar y llegar hasta la puerta pero las piernas me traicionan y caigo de rodillas al suelo a centímetros de la puerta, miro a mi alrededor el lugar está completamente vacío ¿Por qué no puedo salir? Tengo que salir... Realmente no quiero llegar a casa, no quiero salir de aquí, ver a mama y tener que estar en esa casa sabiendo que Viola y papa no están, realmente no quiero.

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