Capítulo cinco.

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ALGÚN DÍA A MEDIADOS DE SEPTIEMBRE DEL 2010

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ALGÚN DÍA A MEDIADOS DE SEPTIEMBRE DEL 2010.

Murphy se sentó frente a Caleb en el almuerzo y comenzó a comer su hamburguesa. Tan sólo ayer había ocurrido el incidente con Kaden y ya había cumplido con su castigo; escribir un ensayo sobre como la violencia física no era la solución a los problemas. Kaden también tenía que escribir uno, mientras que Landon y Meredith habían salido libres de cargos.

Sin embargo, Murphy sabía que la inteligencia de Kaden no era tan grande como la de ella y que se demoraría mucho más en entregarlo. Ella lo había terminado en la noche y ya estaba desocupada. Las ventajas de ser un genio.

Caleb la observó fijamente, ella jamás se sentaba con él y a él le gustaba sentarse solo, entonces, ¿qué le sucedía?

—¿Por qué te sientas aquí? —le preguntó Caleb sacándose los cascos donde escuchaba tranquilamente a Jay Z, para poder escuchar lo que Murphy tenía para decir.

—Porque decidí que serías mi amigo —le explicó Murphy. Caleb soltó una pequeña risa irónica.

—Pero yo tengo suficientes amigos —recalcó él.

—¿Suficientes amigos? No bromees, tu vecino de doce años no cuenta como amigo —Murphy rió y luego mordió su hamburguesa.

—¿Cómo sabes que...?

—Mackenzie —lo interrumpió la castaña—. Me lo dijo ayer, cuando ella me explicó que lo necesitabas es, ya sabes, una amiga a la que puedas contarle tus... fetiches sexuales. Creo que sus capacidades especiales son reales.

Caleb la miró fijamente, pasmado.

—Estás demente —respondió finalmente.

—No soy demente, soy un genio —le corrigió Murphy.

—Como sea. No te burles de mí, tu tampoco tienes amigos —le dijo Caleb frunciendo el ceño.

—No tengo amigos porque soy un genio, pero ahora decidí que los tendría, y te elegí a ti como el primero. Deberías estar feliz —murmuró Murphy, ocultando que su madre la había obligado a encontrar amigos, mientras trataba de abrir su botella de agua. Caleb se la arrancó de las manos.

—No puedes, yo lo haré por ti —la abrió en menos de un segundo y se la tendió a Murphy.

—Gracias —le dijo la castaña y luego de tomar un par de tragos, volvió su atención a Caleb, quien estaba masticando un trozo de su sándwich—. Sé que te gusta Meredith.

Caleb se atoró y comenzó a toser, Murphy le tendió su botella de agua mientras reía, le causaba gracia que, al sólo mencionar a la rubia, él se ahogara con la comida. Caleb tomó casi toda el agua de la botella y se la devolvió a Murphy.

—No me gusta, sólo la encuentro guapa, ¿y tú como sabes? Me estás asustando, hablo en serio.

—No lo sabía, pero me lo acabas de confirmar —le dijo Murphy sonriendo—. Deberías pedirle una cita.

El Club de la Hierba.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora