II

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- Estuvieron como una hora y media haciéndome el estudio, Marie, me duele la mano- yo había empezado a tratar por su nombre a mi enfermera, era muy buena – me pincharon como cinco veces la mano. Me duele, y se me está hinchando. – me quejaba, sentada en la cama; mientras Marie me acomodaba todos los aparatos a mi alrededor.

- Deja de rezongar y quédate quieta, niña. Vas a hacer que la mano se te infle.

- ¿Qué? ¿Qué se me infle la mano? – dije aterrorizada.

Justo en ese momento entró el doctor Mauro con otro chico, mucho más joven que él, y se notaba que era médico también, llevaba la bata con el escudito como todos los médicos que había visto pasar. Era guapísimo, alto, medía como un metro noventa o más. Tenía unos ojos celestes, azules se podía decir. Y era morocho y usaba un jopo. ¡Qué hermoso era! Además se notaba que tenía una espalda ancha y bien formada, y unos tremendos brazos. ¿Cuántos años tendría?

- ¡Buenas! – dijo el Dr. Mauro - ¿Cómo es eso de que se te va a inflar la mano? – dijo el médico en tono gracioso.

- Nada, esta vieja loca que dice que si no me quedo quieta, se me va a inflar la mano. – dije, haciendo reír a todos los de la habitación.

- ¿Cómo que vieja loca? Ya vas a ver lo que te va hacer de comer esta vieja loca.

- Mira, vieja loca, si me traes algo rico yo te perdono - aseguré, dándole un beso en la mejilla a Marie. Todos volvieron a reír.

- Veo que ya te hiciste amigas, Luna – Dijo Mauro. Intentado que se diera cuenta que la había llamado por su nombre.

- Si, ella es muy bue... Espera, me dijo ¿Luna? – pregunté, sorprendida. Cuando me di cuenta de que Mauro me sonreía y asentía a la pregunta que le había hecho, entendí que ese era mi nombre y los ojos se me llenaron de lágrimas - Entonces...ese... ¿ese es mi nombre?

- Así es. Te llamas Luna Garrot, y tienes diecisiete años – Alex, habló por primera vez, acercándose a ella.

***

Alex estaba deslumbrado con ella, y solo había estado tres minutos en esa habitación, apenas había entrado, la había escuchado hablar con la enfermera y me había parecido escuchar la vos más dulce que había oído en mi vida. Además que con sus primeras diez palabras me hizo reír a carcajadas. Y encima, así con moretones en la frente, la boca cortada y los dedos todos lastimados, es hermosa. ¿Quién podría haberle hecho daño, a alguien tan hermosa como ella? Lo que su padre le había dicho era cierto «Si la conocieras, te darías cuenta. Solo de mirarle esos ojazos verdes sientes un cariño inmenso por ella» Esas palabras no estaban mejor dichas, sólo quería que «la niña de ojos tristes», como también se había referido su padre, volviera a sonreír como lo había hecho hace minutos.

Vi a mi padre y estaba seguro que él sintió tanta dicha al ver a esa niña tan feliz, por algo tan insignificante, saber su nombre debe ser muy importante, no lo negaba pero solo ella, solo Luna, podría hacer ese momento como algo especial. De sus ojos, las lágrimas salían despedidas con ganas, pero esas lágrimas que mojaban sus ojos y bañaban la carita lastimada eran de pura emoción. Tenía muchas ganas de llamar a su madre, Bárbara, para contarle todo lo que había pasado. Se iba a poner muy feliz.

- Bueno, ahora que tienes la información que tanto ansiabas... ¿puedes aliviarte un poco? – le dijo mi padre

- Lo intentaré, Dr. Mauro, le quiero hacer una pregunta – Luna, lo miró, y Mauro asintió, él prevenía cual iba a ser esa pregunta, y sabía que la respuesta verdadera todavía no se la podía dar, por su salud, aparte de que quería averiguar más del tema, quería que cuando llegara la hora de decírselo, pueda responder a cualquier pregunta que ella le haga. – ¿Pudo averiguar si tengo casa, o familia?

Mala MemoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora