VIII

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Al día siguiente, Luna se despertó temprano, estaba tan feliz que no quería ni dormir. Eras las ocho cuando bajo a desayunar. Cuando llegó a la cocina vió que Barbie estaba sentada tomando un café.

- ¡Luna! ¿Ya estás despierta? Pensé que te ibas a levantar tarde hoy, anoche se acostaron tarde.

- Sí, es que quiero ir a la fundación. Anoche Alex me contó de que se trataba y estoy súper emocionada.

- Me alegro. ¿Por qué no desayunas mientras yo busco unos papeles en el despacho?

- Perfecto.

- En veinte minutos salimos.

Luna desayunó en quince minutos, subió a buscar una campera tejida, que agregó a lo que había elegido. Un jean azul celeste gastado, con una remera negra con un dibujo en blanco. Bajó y esperó a Bárbara en la sala. A los cinco minutos Barbie apareció en la sala.

- ¿Vamos?

- Por Favor.

Benigno, las llevo hasta la Fundación Cross que quedaba a media hora de viaje. El lugar era enorme, el edificio en sí era una gran construcción de diez pisos y ochocientos metros cuadrados. El terreno tenía en total mil quinientos metros cuadrados, había jardines enormes. Tenían plazas con juegos para los chicos, había canchas de básquet, futbol, y había piletas que ahora estaban cubiertas y convertidas en climatizadas. Cuando entramos al edificio por las grandes puertas de vidrio, una enfermera se acercó a nosotras inmediatamente.

- Hola señora Cross. – dijo la enfermera.

- Hola Rebeca ¿Cómo está todo aquí?

- Todo normal señora.

- Rebeca, ella es Luna, va a ayudarnos con la fundación.

- Hola Rebeca, mucho gusto – dijo Luna dándole un beso en la

- mejilla, ese gesto hizo que la enfermera se sorprendiera.

- Mucho gusto señorita.

- Dime Luna. – dijo ella distraída mirando a su alrededor. Era todo muy lindo, moderno. Todo estaba perfectamente limpio.

Se había imaginado algo más humilde, como un galpón con camas o algo así, pero ese parecía un hotel de cinco estrellas. Luna siguió a Bárbara hasta el ascensor, subieron hasta el último piso. En él, se encontraban dos oficinas, y muchos consultorios. Según Bárbara en la fundación trabajaban diez médicos y más de doscientas enfermeras. Aunque por turno eran ochenta y cinco, cada enfermera trabajaba ocho horas y algunas cuatro porque estudiaban y estaban empezando a trabajar.

- Te voy a presentar a Pablo Ibarra, uno de los mejores médicos de la fundación y el que más tiempo pasa en estas paredes. No hay alguien que ame más este lugar que él.

- Encantada de conocer a Pablo. – aseguró Luna con una sonrisa de oreja a oreja.

- Ven, debe estar con los niños. Es su parte preferida.

Bárbara llevó a Luna hasta un comedor, estaba lleno de niños, había varias enfermeras dando vueltas y un médico de no más de veintiocho años con tres niños sentados arriba. Se reían y cuando Luna vio esa escena no pudo más que sonreír. Era de lo más tierno.

El médico, al verlas se acercó a ellas.

- ¡Hola Barbie! Qué bueno verte por aquí.

- ¡Pablo! Sé que los tengo abandonados, pero de ahora en adelante voy a venir más seguido, y mira traigo a alguien más que quiere ayudar aquí dentro. – dijo Bárbara señalando a Luna.

Mala MemoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora