III

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Luna estaba acostada, sola en su habitación, pensando. Tenía la comida en la bandeja, parecía rico, arroz con salsa, pero no tenía hambre. Saber su nombre, la había devastado más de lo que ella planeaba. Tenía la sensación de que el doctor Mauro si sabía algo de su vida pasada, pero no se lo había dicho. Eso significaba que no eran buenas noticias. Se sentía tan sola. Era tan fea la sensación de no saber nada de vos. Porque intentaba recordar, pensó que cuando le dijeran su nombre, le vendría algún recuerdo. Pero nada. Su mente estaba en blanco, solo se acordaba desde que había despertado, y el doctor Mauro estaba con la señora linda. No podía hacer nada. Se sentía impotente e inútil. Su cabeza estaba inundada en preguntas. ¿Cómo era mi vida? ¿Cómo vivía? ¿Si supuestamente no tengo familia, vivía en la calle? ¿Tenía por lo menos, amigos de la calle? ¿Cómo podía ayudar a averiguar algo? De tanto pensar se le ocurrió que tendría que preguntarle algunas cosas a el Dr. Mauro. Como por ejemplo...

- ¡¡Hola!! ¿Puedo pasar?

- Hola, sí pase.

- ¿Te acuerdas de mi?

- ¡Siii! Usted es la señora linda, la que me calmó cuando desperté.

- ¿La señora linda? ¡No! – rió- Solo soy Bárbara. ¿Cómo estas, Luna?

- Bien, mucho mejor. Me duele el cuerpo, bastante, pero estoy muy bien.

- Me alegro muchísimo. ¡No comiste nada! – dijo Bárbara al ver que el plato de comida estaba lleno.

- No es que, se me fu el hambre. – dijo Luna avergonzada.

- Después de tantos días sin probar bocado, tienes que comer Lunita, estas muy flaquita. – La regañó dulcemente.

- Lo intente, pero tengo la garganta cerrada. – dijo Luna, Bárbara se dio cuenta que estaba desganada, pálida.

- Tienes los ojos tristes, ¿Te pasa algo mi amor? – No sabía muy bien porque, pero Bárbara le inspiró confianza a Luna, ésta decidió contarle que era lo que le pasaba.

- Señora, ¿puedo contarle algo? – pregunto Luna, tímidamente.

- ¡Claro que sí! Pero dime Bárbara, no señora. – le dijo Bárbara, acariciándole la mejilla suavemente, entonces, ella se sentó al lado de la cama de ella, y luna se acomodó mas cómoda en su cama.

- Está bien, Bárbara. Quiero contarte esto, porque por alguna razón me inspiras mucha confianza.

- Eso me alegra muchísimo, Luna. Quiero que confíes en mi y que no tengas vergüenza de decirme nada.

- Estoy muy confundida – admitió Luna – Todo está volviendo loca, me tranquiliza mucho saber que me llamo Luna, pero no puedo evitar sentirme mal. Es horrible no saber nada mi misma. Ni siquiera estoy segura de llamarme así. Quería saber mi nombre porque pensé que cuando lo supiera, me acordaría de algo. No sé de un recuerdo, donde me estén llamando. Donde me estén gritando "¡Luna!" Pero nada. Nada de nada. Tengo la mente en blanco. Solo me acuerdo desde que me desperté acá, cuando vos y el Dr. Mauro estaban mirando por la ventana. – Luna, estaba realmente desesperada, una lágrima recorrió su mejilla pero no tardó en quitársela. Bárbara no la interrumpía, sabía que lo que Luna necesitaba era desahogarse. Luego hablaría ella. Y la consolaría. - Es frustrante no saber nada. Sentirse sola, totalmente desprotegida. Sin alguien que se preocupe por mí. Sin saber bien, que era lo que hacía antes. ¿Por qué me golpearon así? Puedo darme cuenta de que mis lastimaduras no son de una caída, sino de golpes. De patadas. ¿Por qué? ¿Quién quería hacerme daño? ¿De dónde vengo? ¿Dónde naci? Siento que la cabeza me va a explotar. Aunque me digan que tengo que estar tranquila, y no pensar, no lo logro. ¿Cómo hago para no pensar que no me acuerdo nada de mí? Que alguien me lo diga, porque yo no puedo. No paro de pensar que todo esto me está volviendo loca. Me desespera. Por otro lado, quiero estar bien, porque quiero que me den el alta y no molestar más. Nadie está pagando por mí. No quiero que se preocupen de más por mí. Yo, de alguna forma, tengo que averiguar sobre mí.

Mala MemoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora