La danza de la luna sangre.

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Podría resultar alarmante que alguien como él se paseara con tal libertad entre la gente en un día festivo. La Luna Sangre se alzaba en el firmamento esa noche, motivo de fiesta para unos y de oración para otros, pero siempre una muestra de lo original y artístico que podía llegar a ser en pueblo Jonio.

Máscaras de barro, porcelana y papel mache con motivos de demonios ocultaban las identidades de todos, y los niños aprovechaban esa noche de anonimato para hacer travesuras. Lámparas de papel iluminaban las calles con la luz de las velas que yacían en su interior, esperando a que los ancianos y las personas más espirituales las llevasen al lago para recordar a sus seres queridos, quienes ya habían partido y ahora los protegían de los demonios que rondaban cuando la luna se vestía de rojo.

Jhin respiró el aroma a incienso, disfrutando lo bien que aquel aroma ambientaba el pueblo forrado de rojo y negro.

Llegó a la plaza con paso tranquilo, admirando el escenario donde anualmente se llevaban a cabo representaciones de una obra que, si bien no le parecía en lo absoluto original, debía admitir que soñaba con interpretar al demonio principal. Un honor que solo Shen podía tener.

Lo odiaba. Odiaba que los reflectores se centraran en el hijo de Kusho. Odiaba que lo adoraran a pesar de sobreactuar a niveles insoportables. Lo odiaba por llevarlo a prisión cuatro largos años, olvidando por completo su sola existencia como si de una rata cualquiera se tratase. Le odiaba, pero adoraba la idea de volverlo hermoso con un solo tirar del gatillo, creando un trazo de sangre, pólvora y magia en su frente. Ver su vida esfumarse a la par que su sangre regaba las flores de loto antes de hacer lo mismo con Zed. Solo entonces sentiría que ya era el momento de seguir adelante y deleitar al mundo con su tétrico arte vanguardista. Era una lástima que esa generación no estuviese lista para su genio.

Entonces salió de su mente, viéndose rodeado de gente que veía a dos individuos sobre el escenario. ¿Ellos abrirían el espectáculo? Le pareció extraño, pues usualmente siempre iniciaba un par de horas más tarde.

La primera, una mujer de esbelta figura, llevaba una máscara de finas facciones. Una demonio de baja categoría que probablemente ni nombre tenía. Iba vestida con los colores de la festividad, pero le extrañó el hecho de que tuviese orejas similares a las de un zorro. Aquello, junto a la capa, no concordaba mucho con el festival.

El hombre era otra historia; una burla al festival. Si bien, su escasa vestimenta tenía los colores característicos, su falta de mascara y su gallarda sonrisa resultaban muy fuera de lugar. Bastante desagradable para su vista. ¡No era capaz de entender como aquel muchacho no era capaz de respetar aquel sagrado festival!

Pero toda queja se vio acallada cuando ambos extraños empezaron a bailar.

Parecían nacidos para compartir el escenario. Sus movimientos eran perfectos y sincronizados, causándole al virtuoso un ligero sentimiento de envidia. Y la pasión... la pasión con la que el hombre veía los rápidos y gráciles movimientos de su compañera parecía hacer arder de celos a las mujeres que se veían atraídos por él, sabiéndose incapaces de poderle coquetear una vez que pusiera un pie fuera del escenario.

Se movían con gracia y cierta agresividad. Su danza era salvaje y autentica. Gritaba pasión, deseo, amor y anhelo. Ambos se expresaban su profunda e infinita devoción con ese baile, y no dudaba que la mujer viese a su pareja con una mirada similar a la que él le dedicaba.

El rubio puso su rodilla en el suelo y ella no necesitó otra señal para pararse en las manos de su pareja y ser alzada en el aire con suma facilidad por su compañero, a quien se le tensaron los músculos de los brazos y espalda, logrando que más de una suspirara. Él las ignoró, estando más centrado en reunir fuerzas antes de arrojar a su compañera por los aires. Y ella giró hasta ser atrapada por las grandes manos de aquel rubio de ensueño que la sujetaron por la cintura mientras ella le acariciaba el cuello, recorriendo sus hombros con las yemas de los dedos, delineando los músculos de sus fuertes brazos hasta llegar a sus muñecas y sujetar una con firmeza.

La Danza del LotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora