El aroma de la comida resultaba exquisito, la ambientación del local era agradable y la cantidad de gente que había prestado atención a su capa le había resultado más que óptima.
Llevaban ya 3 días viajando y el virtuoso había expresado su descontento al verse obligado a dormir a ras de suelo, con las copas de los arboles como único techo, y frutas para el desayuno, comida y cena. Xayah no se había mostrado nada feliz con sus quejas, pero el encantador había abogado a favor del humano, para quien debía ser nuevo vivir de esa manera y había que acostumbrarlo de a poco.
Tragándose su orgullo, Xayah se vio obligada a aceptar que Jhin escogiese el lugar donde pasarían aquella noche. Una posada humana que quedaba de camino, la cual había resultado encantadora a los ojos del rubio, quien resaltó los puntos buenos de pasar ahí la noche. Una cena y desayuno calientes, una cómoda y cálida cama, un baño. ¡Cuánto ocupaban una ducha caliente en lugar de solo remojarse en riachuelos para quitarse el sudor!
Después de haberse organizado, se apartaron sus respectivas habitaciones, siendo una compartida por los vastayas y otra exclusiva para Jhin, quien había alegado que ocupaba privacidad. Después de que cada uno se instaló, bajaron al comedor y optaron por disfrutar de una encantadora cena en una mesa alejada de los demás comensales por capricho de Jhin a quien apenas y le habían visto el rostro con anterioridad, se vieron obligados a buscar un sitio más íntimo para que el virtuoso pudiese quitarse la máscara y comer en relativa paz.
Su cabello oscuro cual noche sin luna, su rostro masculino con una expresión severa que solo se esfumó cuando ambos vastayas dejaron de comer como salvajes. ¿Por eso se habían sentado separados, para evitar que alguien más les viese comer con escasos modales?
Rakan dejo de pensar en eso y continuó escudriñando y memorizando cada parte de su rostro para no olvidar lo que la máscara trataba de ocultar. Un hombre maduro cual manzana, de barba perfectamente recortada y peligrosos ojos marrones rojizos que resaltaban sin la máscara. Jhin era apuesto, eso sin duda, y Rakan no tenía problemas en admitirlo ya que él no era un mojigato como muchos otros hombres.
Jhin alzo la ceja con curiosidad, pero sus ojos parecían ligeramente alarmados. Rakan supo que él era la razón de su expresión.
—Lo siento.— Volvió su vista al plato y continuó comiendo.
—No importa.— El barítono de su voz sonó calmado —Supongo que me lo merezco por ver del mismo modo a tu novia.
Sus orejas se alzaron y cada pluma de su cuerpo se erizó.
—Quiero decir, nuca antes había visto un solo vastaya en mi vida, es natural que sienta la misma curiosidad que tú sientes por mi rostro.
Se calmó tras la explicación y asintió con la cabeza. Aquello no carecía de sentido.
—Rakan— Xayah tomó la palabra después de haber guardado silencio toda la velada. —, tendremos que desviarnos de la ruta establecida.
—¿Qué?— el humano parecía alarmado.
Xayah rodó los ojos y tomó la mano de Rakan para llevarlo a una esquina apartada de la mesa.
—Recuerda que antes del humano tenemos otras responsabilidades.— Su voz fría y dura cual hielo del fréljord no dejaba lugar a reclamos. —Escuché que se repitió el suceso de la prisión Puboe. Zed volvió a capturar vastayas.
—¿Cuándo? ¿Quién te lo ha dicho?— Rakan hablo apresuradamente y toda sonrisa en su rostro desapareció
—Apenas arribamos el pueblo una mujer de sangre vastaya me lo dijo. Dice que por su aspecto humano no la capturaron, pero a su madre la delataron las orejas.
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La Danza del Loto
Hayran KurguUno aprendió a ver la belleza más allá de la muerte. El otro, a leer las emociones que en sus ojos y tono de voz se escondían Ella, lo falso que puede ser el perfume de la flor de loto.