El inicio del fin. (Parte 1)

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El nudo en su estómago no desaparecía. Era como si toda la multitud en el festival tuviese los ojos sobre él a pesar de que no había reflector que le iluminase. Sentía como si sus miradas fuesen plomo; pesadas, imposibles de ignorar, pero cada que volteaba a ver no había nadie observándole.

—¿Ocurre algo malo?— La voz del vastaya fue como un alivio para él, pero aquel sentimiento se negaba a dejar sus entrañas.

—Nada...— Su voz sonó nerviosa, como si temiese que alguien ajeno a ellos le escuchase hablando con Rakan.

—Mentiroso.— El tono jovial de su voz desapareció al mencionar esa palabra. —Te noto nervioso desde hace horas, y estás peor desde que Xayah fue a ver a los bailarines.

¿Cuándo había aprendido a leerle con tanta facilidad? Rakan no apartaba sus ojos de él, como si intentase deducir por su postura que era lo que le aquejaba y eso solo le ponía más nervioso. Si llegaba a comprender sus verdaderas intenciones estaba acabado.

—Jhin, somos amigos.— El virtuoso logró diferenciar algo de frustración en su voz. A pesar de todo, no le era tan sencillo leerle como lo hacía con Xayah.

—Lo sé, Rakan— "Amigos"... Jhin no lo creía así. Rakan y Xayah solo eran peones en su juego. —, es solo que estoy algo nervioso... Cuando ustedes se vayan volveré a estar solo... Y si vuelvo a toparme con los acólitos de Zed...

—Derrotaste a muchos de ellos en una noche.

—Pero eran novatos. Si me encuentro con otros más experimentados estaré acabado... Odio admitirlo, pero los necesito...

—Te has vuelto dependiente.— Xayah gruñó a sus espaldas, como si semejante muestra de debilidad de parte del virtuoso le irritase. Ninguno de los dos se había percatado de su llegada.

—Xayah, no seas tan dura.— Rakan, como siempre, intentó defender al humano.

—Jhin— Habló la vastaya, ignorando a su pareja —, el trato era que te acompañaríamos hasta aquí y luego cada quien iría por su cuenta.

—Lo sé— La voz de Jhin sonó temblorosa. —Pero no creo que sea capaz de defenderme solo.

—Acabaste con veinte de ellos.— Xayah no parecía querer escuchar excusas. —Jhin, eres un hombre fuerte, pero no por ello estaremos juntos todo el tiempo. Este era el trato y nosotros cumplimos.

Jhin agachó la cabeza, y por alguna razón las palabras de Xayah solo hacían que el nudo en su estómago se volviese imposible de ignorar.

Apenas fue capaz de volver la mirada hacia la mujer, pero lo que pudo notar en su mirada le fue imposible de ignorar, y por la manera en la que Rakan la veía sabía que él también lo había notado. Ella estaba furiosa y el vastaya parecía no comprender por completo el motivo por el que su novia estaba de aquel modo. Xayah estaba celosa, muy celosa.

—Xayah...— La voz del vastaya fue apenas un hilo.

—Rakan, hora de irnos.— Habló la vastaya antes de tomarle la mano a Rakan, quien evidentemente se negaba a dejar a Jhin atrás.

Jhin permaneció en aquel banco, sentado intentando comprender el porqué de los celos de Xayah.

Si, admitía que quizá pasaba mucho tiempo con el rubio, pero era porque resultaba un guardián formidable y, ciertamente, era Rakan quien le buscaba. ¿Entonces por qué había estallado de esa manera si llevaban días, incluso semanas viajando juntos?

El virtuoso volvió la vista al par de vastayas que se alejaban a grandes zancadas de él y logró ver el destello de la máscara que le había regalado a Rakan la noche anterior, la cual colgaba a un lado de aquellos cráneos de ave que decoraban su pantalón. ¿De eso se trataba?

La Danza del LotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora