La sombra y el crepusculo

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La luna coronaba la noche. El pueblo ya se encontraba a oscuras a excepción del bar donde se encontraba, lleno de risas y música.

Dio un trago a su sake y volvió la vista a la puerta principal. ¿Para qué le habría citado, pidiéndole que lo llevase armas o compañía alguna? Claro, él no había acatado la orden al pie de la letra. Solo un idiota lo hubiese hecho.

Un hombre entro al bar y él se tensó al ver sus ropas. Iba vestido de campesino, pero una tela cubría su rostro y el macuto sobre su hombro estaba lleno de filosas herramientas. Él le vio fijamente, pero el hombre pasó de largo y se recargó en la barra para pedirle una bebida al cantinero.

—¿De verdad creíste que usaría un disfraz tan llamativo?

La voz grave le hizo dar un respingo y rápidamente volteó a ver tras sus espaldas. Ahí estaba Zed, vestido tan casual como cuando eran apenas unos jóvenes aprendices.

—Te pedí dejar las armas.— Le recriminó, y sus ojos carmesí brillaron con desaprobación.

—¿Cómo estar seguro de que no es una trampa?— Shen le escudriñó con la mirada, pero no vio nada fuera de lo común más allá del nerviosismo en la mirada de quien en algún momento había sido su compañero. Su hermano en armas.

—No puedes estarlo.— Zed volteó a todos lados. Nadie le reconocía, pero aun así parecía muerto de miedo.

Shen no pudo evitar recordar cuando eran niños y el pequeño Zed se aferraba a su ropa, ambos espantados por el monstruo que se ocultaba en la armería a pesar de que Kusho les había asegurado que ahí no vivía ni una sola rata.

—¿Ocurrió algo malo?— Shen se descubrió a si mismo usando un tono de voz que creía haber olvidado. Se sintió unos años más joven, y para su sorpresa Zed pareció más calmado

—Mis alumnos...— Murmuró el oscuro y le tomó la mano. —Pero no podemos hablar aquí, hay mucha gente.

Shen dudó unos momentos, pero los ojos de Zed no mentían. Algo terrible había ocurrido si el maestro de las sombras se encontraba tan nervioso.

—No puede tratarse de...— murmuró el ojo del crepúsculo. Zed asintió con la cabeza.

Shen se puso de pie y rápidamente le llevó a la salida del local. Zed le miró extrañado cuando se percató de que Shen no tenía intenciones de detenerse pronto.

Finalmente llegaron a unos jardines. Estaban vacíos por la hora que era, así que resultaba un lugar más íntimo donde hablar.

—¿Estás seguro de que fue él?

Zed no pareció entender la pregunta hasta que detectó el terror en los dorados orbes de Shen.

—Afirmativo.— Dijo Zed finalmente. —Mató a todos, menos a uno... quería dejarme en claro que fue él.

—¿Cuántos?

—Veinte muertos en total, .quiero pensar que esa es la cifra exacta y no mató a a más. Revisé la escena, todo parecía ser obra de él, como cuando éramos jóvenes.

Shen apretó la mandíbula intentando guardar el temple, pero recordar las escenas, recordar cómo sin necesidad de tocarlos aquel hombre había sido capaz de matar una parte de ellos a lo largo de cuatro largos años de búsqueda. ¿Las cosas hubiesen sido distintas si no hubiesen metido la nariz? Probablemente, pero había sido lo correcto. Encarcelar al demonio dorado era lo correcto aunque Zed no lo entendiese.

Pero ahora estaba libre e iba por Zed. Él no podía permitirlo por más que la orden de las sombras fuese su rival

Volteó a ver al líder de aquella orden, pero no vio al cruel asesino, solo vio a su antiguo compañero. Aquel con el que reía y hacía bromas de tontos adolecentes, aquel con quien peleaba hombro a hombro y se ayudaban mutuamente para ser mejores. Vio a aquel dedicado ninja que pudo haber sido el ojo del crepúsculo si no se hubiese desviado.

Aquello era su culpa, lo sabía. Si tan solo hubiese visto las señales él hubiese podido enderezar a Zed, hubiese podido re forjarlo, enderezado y templado para que fuese una hoja dura e imposible de desviar, pero había sido un idiota por dejar que Zed siguiese ese camino hasta romperse y caer en la oscuridad.

—No permitiré que siga adelante.— Dijo Shen, convencido de que aún quedaba luz dentro de Zed. Quizá si le ayudaba sería capaz de crear nuevamente el lazo que en algun momento habían tenido.

Zed permaneció en silencio.

Shen le ayudaría, como en los viejos tiempos. Aquello le hacía sentir cierta nostalgia.

No, no podía ser débil, pero el demonio, Khada Jhin... ese solo hombre era razón más que suficiente para pedir auxilio al único hombre con vida que había ayudado con su captura. Shen conocía como se movía Jhin, así que pedir su ayuda para asegurarse de que su vida no correría peligro a manos de aquel demonio valía toda la pena.

—¿Cómo te encontró?

—No tengo idea.— confesó Zed. —Nadie sabía que mis hombres estarían en ese lugar. Ellos esperaban a unos rebeldes, no a ese asesino.

—¿Rebeldes?— Shen alzó la ceja

—Unos vastayas. Han sido una piedra en mi zapato desde hace tiempo.

—Crees que...

—No, Jhin siempre ha preferido trabajar solo.

Shen le puso una mano en el hombro y todo brillo de familiaridad desapareció del semblante de Zed. El ojo del crepúsculo retiró la mano sintiéndose un idiota, estaba claro que el oscuro no se sentía lo suficientemente cómodo a su lado como para aceptar contacto físico.

—A lo que quiero llegar es— continuó shen —, Jhin pudo ver que esos rebeldes estaban en tu contra al igual que él.

—Les sacará todo el provecho posible.— Zed le volteó a ver a los ojos. —Y los eliminará cuando ya no le sean de utilidad.

—Y sabemos cuándo será eso.— Shen tragó saliva. No dejaría que Zed muriese sin antes intentar enderezarlo. Despertar lo que él sabía aún dormía en su interior, aquel hombre honorable y digno de pertenecer a la orden Kinkou.

—Por eso he acudido a ti. Somos los únicos que le conocen, pero no puedo hacerlo solo.

—Zed, haré todo lo que esté a mi alcance para detenerlo, pero no sabemos a dónde se dirige.

Zed rebuscó entre su ropa antes de sacar una hoja de papel y entregársela al ojo del crepúsculo.

El festival floral en el paso Jyom. Shen le vio sin comprender hasta que recordó el número de artistas que asistían anualmente a ese lugar. La mayoría novatos o desafortunados, pero talentosos, todos esperando tener la suerte de conseguir un mecenas que les ayudase a crecer. Aquel lugar era el sitio soñado de un hombre como Jhin, un festival donde podía sentirse aceptado de cierta forma.

—Está a solo semanas de llevarse a cabo.— Dijo Zed.

—Entonces no hay tiempo que perder. Lo atraparemos y nos aseguraremos de que no volverá a lastimar a nadie.

Shen volvió a ver la hoja. Solo semanas para ver a quien había destruido la vida de Zed. Alzó la vista para agregar algo más, pero el ninja oscuro había desaparecido.


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Me toca pedir disculpas por el capitulo tan corto y el hiatus tan largo que me tomé. La verdad no lo tenía planeado, pero los estudios nos consumieron a todos en la familia y la cercanía de las fiestas tampoco ayudaron mucho, pero estoy aquí, actualizando justo en Navidad a manera de regalo para mis pocos lectores.

Los amo y me gustaría agradecer a aquellos que se toman la molestia de comentar. Hacen que sienta que este fic vale la pena continuarlo. 

En cuanto a Shen y Zed, sí, jugué un poco con sus personalidades en este cap. son mi interpretación de lo que pueden ser ambos ninjas en momentos así, sabiendo desde un inicio que Jhin anda suelto. Creo que Zed sería quien andaría mas tenso ya que Jhin literalmente le cagó la vida... y no creo que Shen pudiese atacar a alguien que se muestra tan... familiar.

PD. ¿Esta cosa no tiene una sección para poner notas del autor?


La Danza del LotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora