Nada es en vano.

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Le parecía increíble la facilidad con la que sus ojos expresaban hasta el más mínimo sentimiento, como hasta el más pequeño gesto mostraba todo lo que el vastayano experimentaba. El dolor, sufrimiento, tristeza.




Rakan apilaba rocas sobre el cuerpo de Xayah. Sus ojos no derramaban lágrimas, ya no más. Había llorado su perdida horas atrás y ya no podía derramar más, pero Jhin podía ver en su expresión neutra todo lo que debía ver. Sus sentimientos eran auténticos, y eso hablaba muy bien de su obra.



El encantador apiló una última roca antes de colocar un par de plumas sobre aquella tumba improvisada. Una suya o y otra de Xayah, la cual había arrancado poco antes de empezar los preparativos.
Ahora Xayah descansaría eternamente sobre una cama de flores, oculta bajo las rocas hasta que se volviese una sola con el mundo. La magia que por sus venas corría volvería a fundirse con la que vagaba por el mundo. Y Rakan abrazaba esa idea, pensando que ella le cuidaría en combate hasta el final de sus días, y entonces se reencontrarían.



Jhin guardó su distancia, analizando la escena. Era una deliciosa tragedia, sin embargo no estaba conforme con ello. Era un final visto infinidad de veces, pero aquel era solo el inicio.



Los ojos de Rakan le observaron, y en los labios del rubio se formó una sonrisa desganada.
"No es tu culpa" podía leer en sus ojos azulinos, pero lo era. Cada pequeño detalle de aquella travesía era su culpa. Él era el dramaturgo, director y tramoyista de aquella obra, y él bajaría el telón.



—Supongo que a ella le gustaría que dijésemos algo en su honor...— Dijo el virtuoso rompiendo el silencio. Y Rakan negó con la cabeza.







—Algunas cosas deben quedarse como están.— Dijo Rakan, y Jhin leyó entre líneas. Si el vastaya hablaba, volvería a romper en llanto, y quería parecer fuerte frente a él, frente a la tumba de su amada y frente a la situación.



—Era una gran guerrera.— A pesar de la negativa, Jhin habló, y Rakan asintió con la cabeza. —Era valiente, rápida y una gran bailarina. No recuerdo la última vez que vi a una mujer moverse como ella lo hacía.





—Era única...— Concluyó el bailarín al regresar su mirada a la tumba. —Recuerdo cuando nos conocimos... Ella rodaba los ojos cada que trataba de llamar su atención... Me gritaba cuando corría directo a los enemigos y bailaba con ellos... Mis chistes le parecían tontos. Era tan... indiferente.




—Dos caras distintas.



—Pero nos complementábamos, como una moneda. Ella era tan sería y mortal... y bella, como una flor que nace entre las espinas.





—Como e loto que florece en el fango.



Rakan asintió con la cabeza y alzó las orejas al sentir el cálido tacto de la mano de Jhin sobre su hombro.



—Sé que quedamos que este sería el final de nuestro viaje juntos— dijo el virtuoso —, pero dejarte solo en un momento de necesidad... —Negó con la cabeza —Ustedes dos me ayudaron en el festival, me guiaron hasta este punto. Estoy en deuda.



Como un titiritero, nuevamente empezó a manipular los hilos de la situación, y la debilidad de Rakan sería la perdición de Zed, Shen y del mismo vastayano. Al final solo Jhin vería el verdadero final de su obra, y sus mecenas estarían complacidos con su trabajo. Una obra para gustos exquisitos como todas las que él protagonizaba.

La Danza del LotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora