El inicio del fin. (Parte 2)

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Una explosión de magia logró que Rakan alzase las orejas y, a juzgar por la mirada de Xayah, ella también la había sentido.

—Veo que no soy el único que lo notó.­— Murmuró Rakan volviendo la vista.

—Viene de la misma dirección en la que se fue Jhin...— Xayah volvió la vista a Rakan, quien hacía un esfuerzo sobrehumano para no salir corriendo en su auxilio. —Esa energía es distinta a cualquiera que haya sentido...

—Fue bastante poderosa... Y hermosa.

—¿Crees que se trate de...?— Dejó la pregunta a medias y, a juzgar por la mirada de Rakan, supo que no pensaba igual que ella.

—Está en problemas... Pudo contra veinte hombres, pero aquella energía es más poderosa que los acólitos de Zed.

—¿Y si te equivocas? ¿Y si es obra de él?

—Jhin no tiene conocimientos mágicos.— Murmuró Rakan. —Por sus venas no corre la magia y no conoce las técnicas con las que Zed cuenta... Es ese ninja, yo lo sé.

Xayah observó a su pareja y trató de no prestar atención a su postura o lo tensados que se encontraban sus músculos. De verdad quería ir por a salvarle a pesar de la discusión.

—Rakan... ¿Me amas?— Preguntó ella, sorprendiendo al vastaya.

—Te dije que te salvaría a ti antes que a cualquier otro... Pero ahora es él quien está en problemas... Lo siento Xayah, sabes que te amo, pero Jhin es mi amigo y dejarlo solo...

Xayah le hizo callar con un beso profundo. Sabía que él era incapaz de dejar a alguien que necesitase su ayuda por más que a ella le doliera, pero ya lo había dicho. La salvaría a ella antes que a cualquier otra persona. Ella era su prioridad y su luz.

Rompió el beso y Rakan le tomó las manos para llenarlas de besos antes de volver la mirada a la multitud de gente aterrorizada que a ellos se acercaba.

—Jhin sería incapaz de lograr tal cosa por su cuenta.— Murmuró ella, alejando sus manos de las de Rakan. —Hay que encontrarlo antes de que sea tarde.

._._._._._._._.

—¡Ahí está!— El barítono de Zed llegó a sus oídos, anunciándole que le habían encontrado.

—Muy tarde, Zed.— Jhin se dio la media vuelta con fluidez, recobrando aquella serenidad tan suya a pesar de la situación.

Ahí, frente a ellos, el Demonio Dorado se pavoneaba frente a las forjas, las cuales habían sido evacuadas tras el primer disparo.

—Esto se acaba aquí.— Siseó el ninja sombrío.

—En eso te equivocas.— Dijo Jhin ante las miradas atentas de ambos hombres. — Este es solo el comienzo de mi gran obra, una que ustedes tuvieron la indecencia de pausar hace muchos años

—Tus crímenes no verán un mañana, Khada.— Esta vez fue Shen quien habló. —Zed tenía razón, mi padre no debió dejarte con vida aquella vez.

—¿Tendrías el corazón para asesinarme, Shen?— Jhin caminó entre las fraguas, como si la presencia de los ninjas poco o nada le importase. —Fue voluntad de Kusho que fuese a prisión, y seguramente tu serías incapaz de llevarle la contraria.

—Quizá él no pueda, pero créeme que yo sí.— Dicho eso, Zed se abalanzó hacia el virtuoso, quien extrajo una espada del aceite para templado y la usó para desviar el ataque.

La Danza del LotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora