Solos otra vez. Xayah respiró profundamente y cerró los ojos mientras disfrutaba la caminata junto a su amado a los alrededores de aquella aldea humana.
Era la primera vez desde que Jhin se había unido a ellos que verdaderamente volvían a estar solos, y Xayah no podía más que aprovechar que su amado Rakan había dejado de pensar en las heridas del virtuoso, las cuales se habían visto reducidas a no más que platinadas cicatrices con ayuda de la magia de su rubio amante. Rakan era casi tan buen sanador como era bailarín o peleador, y la rebelde no podía dejar de pensar en lo afortunada que era al haberlo conocido aquel día en el bar.
—Xayah.— Escuchó a su amado mientras este le rodeaba la cintura con sus fuertes brazos. —Este bosque es hermoso, ¿no te parece?
—Una vista maravillosa.— Contestó ella.
Y no mentía. La vista era agradable y le recordaba a como era el mundo antes de que Zed empezase a abusar de la magia. Los arboles eran altos y su follaje apenas dejaba que el sol se colase entre sus ramas en forma de haz de luz, iluminando el camino de ambos amantes.
—Pero no más maravillosa que tú.— Murmuró Rakan contra su mejilla.
La vastaya sonrió levemente y llevó sus manos a las del encantador bailarín, acariciándolas con dulzura antes de plantarle un beso en la barbilla.
Rakan era maravilloso. Maravilloso y suyo.
Los labios del bailarín empezaron a besar sus hombros y ella se dio la media vuelta, viendo el profundo e hipnótico azul de los ojos de Rakan. Siempre tan expresivos, tan vivos. Rakan era un libro abierto en todos los sentidos. Nunca le mentía. Nunca le fallaba.
Rakan se separó de ella con pasos ligeros y ella hizo lo mismo. Ninguno despegó la mirada del otro. Entonces empezaron a bailar.
Un, dos, tres, un, dos, tres. Bajo sus garras crujían las hojas secas que cubrían el suelo. El verano llegaba a su fin y el otoño, largo y cruel, anunciaba su llegada, pero ellos ya habían vivido mucho juntos como para temer a un cambio de estación más. Ambos se amaban y eso no lo cambiaría ni el follaje de los bosques jonios.
Rakan le sujetaba la cintura y la alzaba con suma facilidad. Xayah extendía los brazos y reía, sabiendo que él jamás la dejaría caer. Él era su guardián.
Giraban, saltaban y se abrazaban. Corrían y se rozaban en aquel baile. Nunca seguían una coreografía específica, solo seguían su corazón, y este nunca les fallaba. Podían incluso bailar con los ojos vendados y sus cuerpos siempre terminarían juntos, pues se atraían como un imán. Tan distintos pero a la vez tan iguales. ¿Acaso no es eso el amor?
Xayah se dejaba guiar por los pasos de Rakan, quien siempre encontraba la manera de atraparla, atraerla hacía sí y alzarla o hacerla girar a velocidades inimaginables, y eso a ella le fascinaba. Le encantaba saber que sus cuerpos se entendían en todos los aspectos; batalla, baile, el amor. No había ámbito en el no llegasen a comprenderse, pues lo que no podían expresar con palabras sus cuerpos y miradas lo decían, y ellos e entendían mutuamente.
Cada paso que daban les acercaba más y más al corazón del bosque, quien con complicidad guardaba silencio para que los amantes danzarines escuchasen la balada que en su corazón se reproducía. Entonces el silencio fue roto por un silbido y ambos pararon para alzar las orejas.
—Veo que no soy el único que escuchó eso.— Dijo Rakan mientras ladeaba la cabeza.
—Es raro que las aves silben de esa manera en esta época del año.— Señalo la rebelde mientras observaba las copas de los árboles. —No es época de apareamiento.
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La Danza del Loto
FanfictionUno aprendió a ver la belleza más allá de la muerte. El otro, a leer las emociones que en sus ojos y tono de voz se escondían Ella, lo falso que puede ser el perfume de la flor de loto.