La tarde del otoño llegaba por las praderas de aquél pueblo. Un paisaje lleno de trigo, pasto y algunas hojas de árbol en el suelo. En el cielo se asomaba un sol ardiente, oculto hasta la mitad por una nube blanca que avanzaba con el viento.
- ¿Puedes ver las hojas secas del suelo y el árbol de allá? -Pregunta Carlo, buscando romper un silencio. No era precisamente una molestia, es sólo que estaba más cómodo hablando con otra persona que no fuera él mismo. Dirigía su mirada hacia la de su amigo Oliver, quien le miraba tranquilo.
- Por supuesto, lo veo todo. ¿Qué hay con eso? -Responde Oliver, llevando a su boca un trozo de pan que le quedaba. La tarde le parecía ideal para comer un poco de dulce, mientras veía el atardecer.
- Y... ¿Qué es lo que no puedes ver? -Exclamó con curiosidad, esta vez, observando fijamente al árbol que estaba a unos metros de ellos.
- ¿Disculpa? -preguntó confundido. Creyó haber oído mal lo que le había comentado su mejor amigo.
- Si, Oliver. ¿Qué es lo que no puedes ver? -Repitió curioso, suspirando al final de la oración. El paisaje y las preguntas eran algo que le traían paz cada que podía mezclarlas.
- Si me permites ser franco, no estoy comprendiendo lo que me estás tratando de decir -se rascó la cabeza con su mano izquierda, acariciando su cabello castaño y corto-. Creo que tu pregunta ha sido en vano. -agregó Oliver.
Carlo se acercó en silencio al árbol que señaló antes. Pese a la época otoñal, aún le quedaban varias hojas entre sus ramas. Con la punta de sus dedos pudo rozar levemente la madera de este, sintiendo al instante la textura rugosa.
- Verás, Oliver. Los niños poseen una gran creatividad a la hora de crear escenarios imaginarios, o al agregar objetos imaginarios al espacio real que los rodea. - Viendo que la confusión de su amigo aumentaba, continuó hablando.- Ellos pueden imaginar dinosaurios en desiertos, vacas en las sabanas o delfines en los pantanos. Entonces, me propuse ser igual de creativo que esos niños. Así que te pregunto nuevamente, ¿qué es lo que no ves?
Una vez que Carlo terminó de hablar, Oliver entendió a qué se refería. Suspiró, y en un intento por concentrarse, cerró los ojos. Se mantuvo en silencio un par de segundos, para tener sensaciones nunca antes descubiertas. Imaginó lo inimaginable, sintió lo insensible y escuchó lo inaudible.
- Puedo imaginarlo todo - respondió con una sonrisa. Poco a poco fue abriendo los ojos, como si volviera a nacer-. Puedo ver selvas, colinas, bosques, y puedo imaginar que esas flores están bailando.
- Has aprendido rápido, aunque también puedo ver todo eso. -exclamó Carlo.
- Supongo que lo has imaginado también. -dijo mientras observaba a las rosas.
- Exacto. Así somos nosotros, amigo. Tenemos que vaciar nuestras ideas para luego llenarnos de imaginación, de historias, de vida. -Mencionó Carlo, hasta que, por un instante, ambos notaron que una flor parecía estar muy contenta, llena de vida.
- Me encanta su elegancia al hablar, señor. -Susurró suevemente la rosa, haciendo reír a los dos hombres.
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Rosas de Llanto
FantastikLas rosas ocultan sus secretos bajo los pétalos, húmedos por la lluvia y fríos por la soledad. Amargamente sobreviven al invierno, pero en primavera descansan de su dolor. Sus tallos quedan casi congelados en medio de un invierno lluvioso, teniendo...