Todo es agua

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¡Qué sediento se vuelve el áspero verano cuando no tienes de qué vivir! Te pasas sin saber nada de la vida, sólo eres tú y un par de rosas secas.

¡No hay nadie más conmigo en este mundo! ¡Solo estamos la sequía, la desgracia y yo!

¡Si aquella rosa tuviera agua, si la vida tuviera esperanza! Qué desesperación.

Sé que lo único que hago es quejarme, pero no hay nada más por hacer. Cuando no hay nada por decir, los humanos empezamos a opinar.

Creo que estoy alucinando, no hay manera.

He descubierto un oasis. Qué belleza.

Puedo escuchar con atención el ruido que hace el agua. Se desliza de manera sensual por las húmedas y grisáceas rocas, mientras se dirigen a su posición inicial, para reiniciar el ciclo. De pronto, cuando mi mente deja de crear razones para quejarme, escucho un magnífico silencio. Es el silencio más placentero que he oído. Me llenaba de vida, me devolvía la esperanza y la fe.

Me lanzo hacia allá, y siento vivo. Me baño en él como si el mañana no existiese, porque esa es la verdad. Él mañana no estará.

El viento acercó a mis pies una rosa seca, con su tallo seco y de pétalos marchitos. Me miraba tímida, con un poco de arena. Entonces la tomé y planté sus raíces en una tierra húmeda. Sintió un alivio, igual que yo.

Es de egoístas no compartir los placeres de la vida. ¿Quién soy yo para negarle la prosperidad a esta rosa, quien recorrió millas (al igual que yo) para estar aquí?

Me sentía identificado, y sonreí.

Pero lo más bello, fue cuando aclaré mis ojos, y miré mas allá. Todo era precioso; lleno de vida, lleno de agua.

La vida en el mundo, mi mundo, había regresado.

No quedaba lugar para quejas, solo bendiciones.

Rosas de LlantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora