Capítulo 2

32 2 0
                                    


—No es nada grave.— Dijo la Señora Nancy mientras me daba una pastilla para el dolor.

—Pero has sido muy responsable al traérmelo. Sí no lo hubiese desinfectado, podría haber contraído una infección y eso es complicado de tratar. — Siguió diciendo la señora Nancy mientras cerraba unos envases.

El muchacho se había quedado recostado en el marco de la puerta. Aún tenía mi casete entre sus largos dedos y lo miraba con vagancia.

Yo no podía evitar mirarlo más de lo normal. Me sentía un poco avergonzado y tonto. Para quitarme esa sensación del pecho, moví la cabeza varias veces y decidí hablarle.


—¿Quién eres?— Dije dándome cuenta de que había sonado muy brusco.— Digo, claro, debo de saber el nombre de quién me trajo a rastras a la enfermería.— Ah, debía parecer un tonto, porque él sólo levantó una ceja y apretó más sus delgados labios, tal vez quería evitar una carcajada.

—Soy Lucas. Lucas Thompson.— Sus ojos verdes eran tan penetrantes que decidí cortar la mirada.

Sentí que se fijaba en mis ojos y bajé la mirada. De repente me sentí incómodo.

Cuando escuché nuevamente su voz, volví a mirarlo. —Te llevé a rastras porque parecías una persona muy testaruda.— Esta vez quién no pudo evitar reír un poco fui yo.

—Buena observación, Lucas. Este niño es más testarudo que un burro.—  Comentó con una risita la señora Nancy.

No pude evitar mirarla con regaño.

Pero eso no duró mucho. No podía enojarme con ella.

Ella había sido mi segunda madre. Desde que había entrado a la preparatoria ella me había cuidado y me había secado las lágrimas cuando algunos me molestaban por mi color de piel o simplemente por mis ojos.

Suspiré y de un salto me paré de la camilla. ¿A que estaba jugando ese chico?

Miré a la señora Nancy y le sonreí con ternura.

—Me tengo que ir señora Nancy, pero gracias por... Esto—. Señalé un poco mi herida.

La señora Nancy tan sólo me sonrió y cabeceó suavemente cuando Lucas le hizo un gesto de despedida.

Cuando por fin estuvimos solos en el pasillo, me pude dedicar a mirarlo.

Una risita espontánea salió de mis labios y le comenté.

—¿A qué juega, Lucas? ¿No piensa pedir disculpas por haberme atropellado?—  Me sentí atrevido.

Había algo en él que me daba ese tipo de confianza. Tal vez ese aire de pereza que cargaba.

—Claro que no, tú no te fijaste Nathan, aquí el atropellado soy yo. —

— ¿Cómo sabes mi nombre?— Exclamé abriendo bastante los ojos.—

Mi expresión hizo que Lucas empezara a reír.

-Lo dice acá.— Con un suave movimiento tocó el cuello de mi camisa. Se me había olvidado que tenía una tarjetita sujeta al cuello de la camisa que decía mi nombre.

Me sentí tonto y por primera vez supe que un chico moreno podía ponerse rojo.

¡Qué feo era sentirse avergonzado! Bajé la mirada y apreté mis puños.

Debía parar eso. Quería que todo alrededor se calmara y con aquél desconocido no podía lograrlo.

— ¿No piensas darme mi casete? — balbuceé dejando de caminar para mirarlo fijamente.

—Ah ¿Esto?— Lucas observó el casete con curiosidad y de repente, negó con la cabeza.— No, no te lo voy a dar. —

¡Ah! ¿Pero que se creía? ¡Era mi casete!

Alcé la ceja y me dispuse a decirle varias cositas pero comenzó nuevamente a hablar.

—Te lo daré cuando hayas ido a comer helado conmigo. —

— ¿Qué? Pero ni siquiera te conozco...— Comenté aún confundido.

—¿No crees en la amistad a primera vista? —

—¡Es amor a primera vista! No amistad. —Hablé sin pensar, tenía esa rara manía de corregir a las personas.

— ¡Oh! ¿Entonces dices qué te has enamorado de mí a primera vista?— Nuevamente me sonrojé.
Él me hacía sentir una mezcla de enojo y vergüenza. No sabía cómo reaccionar a eso.

—Veo por tu cara que no vas a cambiar de opinión. — Le dije mientras miraba con fijeza al casete que estaba entre sus dedos.

—Así es, tenemos algo en común; somos tercos. — Eso me colmó. Respiré profundamente y levanté el dedo índice, lo señalé y murmuré.

—Bien, después de las clases, te espero en la puerta, señor terquedad y quiero mi casete ahí. —

—Claro que sí, su majestad.— Murmuró entre una risita. Me volteé y empecé a caminar.
Aún podía sentir su presencia mientras me alejaba.

¿Qué planeaba aquél bastardo de ojos tan bonitos?


¡Dulce Chocolate!Where stories live. Discover now