Capítulo 3

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Dicen que después de que hacemos algo que no estamos acostumbrados a hacer, nos da vergüenza. Bueno, eso era cierto. MUY CIERTO.

¡Había actuado de manera impulsiva! ¡Dios mío! Tal vez había espantado al único chico que se interesaba en hablarme.

Me dí cuenta de que por eso casi todos no me hablaban. Espantaba a mis compañeros.
Acaricié mis mejillas y me dispuse a salir de la clase.

No quería sentirme aún peor pensando qué tal vez aquel muchacho se haya arrepentido de esperarme y se haya llevado mi casete.

Cuando salí del aula, caminé rápidamente por el pasillo para salir de la escuela. Quería terminar aquella jornada.

No estaba al pendiente de ver quiénes estaban alrededor mío por lo que tropecé nuevamente con una persona.

¡Dos veces en el mismo día! ¿Acaso me había levantado con el pie izquierdo?

Esta vez miré con exasperación a la persona con la cual colapsé y mi sorpresa fue tal que dejé caer mis auriculares.

—Dalton. — Aún no salía de mi asombro.

—Parece ser que el destino me está jugando una mala pasada, Nathan. — Comentó con una risita.

Con un rápido movimiento se bajó para entregarme con suavidad mis auriculares.
No podía apartar mis ojos de él.

— ¿Qué? ¿Te vas a quedar callado como la gallina que eres? — El que tenía frente a mí siempre había sido el mal de mi vida.

El típico racista que además de ser racista, no comprendía la anormalidad que tenía en los ojos.

Él me había hecho la vida de cuadritos.

Me había acostumbrado a evitarlo, no porque le tuviera miedo, sino porque sí lo enfrentaba el que iba a salir mal era yo.

Él era el hijo único del director, todos pensaban que era una dulzura de persona, pero yo era testigo de la mediocridad hecha persona.
Él siempre encontraba la manera de encontrarme y hacerme sentir la peor mierda del mundo.

—Sabes, aún sigo creyendo que una lagartija es mucho mejor que tú.— Se acercó más a mí y tragué saliva. Podía verme claramente en sus grandes ojos azules.
Aquellos ojos que me mostraban tanto odio tan sólo por ser... "Diferente".

—Vete a la mierda.— Comenté sorprendiéndome a mí mismo y a él.

Casi nunca le respondía. También me sorprendí mirándolo fijamente y alzando mi mentón con desafío.

— ¿Pero que acabas de decir?— Susurró Dalton con un tono de autoridad.

—Lo que has oído. — Devolví automáticamente. ¿Acaso me estaba volviendo loco? Todo gracias a Lucas.
Por él, un chico completamente desconocido con el pelo despeinado y unos ojos perezosos tenía las emociones a flor de piel.

De repente Dalton alzó su mano izquierda con rapidez para golpearme, pero a mitad del camino se paró en seco y cerró los ojos con frustración.

—Dalton, ¿Qué haces ahí?— Alguien me había salvado. — Muchacho, estaba buscándote. ¿Dónde te has metido? — Dalton volteó para sonreírle al profesor de educación física.

Pude ver la transformación de un hipócrita.

Dalton lo era. Él ocultaba aquella rara fascinación de molestarme con una sonrisa de niño bueno. Siempre pensé que Dalton no era normal.

Hice ademán de irme pero Dalton me paró con su gélida mirada.

—Nos vemos pronto, Nathan. — Me dijo con su maldita sonrisa falsa. Asentí y me despedí de él y del profesor.

¿Cómo que pronto? ¿Acaso eso era una amenaza?

Mientras caminaba con los pies pesados, recordé aquella mirada gélida y tuve un mal presentimiento.

¡Dulce Chocolate!Where stories live. Discover now