NARRADOR - TAKI

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Sonó la alarma.
Cuando Taki se irguió, notó que había cambiado con Mitsuha otra vez. Se vio los pechos y quiso tocarlos. No debería de hacerlo, se dijo. Pero terminó haciéndolo.
Al pasar de un rato, Yotsuha abrió la puerta de la habitación. Taki seguía tocándose los pechos de Mitsuha.
—Verdaderamente te gustan mucho tus pechos, ¿eh? —dijo la niña— ¡Ya nos vamos! ¡Alístate! —y como de costumbre, estrelló la puerta.

En la sala de la casa, se escuchaba el televisor al fondo:
El cometa Tiamat ha sido visible desde hace unos días. ¿Dónde y cuándo pueden verlo? El cometa Tiamat se mueve de oeste a este, tal y como lo hace el sol. Así que se verá sobre Venus…
—¿Por qué traes puesto el uniforme? —le preguntó Yotsuha cuando entró en la sala.
Taki no había notado que no tenía que ir a la escuela ese día. «Ya nos vamos», le había dicho la niña. ¿Adónde? Lo descubriría en breve. Fue a quitarse el uniforme.

Salieron de casa los tres. Se dirigían a un lugar muy alto, a un punto de entre las montañas que rodeaban a Itomori.
—Abuela —se quejó la niña—, ¿por qué el cuerpo del dios de nuestro Santuario tiene que estar tan lejos?
—Por culpa de Mayugoro, supongo —dijo la anciana, que iba delante de todos.
—¿Mayugoro? —dijo Taki— ¿Quién es? —preguntó a Yotsuha.
—¿Qué dices? —respondió la niña— ¡Es muy famoso, Mitsuha!
Continuaron caminando colina arriba, entre árboles y la luz de sol que se colaba entre las hojas verdes, ámbar y naranjas. Taki cargó a la anciana en hombros por gran parte del tramo.
—Mitsuha, Yotsuha —dijo la abuela en cierto momento—. ¿Saben qué es Musubi?
—¿Musubi? —inquirió Taki.
—Es la manera antigua de llamar al dios guardián de este lugar —explicó la anciana—. Esa palabra tiene un profundo significado. Los hilos atados, son Musubi; las personas conectadas, son Musubi; la manera en que pasa el tiempo, también es Musubi. Todo es parte del poder de Dios.
»Así, los tejidos que nosotros hacemos, son el arte de Dios. Y representan el flujo del tiempo. La manera en que convergen y la forma que toman; sus giros, enredos. A veces se desenreda, se rompe, y luego se vuelve a unir. Eso es Musubi. Eso es el tiempo.
»Cuando una persona consume algo, una vez ese algo llega a su alma, eso también es Musubi. Por ello, la ofrenda de hoy es una tradición importante que conecta a Dios con la gente.
Cuando habían llegado ya a un punto muy alto y estuvieron lejos de Itomori, Taki seguía sin entender adónde se dirigían exactamente y qué es lo que iban a hacer. ¿Sería parte de un ritual o algo parecido? Mitsuha no lo había informado de aquello.
—¡Ya lo veo! —se escuchó gritar a Yotsuha.
Habían llegado a la cima. Taki bajó a la anciana de sus hombros y contempló el lugar. Unos pasos más adelante, la cima bajaba de nuevo para convertirse en un valle no muy grande. Era un valle con una circunferencia perfectamente dibujada, en él serpenteaban ríos con aguas que brillaban al chocar con el sol.
Así que este es el cuerpo del dios del Santuario Miyamizu, se dijo.
Bajaron al terreno plano del valle y cruzaron varios de los riachuelos. Cuando se toparon con el último, la abuela les explicó algo:
—Después de este punto se encuentra el Kakuriyo.
—¿Eh?
—Significa «Inframundo».
—¡Sí! ¡El Inframundo! —gritó Yotsuha, saltando sobre las rocas para cruzar el riachuelo.
Taki ayudó a la abuela a cruzar.
—Para poder regresar de este mundo, es preciso dejar algo ahí abajo. Lo que es más importante para ti —explicaba ella.
Taki guardó silencio, preguntándose qué sería eso tan importante que Mitsuha se suponía debía dejar en ese lugar.
—El Kuchikamisake —dijo la anciana.
—¿El Kuchikamisake? —preguntó Taki de vuelta.
—Tú lo ofrecerás dentro del cuerpo del dios del Santuario. Esa es la mitad de ti.
La mitad de Mitsuha…, pensó Taki.
En el centro del valle, crecía un árbol grande. Y bajo su sombra, yacía una piedra gigantesca junto con ruinas amorfas de alguna construcción de hacía ya muchísimo tiempo. Bajo la piedra había un resquicio por donde podías entrar y te dirigía unos metros más abajo. Al cuerpo del dios del Santuario de Miyamizu. Dentro del lugar, Taki y Yotsuha dejaron el Kuchikamisake como ofrenda al dios del Santuario y emprendieron camino de regreso.
Estaba atardeciendo y aún les restaba la mitad del camino por recorrer. Yotsuha jugueteaba entre los arbustos, Taki y la anciana caminaban a paso tranquilo. No llevaban prisa por regresar.
—Ya se ve el kataware-doki —dijo la niñita.
—¿Eh? ¿Kataware-doki? —dijo Taki.
El chico echó un vistazo a su alrededor. Abajo se lograba ver a Itomori. Es sol estaba a medio esconder, los colores del mundo se desteñían y mudaban en una gama de rosas, blancos, azules y sombras más oscuras. El lago central brillaba, la cuidad se desdibujaba. Era precioso. Kataware-doki.
—Creo que puedo ver al cometa —dijo Yotsuha.
—¿Al cometa? —dijo Taki.
¿De qué cometa hablaba la niña? A Taki eso le traía recuerdos. Algo se removía en su interior.
Un cometa…
—¿Eh? ¿Mitsuha? —le dijo la anciana— Tú estás dentro de un sueño, ¿verdad?
Y en ese momento Taki se sintió intimidado. Los ojos de la anciana parecían verlo a él, no a Mitsuha. ¿Será que la anciana estaba enterada?
Pero no pudo pensar en mucho más, porque en ese momento todo se apagó.

TU NOMBRE (君の名は) | Adaptación literariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora