XI

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Aron

Desperté con un dolor de cabeza horrible, a tientas busqué mi celular, causante de despertarme tan temprano, mire la hora,  y eran las dos de la tarde,  un poco tarde.

La pantalla se iluminó, Dejándome ver un número desconocido.

Suspire, conteste y esperé a qué contestarán.

—Buenos días, Olwen—Una voz no muy gruesa habló. Los bellos de la nuca se me pusieron en punta.

—¿Qué quieres Vargas? —Gruñi molesto.

—Río—¿Así saludas a los amigos?, Te quiero en aquella bodega de mala muerte ahora—Exigió—Y antes de qué digas no,  sólo te recuerdo qué puedo ir con aquella chiquilla—Antes de qué pudiera decir algo colgó.

Lancé el teléfono hacía alguna pared, odiaba con cada centímetro de mi cuerpo a ese hombre.

[°^°]

—Ya estoy aquí Vargas—Gruñi al verlo sentado al frente de sus Mascotas.

—Buena decisión,  Olwen—Sonrió, se levantó y caminó hacía mi—¿Gustas un trago?—Dijo,  abrazándome por los hombros.

—No quiero nada qué venga de ti—lo aparte, mirándolo enojado. Seguía odiando aquella sonrisas cínica.

—Vamos Olwen, deja las cosas en el pasado—Lo miré serio, Jamás dejaría atrás todo lo qué el me hizo pasar.

—Nunca—Susurré.

—Eres un malagradecido,  te rescate de las calles, Te di comida, un techo donde vivir,  y así me lo pagas—Grito, volviendo a sentarse en aquella silla, Me acerque peligrosamente a él.  Quería golpearlo, quería asesinarlo con mis propias manos, me miro sonriente al estar ya muy cerca de él—No matarias a tú padre, ¿O si?, hijito—

Gruñi, golpeando el costado de la silla—¡Jamás seré tú hijo! —grite demasiado fuerte, Alejándome de él.

Cada recuerdo, cada palabra, cada rosé lo sentía como si fuera la primera vez, como si lo estuviera viviendo de nuevo, Todos esos oscuros secretos se marcaban en mi piel, sentía tanta rabia en mi.

—¿Aron?—Escuche la voz de una mujer,  pero no cualquier mujer, era Anaís. Giré abruptamente, miré hacía la puerta, y estaba ella ahí, buscándome.

—¿Qué hace ella aquí?—Pregunte, las manos me temblaban,  El corazón me estaba palpitando con fuerza, Era un maldito.

—Sorpresa, Hijito—Susurro de nuevo,  sonriente como siempre.

—¡Eres un maldito!—Apreté mis puños, aquella sensación de querer matarlo volvieron,  aquella sensación de volver a matar estaban hay,  y no podía dejarlas entrar. No de nuevo.

—No me ando con juegos,  Tú vas a pelear, y si no es por la buenas será por las malas—hizo una señal, Miré hacía Anaís, Había llegado un hombre, La sostuvo del brazo, Hablándole sobre quien sabe qué. Mi sangre hirvió, Nadie tocaba lo que era mío—¿Molesto,  olwen?—Rio fuertemente.

Mi Problematico novio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora