Capítulo 12

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Jayson

Ninguna llamada perdida de Connor. Thompson se había ido hacía casi dos horas aunque había sido más difícil de lo que imaginaba y, después de que Helen se fuera, la mansión pareció más grande lo normal.

Caminé desde la sala, por el recibidor, hasta la cocina y di vueltas en círculos hasta la sala de nuevo con el móvil en la mano, sin hacer nada con él. Eran las cuatro de la mañana y no podía hacer mucho más que querer darme un golpe para ver si con eso lograba dormirme.

Pude haber llamado a un chica polvo, de las tantas que tenía en la agenda de contactos, o haberle devuelto la llamada a Connor, para evitar que continuara acumulando razones para estar molesto, era de día en la sede del MillerTowar después de todo. Pero nada de eso me apetecía. Estaba inquieto, frustrado, probablemente porque necesitaba un buen polvo, pero ni siquiera me apetecía pensar en otra chica que no fuera Allison Jones, y eso comenzaba a molestarme, pero no podía molestarme solo así que marqué el numero de Leo, y tres tonos después descolgó.

—Te juro que voy a... matarte.— Soltó entre bostezos, con la voz adormilada.

—Estoy caliente.— Dije, mientras se hacía un silencio del otro lado.

—Y de todas las chicas polvo en tu lista ¿yo soy la mejor opción?— Preguntó, soltando una risita.

—Esto es en serio. Quiero tirarme a Allison, y comienza a molestarme el que me lleve tanto tiempo.

—¿Sabes? Me siento un poco culpable al escucharte hablar así de la mejor amiga de mi novia.

—Yo soy tu amigo desde antes, así que trágatelo, y ayúdame.

—¡¿Que quieres que haga, darte una mamada?!

—¡Con Allison!— Solté, y mi voz hizo eco por la sala oscura, mientras él se lo pensaba.

—¿Seguro que tiene que ser ella?

—Sí.

—Pues entonces tendrá que ser a la antigua...— Dijo, esperando una reacción de mí parte pero no tenía idea a que se refería. Suspiró. —Tienes que conquistarla.— Resolvió, como si no fuese eso lo que había estado haciendo hace días. —Lo hablaremos mañana. Y no vuelvas a llamarme.— Escupió, colgando y dejándome con el sonido de la línea vacía, tratando de asimilar la idea que Leonardo Thompson iba a darme consejos sobre mujeres a mí. El mundo no podía estar más loco.

Dos horas viendo los viejos partidos de fútbol de Normal, que Thompson me había conseguido, habían pasado demasiado rápido y la alarma comenzó a sonar, mientras me inclinaba para ver fuera del ventanal de la sala que ya era de día, y la puerta se abrió fuertemente, cuando Thompson entró, con un par de cafés en las manos, y sus gafas oscuras que hacían juego con su traje, que en otro tiempo me habría burlado al ser idéntico a uno de los hombres de negro, pero el chiste ya estaba demasiado gastado, y nada impediría que lo llevara encima.

—¿Que haces aquí?— Pregunté, pausando el video justo después que el mariscal errara un pase perfecto, y se quitó las gafas, dejando el café en la mesa frente a mí.

—Tengo órdenes de venir más temprano.

—¿Desde cuándo?

—Recientemente.— Se limitó a decir, dándome la espalda, en dirección a la salida, e inmediatamente me puse de pie para seguirlo.

—¿Has hablado con Connor?— Pregunté, y elevó una ceja, mirándome por el reflejo del auto, con el mismo gesto que hacía su hijo cuando no quería soltarme lo que era obvio. — Te ha llamado, y no a mí... ¿que demonios está mal con ese tipo? A demás de lo obvio digo...

Odio no poder odiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora