Capítulo 16

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Allison

Toda la clase parecía demasiado interesada en el nuevo estudiante, mientras la profesora Reynolds le introducía con una sonrisa que le creía incapaz de articular. Ethan sonrió, encantadoramente como siempre hacía, e hizo algún chiste que hizo que la mujer soltara una risita como una adolescente haciéndome querer vomitar.

Todavía no podía creer que estuviera allí, de pie, tan jovial y natural como le recordaba. Aunque el atlético y apuesto sujeto que tenía en frente era ligeramente diferente del flacucho y chisto Ethan Brown que recordaba, seguía siendo él, y ver sus ojos achinado y los hoyuelos en sus mejilla cada vez que sonreía me hacía sentir como si jamás se hubiese ido en realidad.

—Así que Ethan acaba de regresar de Tennessee...— La profesora dijo a la clase, mientras le señalaba.

—Carolina del Norte de hecho, pero no importa, también apesta. Es bueno estar de vuelta.— Él respondió, acomodándose las mangas de la camisa hasta los codos, aunque estaba prohibido y la mujer asintió.

—Por supuesto que si, señor Brown. Es bueno tenerlo de regreso.— Volvió a sonreír, anotándole en la lista y después señaló el asiento vació. —Ya puede sentarse.

Recorrió el camino, mientras las chicas le saludaban y algunas susurraban alguna idiotez cuando se acomodó el cabello, con un rápido movimiento, en aquel casual estilo desordenado que siempre llevaba, al tiempo que se aproximaba a mi lado.

Había crecido demasiado desde la ultima vez que lo había visto, y aunque seguía siendo delgado, sus brazos se veían tonificados, probablemente por todo ese tallado del que se había quejado, y lucia increíblemente tonificado, pero seguía siendo tan apuesto y encantador como siempre.

—Nena, no puedo creer que la vieja Reynolds todavía de esta clase. Al menos conseguiré una A este año.— Soltó, sonriendo con confianza, mientras se acomodaba en el banco, y tomaba uno de mis lápices.

—Suerte para ti, porque parece seguir enamorada de tu sonrisa falsa.— Le dije, y rió.

De pronto oír su risa tan cercana me pareció algo demasiado real, demasiado bueno, y entonces me di cuenta que le había echado de menos más de lo que me había imaginado.

La profesora continuó con la clase, en las ininteligible operaciones matemáticas que ni siquiera me esforzaba por tratar de entender, y tomé el móvil para enviarle un texto a Lucia, para arreglar una noche de chicas.

Una de las porristas se aproximó al asiento de Ethan y se inclinó junto a él, sonrojándose cuando los ojos cafés de mi amigo se fijaron en ella. Me moví para que su traero, con la crta falda, no me golpeara el rostro.

—Hola, Eth. ¿Me recuerdas?— Preguntó, con una patética vocecita chillona y puse los ojos en blanco, mientras él articulaba una sonrisa y se cruzaba de brazos sobre la mesa.

—Por supuesto, Mónica. Siempre pensé que serías la porrista más atractiva. Tenía razón.— Soltó, con naturalidad, haciendo que el rostro de la chica volviese a ponerse aun más rojo, y solté un bufido, mientras recibía una mirada amenazante por parte de la uniformada, y al recordar que era la mejor amiga de Regina tuve que contenerme para no mostrarle el dedo medio. —Es bueno saber que nada ha cambiado.— Él volvió a decir, todavía sonriente.

—Voy a vomitar.— Comenté, mientras al frente la pizarra se llenaba de números con una velocidad impresionante. —¿Vas a quedarte en casa?— Le pregunté, cuando, después de dejarle su número, la chica se fue y él tomó el papel y lo abolló, lanzándolo a su bolso.

—No lo sé. No quiero ser una molestia.— Respondió en un susurró, mientras con una mueca concentrada resolvía los problemas, con una facilidad que me daba envidia.

Odio no poder odiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora