Capítulo 24

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Allison

Miré a Jayson, y después de nuevo al auto frente a nosotros. Sorprendida, sacudí la cabeza.

—¿Tu hermano está aquí?— Pregunté.

—Eso parece.— Respondió, encogiéndose de hombros confundido y después frunció el ceño hasta que sus cejas formaron una sola línea. —Entremos.— Sentenció, bajándose del escarabajo y esperando a que yo me le uniera para abrir la puerta de entrada. Se hizo a un lado para dejarme entrar e ingresó, inspeccionando el lugar como si lo desconociera.

Mientras Jayson se desviaba a la cocina, yo me encaminé hacía el salón principal, y me detuve en seco al encontrarme con el hombre, de espaldas en la ventana.

Connor.

Sin decir nada, él simplemente volteó a verme, con una mueca seria, casi inexpresiva y unos ojos azulisímos que me resultaron, inesperadamente, familiares.

—¿Tú?— Señalé, incrédula, al rubio mientras examinaba su pecho desnudo debajo de la camisa desabotonada, y como los músculos de su abdomen se tensaban mientras se acomodaba el cabello dorado revuelto; una imagen completamente opuesta al hombre que había visto en el cementerio.

—Allison, si mal no recuerdo.— Soltó, elevando la barbilla cuadrada, para examinarme de igual forma y una leve sonrisita se posó en sus labios. —¿Dónde está?— Inquirió instantáneamente, y no necesito aclara de quien estaba hablando, pero yo todavía no podía salirme de mi asombro.

—¿Tú eres su hermano? ¿eres Connor?— Volví a preguntar, aunque sabía la respuesta y me volví hacía las fotografías de la pared, tratando de entender que se trataba del mismo niño que adornaba las paredes del lugar.

Sus ojos, casi idénticos a los de Jayson, parecían resplandecer con una chispa de diversión cuando se encaminó al sillón y se sentó, acomodando un tobillo en la rodilla contraria; y, acariciándose la sombra de barba que asomaba de su rostro, pareció divertirse a costa de mi incredulidad.

—¿No vas a decirme donde está mi hermano?— Preguntó, con un tinte se soberbia mientras hacía un ademán con la mano para que ocupara el asiento del frente, y así lo hice; de forma robótica me senté en el sillón, como si no pudiese resistirme a sus palabras.

El parecido que tenía con Jayson era abrumador, y todavía más con el contraste de aquel aire de superioridad que emanaba y que parecía impregnar toda la habitación. Resultaba increíble que fuera la misma persona que había visto horas atrás, a la que le había gritado, y el recuerdo me hizo enrojecer.

Miré a ambos lados, casi con desesperación, en busca de alguien que pudiese rescatarme del incómodo momento, pero nadie apareció.

—No te pareces en nada a las fotografías.— Mascullé, sin siquiera pensármelo, con los ojos fijos en sus dedos, que tamborileaban sobre el material del sofá, impaciente. El soltó un suspiro.

—Sí, es lo que ocurre cuando el tiempo pasa.— Se limitó a decir, mirando sobre mi espalda, al parecer perdiendo todo interés en mí.

—Connor.— Oí, de inmediato, y me volteé con rapidez para ver a Jayson acercarse rápidamente por el pasillo, con una expresión fría en el rostro, que no le había visto nunca articular y, aunque sus ojos no abandonaron los de su hermano por un segundo, los músculos de mi cuerpo se relajaron notablemente con su presencia.

Connor articuló una sonrisa, igual de leve que antes, pero no se movió, y finalmente Jayson se detuvo junto a mí, y me miró.

—¿Te está molestando?— Preguntó, sin disimulo, y pude ver como el mayor ponía los ojos en blanco mientras yo negaba con la cabeza.

Odio no poder odiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora