Capítulo 15

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Allison

Por un momento me sentí una idiota al no saber que hacer, pero en el instante en el que observé la lengua de Regina despegare de los labios de Jayson me quedé petrificada, como si nunca ante hubiese presenciado un beso. El helado comenzó a gotear sobre mi blusa y cuando Matt lo alejó parecí entrar en razón y parpadeé un par de veces, mientras él continuaba con la porrista colgada del cuello.

—Faroles...— Comenzó a decir y la sola mención del sobrenombre me revolvió el estómago.

—Tengo que irme.— Dije en voz alta, a nadie en particular y me volteé en dirección a la salida, de repente desesperada por llegar a casa.

Una incómoda presión en el pecho me sorprendió, pero no me detuve a tratar de averiguar que era, en su lugar aceleré la marcha, desesperada por irme del lugar, cuando la mano me sujetó el brazo con firmeza.

—Te lo puedo explicar.— Jayson soltó, volteándome para que lo mirara y no pude evitar observar el brillo de labios al rededor de su boca.

No comprendía porque, ¿explicar que? Nosotros eramos... amigos, no necesita explicarme nada, era libre de lamer la traquea de todas las Reginas del mundo, y quise decírselo, quería que supiera que no me importaba, y con todas mis fuerzas quería decirle que no era una sorpresa viniendo de el, pero no pude. Mi boca no podía articular palabra, incluso intenté desesperadamente sonreír con ese tipo de falsas sonrisas tranquilizadoras que aligeran cualquier ambiente, pero no resultó, mi cuerpo se negaba a ignorar el hecho que ver esa escena me había afectado.

Era consciente que comenzábamos a llamar la atención, por lo que rápidamente me liberé de su agarré y volví a voltearme.

—No importa.— Logré articular, metiéndome entre el amontonamiento de gente en el pasillo principal y me apresuré a las puertas vidriadas que estaban a unos metros delante, oyendo todavía la voz de Jayson a mis espaldas.

—¡Faroles!— Oí desde algún lugar y me volteé fugazmente para ver como intentaba abrirse paso entre el gentío con dificultad.

De repente me sentía una imbécil por alguna razón, y antes de hacer otra cosa me detuve en seco, inmovilizándome hasta que él me alcanzó.

—Escucha...— Comenzó a decir, y me volteé a verle.

—No.— Le interrumpí. De repente estaba molesta, furiosa por alguna razón que ni siquiera yo entendía, y decidí que de momento culparía al síndrome pre menstrual y no volvería a pensar en ello, pero en el instante en el que me miró con sus ojos azulísimos, volví a sentirme tan extraña que no pude soportarlo y ya no quise siquiera volver a verle. —No empieces Jayson.— Solté, cuando hizo el intento de decir algo y volví a voltearme.

—Bien.— Oí a mis espaldas y a penas unos segundos después se arrepintió. —De hecho...— Articuló, y antes de terminar la oración me había tomado con sus enormes brazos y colocado en sus hombros, como una bolsa de patatas.

—¡¿Que haces, idiota?! ¡Bájame!— Bramé, pateando y golpeando su espalda, mientras todos los ojos se fijaban en nosotros. —¡Auxilio, están secuestrándome!— Volví a gritar, cuándo el guardia del centro comercial volteó en nuestra dirección.

—¡Tranquilo oficial, es solamente mi hermana retrasada!— Jayson sonrió en dirección al hombre y le di un golpe en la cabeza.

—¡Cállate Jayson!

—¿Lo ve? Me conoce.— Volvió a decir, meintras el uniformado asentía, con desinterés y él se dirigió a la salida con grandes zancadas en dirección al estacionamiento.

Odio no poder odiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora