IV

752 83 4
                                    

Capítulo dedicado a jehocriss

—Entonces...¿Cómo te llamas, Cielito?—. Pregunto repentinamente—. No me has dicho tu nombre hasta ahora.

—Katherinne.

—Y... ¿Tienes... Novio?

Me sorprendí ante su pregunta.

—No. No estoy para estupideces ahora mismo.

Sonrió de lado haciendo que se marcara un hoyuelo en su mejilla izquierda.

—¿Y tú?

—¿Yo qué?

—¿Hay alguien en tu vida?

—Oh, eso. Si, de hecho hay alguien. Es... Muy especial para mí. La conozco desde hace muchos años.

—Eso es genial. Creo que falta poco para llegar al castillo.

—Así es.

En unos pocos minutos ya estabamos en el lugar.

—Bueno, me despido, su Alteza—. Hizo una reverencia. Se dio la vuelta a marcharse cuando me vi tomando su mano.

Una especie de cosquilleo hizo que la apartara de pronto.

—Yo... Olvidas tu chaqueta. Ten.

—Quedatela. Además, ahora tendre un excusa para volver a verte.

Reí; —Adiós.

Se inclinó un poco para después dejar un beso en mi mejilla.

—Adiós, Cielito—. Y así se marchó.

Me adentré al castillo y al cerrar las grandes puertas unos brazos me rodearon calidamente.

—¿En donde estabas, Katy? Demonios, estaba tan preocupado.

—No debiste preocuparte, Alex. Ya estoy aquí y estoy bien. Ahora necesito ir a descansar.

—No, vas a escucharme ahora.

—Alex, sueltame.

—¡No, Katherinne! ¡Te he dicho que vas a escucharme y asi lo harás!

—Alex, te lo advierto.

—¡Cállate! ¡No puedes desaparecer de la nada e irte con un completo desconocido a hacer quien sabe que a su casa! ¡Yo soy tu...!

—¿¡Tu eres mi qué, Alex!? ¡Eres mi jodido primo, entiende!

—¡Y es por eso que debes obedecerme!

—¿¡Ahora vas a venir a darme órdenes!? No eres quien, Alex. Dime, ¿Acaso ya olvidastelo lo que paso?

—Cierra la boca, Katherinne.

—¡Estabas ahí! ¡Maldita sea! ¡Estabas ahí y no hiciste absolutamente nada! ¿Lo recuerdas? ¿Recuerdas que estabas de pie viendo todo? ¿¡Recuerdas que estabas de pie viendo como él me tocaba y no hiciste nada!?

—Katy, yo...—. Lo interrumpí.

—No tienes que disculparte. Eres igual que todos ellos. Ni siquiera se porque demonios viniste.

Comencé a sentir algo dentro de mi, algo maligno, sádico, algo realmente despiadado. Mi pecho se extrujo con violencia y algo estallo dentro de mi cuerpo, como si—, lo que fuera que había dentro de mí—, se activara. Ese... Algo moría por salir y acabar con todo y todos.

—Katherinne, tus ojos...

—Yo...—. Lance un sollozo.

—Katy, espera...—. No le di tiempo de hablar cuando ya me encontraba corriendo a mi habitación.

Las imágenes de esa noche invadieron mi mente. La repugnancia mi cuerpo y el dolor a mi corazón.

Abrí la puerta de del baño y me desvestí para tomar una ducha.

Pase bruscamente mis manos por todo mi cuerpo intentando borrar aquellos recuerdos.

Me metí a la tina y comencé a llorar.

Comencé a llorar por esa noche, por mi madre, por Alex, por mi vida y por mí.

Días después me encontraba en el jardín leyendo mi libro favorito cuando algo se posa a mi lado.

—Oh, hola, pequeño cuervo.

Deje el libro a un lado y tome al ave en mi mano.

—¿Me extrañaste? Porque yo si. Las cosas se han vuelto difíciles ¿sabes? Oye, tus ojos son ozules. Se parecen a los de un chico que conocí hace unos días. Es muy amable. Espero que él y la persona que ama sean muy felices juntos.

Se apartó de mi mano y se dirigió a la fuente de agua. Al lado de esta estaba tirado un hermoso brazalete con piedras brillantes. Lo tome entre mis manos y leí la nota que venía con este.

"Espero que lo uses la noche de tu cumpleaños, mi reina de cuervos."

Cuando mire hacia atrás el ave ya no estaba. Se había esfumado dejándome completamente desconcertada.

Reina De Cuervos I: Entre Dos Mundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora