XIII

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Todo en mí dolía. Desde mi alma hasta mis huesos.

Mi cabeza parecía estar a punto de estallar, mi estómago estaba adolorido, mi cuerpo temblaba y mis párpados pesaban demasiado.

Mi respiración era lenta, pero de una forma agitada; pausada.

Cada respiro causaba un dolor infernal en mí. Mi garganta estaba seca, mis pulmones estaban débiles, mi cabeza ardía y mi cráneo dolía. Sentía cada parte de mí estar en llamas.

Mis ojos revolotean hacía todas partes en un intento desesperado de lograr abrirlos por la impotencia que sentía al no poder hacerlo.

Algo suave tocó mi mejilla, provocando que apartara el rostro hacía un lado. Mi respiración se hizo más dificultosa y agitada de lo que ya estaba.

Estaba asustada y sentía rabía al no poder hacer absolutamente nada para detener el miedo que crecía dentro de mí.

Traté de hablar, sin embargo, lo único que conseguí fue un severo dolor de parte de mi garganta por exigirle modular palabra alguna.

Algo tomó mi mano y—, por alguna razón inexplicable—, me sentí segura.

De mis labios escapo un suspiro de alivió.

—Tranquila—. Su voz era suave, calmada. Algo dentro de mí sabía que era un hombre—. Todo estara bien, ¿De acuerdo? Prometo que todo estará bien, ángel mío—. Su voz provocaba que mi piel se erizara y que mi corazón desbocado latiera como loco.

De pronto una respiración se hizo demasiado cercana. Esa cercania hacía que—, aunque no pudiera moverme—, mi cuerpo sea un manojo de nervios.

Quería tomar—, a quién sea que estuviera enfrente—, del cuello y empujarlo hacía mí para poder acariciar sus labios con los míos.

Más mi sorpresa fue cuando pareció pensar lo mismo que yo y acercó sus labios a mi boca.

Por alguna razón mi cuerpo reaccionó a él provocando que extendiera mi brazo derecho y con mi mano tomará tu nuca para después atraerlo hacía mí y mover mi boca al compás de la de él.

En el momento en el que sus labios rozaron los míos sentí que el mundo había desaparecido. Mi corazón parecía querer salir de mi pecho, mis manos querían acercarlo aun más y mi cuerpo pedía más.

De pronto el dolor que sentía se esfumó, pero mis ojos seguían sin poder abrirse.

Una vez que nos separamos coloqué su frente encima de la mía.

—¿Q-quién... Eres...?—. Module como pude. Cada palabra dolía más que mil cristales clavados en mi piel. Dejo otro beso.

—No puedo decirte quién soy, cariño. Aunque quisiera no puedo hacerlo.

—¿P-porqué...?—. Colocó un dedo sobre mis labios.

—Shh. Debes descansar, lo necesitas.

—S-Solo... Una... c-cosa más—. Mi respiración era casi escasa.

—Solo una más, hermosa.

—Promete... Promete que te quedarás conmigo hasta que despierte. Promete que... No me... No me dejarás sola—. Pasó su mano por mi mejilla izquierda.

—Oh, preciosa, jamás te dejaría sola. Ahora duerme—. Asentí junto con una sonrisa—. Estaré aquí todo el tiempo para ti, ¿Bien?—. Dejo un beso en mi la parte superior de mi cabeza y otro en mi mejilla—. Descansa, mi ángel.

Lo sentí tomar mi mano y luego me quede dormida.

Caminaba sin rumbo alguno. Había algo que me llamaba al interior del bosque.

Reina De Cuervos I: Entre Dos Mundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora